Definición de obsoleto
Obsoleto es un término que proviene del latín obsolētus y que hace referencia a algo anticuado y poco usado en la actualidad ya que no resulta adecuado ante las circunstancias.
Por ejemplo: una máquina de escribir es un objeto obsoleto en el siglo XXI. Estos artefactos eran muy populares hace apenas unas décadas ya que no existía una forma más cómoda de agilizar el proceso de escritura y crear textos legibles por todas las personas. Sin embargo, a partir de la invención de las computadoras personales, la máquina de escribir comenzó a perder popularidad. Las prestaciones de las computadoras, como la posibilidad de borrar al instante lo que se escribe e imprimir recién al final del proceso, dejaron a la máquina de escribir en desuso.
Es importante tener en cuenta que la obsolescencia (la cualidad de obsoleto) no surge por el mal funcionamiento de un objeto, sino por que su desempeño se vuelve insuficiente en comparación con las nuevas tecnologías. Esto quiere decir que una computadora puede ser moderna y funcionar mal, mientras que una máquina de escribir puede ser antigua, obsoleta y tener un rendimiento perfecto.
Los artefactos se vuelven obsoletos por distintos motivos. Puede tratarse de una decisión económica por parte de los fabricantes, que dejan de producir repuestos y componentes para forzar a que los consumidores compren los nuevos productos. El desarrollo de estos productos, por otra parte, obedece al avance de la investigación científica.
Las tendencias sociales también pueden convertir algo en obsoleto. Esto ocurre cuando la mayoría de la población se decanta por un equipamiento o sistema, dejando a su competidor fuera del mercado pese a que puede presentar un rendimiento similar.
Dicho todo esto, queda claro que el hecho de que un producto se vuelva obsoleto puede tener consecuencias negativas tanto para el fabricante como para el consumidor, dependiendo de las razones por las cuales haya llegado a tal estado. Por un lado, si el motivo es el «natural envejecimiento» del producto mismo a causa de que hayan salido alternativas más modernas, el consumidor se puede ver perjudicado ante la falta de repuestos o incluso si desea volver a comprar un modelo antiguo por preferencias personales.
Si la obsolescencia surge, en cambio, por cuestiones de competencia del mercado, es el fabricante quien recibe el golpe directamente, ya que su público pierde el interés en su propuesta y va detrás de la que le ofrece otra marca. Esto suele suceder como consecuencia de la incansable búsqueda de innovación que caracteriza la industria, en particular la que se centra en la informática, las telecomunicaciones y los electrodomésticos, sectores para los cuales un leve cambio en un microprocesador puede repercutir en una gran diferencia para el usuario.
Debemos señalar, por otro lado, que en la actualidad hacemos un uso excesivo de este adjetivo, ya que con mucha frecuencia tildamos de obsoleto un aparato que no supera los dos años de antigüedad, simplemente porque no cuenta con una tecnología que, de la noche a la mañana, se ha convertido en la mayor tendencia del mercado. Este fenómeno afecta sobre todo los teléfonos móviles y, en menor medida, los televisores, dos tipos de productos que se caracterizan por recibir nuevos modelos todos los años con cambios no siempre tan significativos pero lo suficientemente evidentes como para que los anteriores parezcan incompletos.
Siendo justos, deberíamos decir que un coche ha quedado obsoleto si ya no se comercializan sus repuestos o si por sus características no cumple con las normativas de seguridad actuales, pero no calificar de esta manera un televisor porque no tenga la resolución que desde hace una semana es la más alta del mercado.