Qué es Vanidad:
Vanidad es sinónimo de presunción, envanecimiento y arrogancia. Como tal, la palabra proviene del latín vanĭtas, vanitātis, que significa ‘cualidad de vano’.
En este sentido, la vanidad puede hacer referencia a la actitud de quien sobrevalora sus propias habilidades, atributos y conocimientos y, en consecuencia, desarrolla un concepto de sí mismo tan exagerado que se cree superior a los demás, y se jacta y vanagloria frecuentemente frente a otros. De allí que una persona vanidosa sea considerada engreída e, incluso, soberbia.
Por otro lado, la vanidad también hace referencia a lo perecedero de las cosas terrenales, a lo breve del tránsito en la existencia y, en este sentido, a lo inútil o vanas que pueden resultar las cosas de este mundo. Asimismo, vanidad puede referirse a una ilusión o fantasía, en cuanto representación o ficción.
Por su parte, para el cristianismo, la vanidad es uno de los siete pecados capitales y, entre ellos, el peor, pues supone por parte del individuo una excesiva confianza en las cosas terrenas y en sí mismo, lo cual lo lleva a perder la noción de la finitud de su existencia y a creer que puede prescindir de Dios. En este sentido, el antecedente fundamental del pecado de vanidad lo constituye la conducta que observó ante Dios Lucifer, quien, siendo el más hermoso y el más sabio de los ángeles, pecó de soberbia suponiéndose igual a Dios y fue condenado a los infiernos.
Otro antecedente mitológico es el de Narciso, un joven premiado con la belleza que acabó tan enamorado de su propia imagen reflejada en el agua de un estanque, que acabó por lanzarse en su busca y murió ahogado.
Vanidad en la Biblia
En la Biblia, el término vanidad aparece decenas de veces para hacer referencia al sentimiento de lo pasajero de la existencia, a la necedad y la mentira, así como a la altanería y la arrogancia, y a la idolatría exacerbada del individuo por sí mismo que, como consecuencia, lo lleva a renunciar a Dios. En este sentido, la vanidad es uno de los mayores pecados. La palabra, como tal, aparece mayormente en Eclesiastés: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (I: 2), proclama El Predicador, y desglosa reflexiones sobre la fugacidad de la existencia, así como la condición mortal del ser humano, y sobre la vaciedad y el sinsentido del tránsito terreno sin el amor a Dios.