Qué es Longanimidad:
Longanimidad se refiere a la constancia, la paciencia y la fortaleza de ánimo ante las situaciones adversas de la vida.
La palabra, como tal, proviene del latín longanimĭtas, longanimitātis, que a su vez se compone del latín longus, que significa ‘largo’, y ánimus, que traduce ‘alma; podríamos traducirlo como ‘largo sufrimiento’.
Muestra longanimidad, pues, quien es capaz de soportar con paciencia y constancia sufrimientos y dificultades sin flaquear en su ánimo. Longanimidad tiene quien, aunque no se sienta a gusto con su trabajo, es capaz de valorarlo y mantenerlo hasta encontrar uno mejor.
Vea también Paciencia.
Longanimidad también hace referencia a la bondad y la generosidad, bien en la conducta, bien en las ideas. Así, pues, longanimidad muestra una persona que es solidaria con el otro, especialmente cuando este está afrontando adversidades.
La longanimidad, además, es considerada uno de los frutos de Espíritu Santo. Está relacionada con la capacidad de las personas creyentes en la fe cristiana de mantenerse fieles y constantes al Señor pese a las dificultades, obstáculos o pruebas que se presenten a lo largo de la vida.
Vea también Perseverancia.
Longanimidad en la Biblia
Según la doctrina cristiana plasmada en los textos bíblicos, la longanimidad es uno de los frutos del Espíritu Santo. Supone la paciencia, la entereza y la fortaleza de ánimo para enfrentarse a las adversidades, provocaciones o pruebas a que somos expuestos a lo largo de nuestras vidas.
En la longanimidad está implícita la confianza en el Señor y sus designios, la fe en que, pese a los momentos difíciles que podamos atravesar, a las amarguras o dificultades, y a nuestras propias flaquezas como seres humanos, debemos persistir, ser ecuánimes y tener fe en el plan de Dios.
La longanimidad, pues, también implica cierto grado de tozudez y constancia, de allí que sea considerada, también, como una virtud del ánimo.
Se advierte en Gálatas (5: 19-23) de las tendencias egoístas de la naturaleza humana, como los celos, la ira o las envidias, y se explica, a continuación que, ante esto, la forma de enfrentarlo es a través de los frutos del Espíritu Santo, como el amor, el gozo, la paz, la bondad, la fe, la mansedumbre, la templanza y, especialmente, la longanimidad.