Qué es Humildad:
La humildad es una virtud humana atribuida a quien ha desarrollado conciencia de sus propias limitaciones y debilidades, y obra en consecuencia. La humildad es un valor opuesto a la soberbia.
El significado de humildad se relaciona con su origen etimológico. Como tal, la palabra proviene del latín humilĭtas, que a su vez proviene de la raíz humus, que quiere decir ''tierra''. Se desprenden, por lo tanto, tres sentidos:
- la humildad como valor;
- la humildad como origen socioeconómico;
- la humildad como sumisión.
Humildad como valor
La humildad como valor se refiere a una cualidad de la persona que se "abaja" frente a los demás, porque reconoce la igual dignidad de cada ser humano en tanto que todos vienen "de la tierra". Este último sentido hace de la humildad una actitud relacionada con la virtud de la modestia.
La humildad puede ser una cualidad humana independiente de la posición económica o social: una persona humilde no pretende estar por encima ni por debajo de nadie, sino que sabe que todos son iguales, y toda existencia tiene el mismo grado de dignidad.
De allí que ser humilde no implique dejarse humillar, pues la humildad no supone una renuncia a la dignidad propia como personas. ¿Cómo se aplica el valor de la humildad en la vida cotidiana?
Por ejemplo,
Reconocer los errores ante los demás constituye un acto de humildad. Una persona que actúa con humildad no tiene complejos de superioridad ni tiene la necesidad de recordar constantemente a los demás sus éxitos y logros; mucho menos los usa para pisotear a las personas de su entorno.
Quien obra con humildad no se vanagloria de sus acciones. Por el contrario, rechaza la ostentosidad, la arrogancia y el orgullo, y prefiere ejercitar valores como la modestia, la sobriedad y la mesura.
Características de la humildad
En tanto virtud, la humildad reune una serie de características manifiestas en el comportamiento. Algunas de esas características son:
- Comprender la igualdad y dignidad de todos los sujetos;
- Valorar el trabajo y el esfuerzo;
- Reconocer aunque relativizar las virtudes propias;
- Reconocer las propias limitaciones;
- Expresarse con afabilidad;
- Actuar con modestia, sencillez y mesura;
- Percibir las relaciones sociales desde la horizontalidad;
- Escuchar a los demás y tomar en cuenta sus opiniones;
- Respetar genuinamente a los demás.
Vea también 14 ejemplos de humildad.
Humildad como origen económico
La posición económica de los pobres y desfavorecidos (pobres de la tierra) suele asociarse a la palabra humildad. Una persona humilde, en este sentido, es alguien que proviene de un hogar de escasos recursos y sin mayores posibilidades de prosperar.
Por ejemplo, la frase "Juan tiene un origen humilde" quiere decir que la persona ha nacido en el seno de una familia de pocos recursos económicos.
Humildad como sumisión
En determinados contextos, la humildad puede referirse a la actitud de quien se somete o rinde a la autoridad de una instancia superior.
Por ejemplo, en las religiones, la sumisión está asociada al temor de Dios y el sometimiento a su voluntad.
En este sentido, comportarse con humildad implica también evitar actitudes de prepotencia ante un jefe o una autoridad policial y, más bien, optar por el acatamiento.
Humildad en la Biblia
Según la doctrina cristiana, la humildad es la actitud virtuosa que se debe observar ante Dios, ante su superioridad y perfección, y en plena conciencia de que ha sido Él quien ha concedido la gracia de la existencia.
Así, en el cristianismo, humildad implica reconocer la propia pequeñez ante el misterio de la vida, aceptar la igual dignidad de todos los seres humanos y someterse a la voluntad de Dios, apreciada como buena, agradable y perfecta. En este sentido, la Biblia aconseja:
“Revestíos de humildad hacia los demás, porque Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes”
I Pedro 5, 5.
La humildad, pues, llama a la conciencia de entender que los seres humanos somos todos iguales ante los ojos de Dios. De hecho, el mayor ejemplo de humildad en la doctrina cristiana lo constituye la figura de Jesucristo. A este respecto dice la Biblia:
“Haya, pues, en vosotros, este sentir que hubo también en Jesucristo, quien, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres. Más aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”
Filipenses 2, 5-8.
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