Qué es Halloween (o Día de Brujas):
El Halloween, también conocido como el Día de Brujas, es una celebración popular de culto a los muertos tradicional de los países anglosajones.
La palabra Halloween, como tal, procede de la expresión inglesa All Hallow’s Eve, que significa “Víspera de Todos los Muertos”.
La fiesta de Halloween es celebrada durante la noche del 31 de octubre, víspera del Día de Todos los Santos, feriado religioso en algunos países.
El Halloween tiene su origen en Irlanda, en los ritos de los celtas del fin de la temporada de cosechas. De allí pasó al Reino Unido, desde Europa se trasladó la celebración a Estados Unidos, y desde entonces se ha ido popularizando en Latinoamérica.
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Símbolos de Halloween
En Halloween, se emplean muchos símbolos con diferentes significados. Los principales son las calabazas de expresión malévola con una lumbre en su interior, las brujas, los gatos negros, los fantasmas, las calaveras y los disfraces.
Además, se tiende a una decoración tenebrosa para crear una atmósfera misteriosa, con velas, telas de arañas, murciélagos, búhos y espantapájaros.
La razón principal por la que se emplean estos símbolos de terror característicos es por protección: para repeler a los espíritus malignos que durante estas fechas se cree que visitan el mundo de los vivos.
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Origen del Halloween
La fiesta de Halloween es de origen celta, quienes antiguamente celebran un festival conocido como Samhain, que podemos traducir al español como ‘fin del verano’, y que marcaba el fin de la temporada de cosechas y el año nuevo celta.
El Festival de Samhain era celebrado todos los años al final del mes de octubre, coincidiendo con el equinoccio de otoño.
Se decía que durante esta noche los espíritus (tanto buenos como malos) regresaban a visitar a los vivos, razón por la cual se creó un conjunto de rituales en torno a esta creencia.
De allí, por ejemplo, el uso de velas, que ayudan a los espíritus a encontrar el camino, o de disfraces, que permiten protegerse de los espíritus malignos.
Tradiciones de Halloween
Hay muchas tradiciones asociadas a la celebración de Halloween. Una de las costumbres más populares es la conocida como trick or treat, que en español traduce ‘truco o trato’ o ‘truco o dulce’.
Trick or treat es un juego que consiste en que los niños, disfrazados y con una cesta, salen a pedir de puerta en puerta golosinas.
Ofrecen dos opciones a quien abre: un truco, que supone una amenaza o maldición, o un trato, que por lo general consiste en golosinas.
Por eso, para estas fechas, las familias tienen en sus hogares caramelos o cualquier otra golosina para complacer a los niños en la noche de Halloween.
Halloween en la Biblia
En la Biblia, la celebración del Halloween no se encuentra contemplada, pues esta es una fiesta pagana precristiana (es decir, previa a la aparición del cristianismo), celebrada por los celtas en Irlanda.
Esta celebración se encuentra asociada en el imaginario cristiano a las prácticas de hechicerías, sortilegios y adivinaciones, a la invocación a los muertos y a los rituales satánicos, lo cual es claramente condenado en la Biblia:
“No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti”.
Deuteronomio, 18: 10-12.
En este sentido, la fiesta de Halloween es firmemente reprobado por el cristianismo, y se considera su celebración una falta tal que impide la entrada al reino de Dios a quien la practique:
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios”
Gálatas, 5: 19-21.