La egolatría consiste en la admiración excesiva de una persona hacia sí misma, lo que implica un tipo muy característico de comportamiento. No siempre es fácil de identificar. Por ejemplo, es común creer que una persona con alta autoestima es ególatra, pero valorarse a sí mismo no es egolatría. La egolatría se reconoce en el modo en que la persona se relaciona con otras. Conozcamos algunas características de un ególatra.

1. Autoimagen de superioridad

El Bosco: Detalle de "Soberbia" en la obra La mesa de los pecados capitales.

El sentido de la vida de un ególatra se basa en la autoimagen de superioridad y, por lo tanto, en su reputación. Tienen un fuerte sentimiento de superioridad con respecto a los demás. No solo reconocen las habilidades y fortalezas que tienen, sino que las sobredimensionan y se sienten sus portadores únicos o legítimos.

A esto se suma su incapacidad para reconocer sus imperfecciones o debilidades. Por ende, el ególatra siempre cree que haría cualquier cosa mejor que cualquier persona. Cree, asimismo, que su opinión irrefutable.

2. Percepción distorsionada de la realidad

La egolatría es señal inequívoca de que la persona tiene una percepción distorsionada de la realidad. El ególatra está emocionalmente incapacitado para comprender la complejidad del contexto y las variables que inciden tanto en la realidad en general como en sus relaciones personales. Por ello, llega a conclusiones taxativas y monolíticas, las cuales, por característica, suelen ser infundadas o irreales.

3. Incapacidad para asumir responsabilidad

Ya que el ególatra tiene una percepción distorsionada de la realidad, le es difícil aceptar responsabilidad sobre el estado de las cosas. El ególatra no se permite admitir el grado de responsabilidad que tiene en los problemas que enfrenta (personales, familiares o sociales) y, por lo tanto, no se compromete con las soluciones. En este sentido, se puede decir que un ególatra es irresponsable.

Para el ególatra, los problemas son causados por los demás, y son ellos quienes deben resolverlos. Por ello, no es extraño que se presente a sí mismo como un héroe o como una víctima que clama por justicia.

4. Descalificación del otro

El ególatra descalifica constantemente a los demás: estos nunca serán tan buenos, tan inteligentes o tan creativos como él. El punto de vista de los demás siempre es despreciado o descalificado. Por ejemplo, ninguna persona menor que el ególatra sabrá más que él debido a su inexperiencia; pero ninguna persona mayor tampoco, debido a la “obsolescencia” de sus ideas.

5. Dificultad para sentir empatía

Al tenerse a sí mismo como punto de referencia, a los ególatras les dificulta sentir empatía hacia los demás. Esto quiere decir que no se involucra en los sentimientos y las preocupaciones de las personas con que se relacionan.

Vea también Características de la empatía que son ejemplo de su importancia.

6. Necesidad de ser el centro de atención

Nada mejor para un ególatra que ser el centro de atención en toda clase de situaciones. En sus reuniones, buscará la forma de que todos los participantes sean seducidos por sus habilidades sociales y por su discurso. Si alguien llegara a sobresalir, el ególatra luchará por reorientar la atención hacia sí mismo o, simplemente, se retirará.

7. Obsesión con la comparación

Lógicamente, la sobrevaloración solo es posible en comparación con los demás. La tendencia a compararse constantemente con los otros es propia de los ególatras, quienes encuentran en ello una forma de medir sus fuerzas. Para un ególatra, la vida es una competencia constante y por ello, necesita “ganar”.

8. Necesidad constante de reconocimiento

De nada le vale al ególatra ganar en silencio. Una persona que tiene esta tendencia psicológica, requiere constantemente aprobación y reconocimiento público. Por eso, sus conversaciones suelen girar en torno a sus proezas, sean cotidianas o profesionales.

9. Sobrevaloración del dinero y el poder

El dinero y el poder son símbolos de influencia social. Por lo tanto, los ególatras valoran en exceso estos símbolos. Sea que tengan mucho o poco, este tipo de personas usa su dinero y su poder (influencia) para la autopromoción y el control de las personas que los rodean (por ejemplo, dentro de una familia).

10. Intolerancia a la crítica e incapacidad para la autocrítica

El sistema psico-afectivo del ególatra está estructurado sobre su autoimagen. Nada le genera más temor que enfrentarse a sí mismo. Por lo tanto, el ególatra es incapaz de ser autocrítico y es intolerante a las críticas de los demás, independientemente del tono y la intención con que sean dichas.

El ególatra siempre encontrará una justificación a su conducta. Además, proyectará sobre los otros sus propias imperfecciones y buscará el modo de endilgarles la responsabilidad. Si nada de esto funciona, el ególatra romperá totalmente con la comunicación.

11. Percepción de la envidia como autoafirmación

A los ególatras les encanta descubrir que son objeto de envidia. Cuando no es así, atribuyen sus problemas con los demás a la envidia. La envidia de los otros es el gran trofeo para el ególatra. Sirve en ellos como una forma de autoafirmación, pues implica que el otro reconoce su superioridad (por ejemplo, en términos de dinero o poder).

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12. Relaciones superficiales

Dadas las dificultades del ególatra para relacionarse igualitariamente con otros, sus relaciones tienden a ser superficiales. Por ende, el ególatra se aferra a las relaciones que refuerzan su autoimagen o a aquellas en que puede instrumentalizar a las personas en su beneficio.

En consecuencia, este tipo de personas no logra sostener relaciones de calidad por mucho tiempo, ya que tarde o temprano su comportamiento genera el rechazo. A esto se les suma la pretensión de autosuficiencia. Sin embargo, no debe confundirse esto con falta de habilidades sociales, ya que el ególatra las tiene de sobra como consecuencia de su autoconfianza desmedida.

Vea también Egolatría.