Emociones reprimidas: qué son y cómo nos afectan
¿Cuántas veces hemos reprimido nuestras emociones? ¿Acaso sabemos identificarlas? Si supiéramos el daño que nos puede traer tener emociones reprimidas por largo tiempo seguramente intentaríamos ser más asertivos y liberarlas más a menudo.
Si bien todo el mundo tiene emociones reprimidas en algún momento, tratar de ocultar como nos sentimos demasiadas veces puede traernos muchos problemas. A continuación descubriremos el por qué.
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Las emociones reprimidas y sus consecuencias
Podríamos decir que las emociones reprimidas son aquellas que no queremos o, simplemente, ignoramos. Son aquellos sentimientos que queremos ocultar, esconder en lo más profundo posible de nuestro ser. Sin embargo, por muy bien escondidas que estén, tarde o temprano salen a la superficie. Puede que no lo hagan de una forma evidente, pero desde luego será disruptiva para nuestra forma de ser, afectando a nuestro comportamiento y nuestro bienestar psicológico e, incluso, físico.
Las emociones forman parte de nuestras vidas. Saber identificarlas y evitar enterrarlas es una forma de conocer nuestra identidad, puesto que tendremos la respuesta al porqué nos sentimos de una determinada forma y por qué nos comportamos de la manera cómo lo hacemos. Detectar nuestras emociones nos permite entendernos a nosotros mismos, evitando comportarnos de formas poco adaptativas a largo plazo.
Naturalmente, cada uno tiene su propia forma de interpretar el mundo. Nuestro historial de experiencias junto con la forma en cómo percibimos y sentimos, unido con nuestras opiniones y creencias son filtros de la realidad que nos envuelve, realidad que nunca podremos entender porque siempre la recibimos “procesada” por nosotros mismos. Es por ello que cada persona puede interpretar el mundo de una forma muy variada, sintiéndose de formas también muy distintas. Saber cómo interpretamos el mundo es una forma que nos permitirá mejorar como personas, ganando en salud y bienestar.
Debemos prestar atención a nuestras emociones y las pistas que nos dé nuestro cuerpo sobre cómo puede que nos estemos sintiendo. A veces, las emociones no es que estén reprimidas, sino que no son debidamente identificadas y, al ser malinterpretadas, pueden acabar haciéndonos daño al no saber qué nos pasa. Sabiendo qué sentimos y dándole voz a nuestras emociones las liberamos de la represión, y consecuentemente evitamos que nos desgasten psicológicamente.
La importancia de liberar nuestras emociones
Las personas solemos ocultar lo que sentimos porque creemos que no es importante o, incluso, que expresándolo puede que nos traiga problemas. Sin embargo, la realidad es que lo que nos va a traer problemas es mantener oculto cómo nos sentimos. Lo que permanece oculto por demasiado tiempo puede cristalizarse, convertirse en una vivencia muy desgastante y dañina. Las emociones son como la energía y, al igual que sucede en el mundo de la física, nada se crea ni se destruye, sino que se transforma. Puede que esa emoción reprimida se convierta en una conducta del que nos arrepintamos luego.
Liberar nuestras emociones no debe ser tomado como sinónimo de escupir las cosas sin pensarlas antes. Ser asertivo significa saber expresar lo que sentimos y pensamos pero de una forma no perjudicial para otras personas. Puede que uno de los motivos por los que nos sentimos mal es porque alguien nos ha dicho o hecho algo que no nos ha sentado bien, pero no podemos hablar de liberación si eso implica quitarle cierta libertad a los demás. Nuestras palabras deben ser debidamente reflexionadas antes de ser dichas.
La importancia de liberar nuestras emociones, de forma adecuada y sin dañar a los demás, es que si las reprimimos estas pueden llegar a ser tan intensas y durar tanto tiempo que nos impiden pensar con lucidez, haciendo que nuestros criterios de hacer y decir según qué cosas se vean alterados. Nos comportamos de forma más irracional e impulsiva, cometiendo más errores y diciendo cosas de las que seguramente nos arrepintamos. Por ello, nunca debemos prometer ni discutir cuando estemos enfadados o tristes, y antes debemos tratar de calmarnos y tener la mente fría.
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¿Por qué reprimimos nuestras emociones?
Reprimir cómo nos sentimos no es nada sano, trayendo consigo problemas de salud física y emocional. Teniendo en cuenta esto, ¿por qué reprimimos nuestras emociones? La respuesta se encuentra en cómo nos hemos criado muchos de nosotros, especialmente en sociedades occidentales, en donde se nos enseña que hay emociones socialmente aceptables mientras que otras son más adecuadas para contextos más íntimos y personales.
Existen emociones positivas y emociones negativas. Entre las primeras encontramos la alegría, la felicidad o el amor, mientras que en las del segundo tipo tenemos el miedo, la tristeza o el enfado. Tradicionalmente, se ha considerado que las positivas son las “buenas”, las que debemos sentir y mostrar ante los demás, mientras que las negativas son las “malas”, las que no podemos enseñar a los demás o que solo deben ser mostradas en contextos muy específicos, como por ejemplo en un funeral.
Si bien estas ideas han ido perdiendo fuerza, sobre todo gracias a la educación emocional y la superación de la dicotomía de las emociones buenas y malas, lo cierto es que a día de hoy sigue teniéndose una idea bastante mala de la tristeza o el enfado, siendo percibidas como debilidades temperamentales. Se percibe a quien se enfada o se pone triste con facilidad como alguien emocionalmente desregulada, a veces socialmente inadaptada o que no sabe disfrutar de la vida y se toma las cosas demasiado a pecho.
Por culpa de este estigma, es común que todos intentemos reprimir nuestras emociones, teniendo miedo de que los demás nos juzguen negativamente. Tendemos a negar y camuflar nuestras emociones negativas, enmascarándolo todo bajo una falsa fachada de felicidad y alegría, aquellas emociones que nos han enseñado que son las socialmente aceptables.
Pero pese a todo esto, debemos entender que todas las emociones son útiles siempre y cuando aparezcan en los contextos adecuados y en función de las circunstancias. Es cierto que las emociones positivas son más placenteras que las negativas, pero las segundas se deben sentir en los momentos que corresponde, porque si no, si se ocultan, acabarán emergiendo más tarde, en momentos en los que no les corresponde, y es ahí donde verdaderamente podemos tener un problema de adaptación. Lo perjudicial no es sentir emociones negativas, sino tratar de ocultarlas.
Las emociones nos guían para saber cómo actuar ante determinadas situaciones. Si las ignoramos perdemos nuestra brújula comportamental, a la par que gastamos gran cantidad de energía que hará que nos desgastemos física, mental y emocionalmente. No podemos estar mal todo el rato.
¿Qué implica reprimir las emociones?
Las emociones reprimidas van a hacernos daño. Si no las dejamos salir o no las gestionamos adecuadamente van a acumularse hasta tal punto que no vamos a poder aguantar más, además de que nuestra salud se va a resentir siendo necesario recurrir a diferentes profesionales, tanto médicos como psicólogos, para tratar de arreglar el daño. Los principales problemas de reprimir las emociones son las siguientes:
1. Estallido emocional
Si las emociones se acumulan y no las liberamos de ninguna manera tarde o temprano van a salir de forma violenta. Reprimir emociones hará que estallemos con el paso del tiempo, pudiéndolo hacer de forma muy violenta tanto física como verbalmente. Nos convertiremos en ollas exprés emocionales que explotarán haciendo daño a quienes se encuentren cerca en un verdadero estallido emocional.
2. Somatización
Cuerpo y mente se relacionan en lo bueno y en lo malo, y las emociones reprimidas son una prueba de ello. Estar en constante tensión psicológica puede traer consigo múltiples problemas de salud como por ejemplo dolores de cabeza, de espalda, problemas gastrointestinales, reacciones dermatológicas y cansancio.
Cabe decir que si tenemos alguno de estos problemas, antes de presuponer que se debe a que reprimimos emociones, es muy importante acudir a un médico para asegurarse de que no se debe a una enfermedad médica o condición de salud que pueda ser tratada por medio de la medicina.
En caso de que descubramos que todas estas molestias se deben a la ansiedad, el estrés o la depresión, será necesario acudir a un psicólogo, iniciar psicoterapia y aprender estrategias para liberar asertivamente esta tensión emocional.
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3. Depresión y ansiedad
Las emociones mal gestionadas pueden traer consigo otros problemas psicológicos, entre ellos la depresión y ansiedad. Son varios los motivos de esto, pero entre ellos encontramos el hecho de que si no sabemos por qué nos sentimos así, sintiendo gran incertidumbre y preocupación por no conocer la causa de nuestra tensión emocional, puede que nos empecemos a sentir peor llegando al punto de desarrollar un trastorno depresivo o de ansiedad.
4. Dependencia a medicamentos
Muy relacionado con la somatización, suele suceder que tras sentir dolores de espalda y de cabeza se recurra a fármacos. Estos medicamentos puede que los haya recetado un profesional, pero suele suceder que, en realidad, el afectado prefiera no acudir a un médico y opte por automedicarse.
Esto implica mucho riesgo de caer en un problema de adicción porque, por un lado, los dolores no van a desaparecer porque su causa es emocional y, en segundo lugar, porque puede que quien consuma los fármacos se pase con las cantidades y la duración del tratamiento.
Por muchas pastillas que tomemos, si nuestro problema tiene que ver con reprimir nuestras emociones está claro que lo que lo va a arreglar es liberarlas, además de aprender a gestionar adecuadamente nuestro estado emocional. Por este motivo es tan importante acudir a psicoterapia de vez en cuando, aprendiendo las herramientas emocionales adecuadas para evitar que las emociones se queden atrapadas en nuestro interior.