¿Momentos amargos? Formas de ayudarse con terapia
Zuri ha vivido experiencias tanto alegres como tristes desde la infancia; su familia le dejó una imborrable historia de recuerdos. Hoy ha acudido a terapia a por ayuda.
Comenta que hacía años había elegido el camino de ser “insensible e invulnerable a los sentimientos” y que eso le había permitido evitar el sufrimiento, pero hoy en día ya no le es posible soportar lo que le pasa.
Justo ahora está pasando por un proceso de separación. Decidió romper comunicación con su pareja, quien durante años le demostró falta de interés. Esto se tornó en una experiencia fría, al punto de sentirse congelada. Siente que dio todo lo que pudo para que las cosas funcionaran y nunca obtuvo ni siquiera un poco de lo que dio.
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Aprendiendo a gestionar el malestar
Es sencillo entender y sentir consideración por lo que Zuri está sufriendo; primero esa experiencia dolorosa, una sensación de total apatía por parte de su pareja. Ahora Zuri necesita manifestar lo que le sucede, y esto le da la oportunidad de aceptar ayuda. A pesar de no ser fácil, necesita liberar su sufrimiento, entrar en la oportunidad de replantear su vida y retomar proyectos a los que dedicar atención para encontrar fuerzas.
Coincidimos en que Zuri no se niega a explorar su existencia emocional. Ha demostrado capacidad, energía y valor suficiente para expresar lo que le pasa, no quiere evadir más la experiencia. Le parece inaceptable lo que en este momento está viviendo.
Ahora que acude a buscar ayuda, Zuri necesita sentir seguridad por lo que elegirá. Aunque sabe que existen opciones; desea elegir en su terapeuta a una persona que no le juzgue, que tenga interés por lo que le sucede, pero por sobre todo, que le ayude a reducir el dolor emocional que le invade por momentos.
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La capacidad de adaptación es clave
Millones de personas en todo el mundo acumulan experiencias difíciles; algunas de estas experiencias ocasionan momentos amargos. En el mejor de los casos es posible sobrellevarlo gracias a una enorme capacidad de adaptación.
Como podemos imaginar, ello implica un esfuerzo grande. Las personas expresan que esto se presenta con dolor y malestar, hasta el punto de sentirse como si se estuviera frenado o avanzando a un ritmo forzado.
Es importante considerar que, al no elaborar un proceso, y ante experiencias difíciles acumuladas, el carácter se torna en algo parecido a una bóveda que guarda sentimientos profundos que a veces no nos damos cuenta de que siguen estando ahí y que en algún momento saldrán a ver la luz. En ocasiones estos momentos amargos llegan a provocar malestar en nuestra relación con los demás, en nuestra propia identidad e incluso en nuestra salud.
Es importante considerar que en la vida adulta algunas de las situaciones que ocasionaron malestar emocional y que no se han trabajado se pueden somatizar.
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Una noticia reconfortante
En el primer contacto, Zuri escucha de su terapeuta que se trabajará en un espacio libre de juicios, que es ella quien elegirá tanto los temas que quiere abordar como la profundidad al explorarlos. Puede llegar a sentir confianza para que esta sea una experiencia positiva, un proceso terapéutico que sana emociones.
Ya en la terapia, toda vez que Zuri ha podido expresarse con más facilidad y de manera asertiva, incluso parece estar disfrutando de un aprendizaje enriquecedor. Aunque sabe que será un proceso que no se resuelve de un día a otro, siente tranquilidad. Cuenta con la posibilidad de que semana a semana tenga la escucha plena de su profesional, quien además sabe cómo guiar su proceso, lo cual le reconforta, dando la esperanza de lograr superar el sufrimiento y mantenerse bien.
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¿Por qué funciona la terapia?
Los procesos de terapia, aunque no funcionen como la magia, son una valiosa herramienta para trascender y superar el malestar. Ayudan a entender con más claridad e incluso a dar apertura a la mejor oportunidad a explorar partes de la historia personal que ocasionaron dolor. Por ello reconocer, dimensionar y sanar (toda vez que necesitamos encontrar fuerzas para lo que sucede en nuestro presente) puede ser un camino que nos da seguridad.
Es cierto que como seres humanos tenemos una enorme capacidad de sobrellevar nuestro equilibrio emocional, social, afectivo y psicológico.
Es cierto, que pueden existir personas que pasan días, meses o incluso años sin acudir a terapia. Eso hace que, aún con dolor emocional y sufrimiento, alguien pueda resistir, o desarrollar una coraza tan gruesa que llegue un momento en que el dolor sea casi imperceptible. Sin embargo, en diversos momentos la persona puede sentir esa experiencia de alivio que libera sufrimiento y que le permite reconocer que no necesita volver a sufrir.
Los procesos de cambio son más fáciles con apoyo profesional
A diferencia de lo que ocurre en otros seres vivos, los seres humanos sabemos que nuestros procesos no son sencillos. Nuestra memoria emocional es basta, rica en recursos, opciones y alternativas que a veces, al estar un poco acumuladas y enmarañadas entre emociones buenas y otras que no entendemos como las mejores, hacen que se torne difícil deshebrar dichas experiencias a menos que se cuente con un acompañamiento profesional.
No podemos negar que las personas que deciden no pedir ayuda, con el tiempo llegan a modificar aspectos en su carácter que los vuelve distantes y reservados, quizá incluso ajenos a la interacción humana y al gusto por compartir sentimientos con otros.
Siempre habrá oportunidad de sanar esos momentos amargos; cuanto antes lo hagamos, antes nos sentiremos mejor y nos encontraremos ante una vida que nos ofrece muchas más cosas, de las cuales disfrutar y que están esperando por nosotros.