Empatía y adicción
El ser humano es un ser social, y esta condición conlleva el hecho de dar importancia a reconocer y comprender los estados mentales ajenos y responder a ellos de la manera más adecuada posible.
Es ahí donde entra en juego la empatía, esto es, la capacidad de entender los sentimientos y las emociones de los demás basada en reconocer al otro como similar. El concepto de empatía nos ayuda a entender el motivo por el cual un niño suele imitar diversas acciones que realizan los seres humanos de su entorno, pero no los movimientos de los objetos, ya que entienden solo a las personas como similares.
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¿Cómo experimentamos la empatía?
Aron Cohen postula la existencia de 3 tipos de cerebros: el empático (denominado como femenino), el sistematizante (o masculino) y el equilibrado. 6 de cada 10 mujeres solo poseen un cerebro empático, mientras que 6 de cada 10 hombres solo poseen el sistematizante. Este hecho puede ayudar a comprender las diferencias que existen entre hombres y mujeres en relación al nivel de inteligencia emocional.
La empatía se podría considerar un rasgo femenino estereotipado enlazado con la inteligencia emocional. La contraposición sería la instrumentalidad ligada a los rasgos masculinos estereotipados como la independencia, ambición y asertividad.
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La relación entre la empatía y las adicciones
En referencia a las adicciones, tanto hombres como mujeres son susceptibles de consumir cualquier sustancia psicoactiva, pero existen diferencias y semejanzas en la adicción en relación a ambos géneros. En un estudio realizado a partir del test TECA a 28 pacientes adictos a sustancias psicoactivas se concluye que las mujeres presentan menos empatía que los hombres, aunque el nivel de empatía puede mejorar a partir de tratamientos de rehabilitación para adictos, debido a la importancia que obtiene la empatía en el marco de estos procesos.
En un estado de normalidad, la mujer posee rasgos de empatía más elevados que el hombre. Sin embargo, cuando se encuentra bajo los efectos de las drogas, su nivel de empatía puede llegar a ser nulo. Esto podría explicarse por el deterioro o hipofunción de ciertas áreas relacionadas con las funciones ejecutivas y la toma de decisiones a las que no le llegan inputs de las emociones.
Es muy habitual que al consumir drogas, tanto hombres como mujeres, el pensar en el sufrimiento que puedan padecer sus familiares no les afecte ni les frene en sus conductas, además, el hecho de consumir drogas de manera compulsiva muchas veces conlleva el alejamiento de las personas más cercanas y, por lo tanto, el adicto llega a quedarse sin la capacidad de mantener relaciones íntimas satisfactorias.
Por otro lado, el estigma y la discriminación contribuyen a que se produzca una marginación hacia el consumidor de sustancias psicoactivas y lo distancia de los servicios sociales y sanitarios. Por este motivo es muy importante que los tratamientos de adicciones contengan en sus programas talleres de psicoeducación en estrategias de control de la ira y la agresividad, de entrenamiento asertivo y entrenamiento en habilidades sociales para mejorar estas competencias y la calidad de las relaciones, ya que al no disponer de habilidades intrapersonales adecuadas, las personas adictas no tienen la capacidad para controlar su estado emocional sin recurrir a un consumo de sustancias.
En relación al género masculino, en una investigación donde se puede observar una disfunción de la empatía en hombres alcohólicos sin discriminación de edad. Los efectos neurotóxicos del alcohol dañan la corteza prefrontal del cerebro, implicada en el procesamiento de la comprensión de estados emocionales. De esta manera, se les muestra frases irónicas a hombres alcohólicos y las reconocen como emociones positivas.
Esto se traduce en altos índices de alexitimia, es decir, un déficit en el reconocimiento y verbalización de la emoción lo que produce dificultades para distinguir y comprender los estados emocionales de las personas que les rodean. Por lo tanto, la persona con adicción tiene dificultades para reconocer las emociones del otro, aunque es capaz de reconocer la emoción propia de “rabia, dolor o tristeza”; sin embargo, no son capaces de gestionar estas sensaciones sin el uso de sustancias y tampoco de expresarlas. Esta dificultad de expresión de la emoción, impide a su vez que haya empatía.
Finalmente, el hecho de estar emocionalmente ligado a otros o afectado de modo innato por las emociones de los demás es un valor adherido a la vida en grupo, y esto tiene una serie de ventajas evolutivas. Primeramente, estos vínculos constituyen la base que une a cualquier sociedad. En segundo lugar, optimizan la seguridad del grupo, ya que gracias a la vinculación emocional, la alarma de un individuo constituye una alarma para otros. De esta manera, podríamos relacionar la empatía que se genera en las terapias grupales que se realizan con personas adictas como un elemento positivo para su recuperación.
Autora: Silvia Subirana, Psicóloga de ALTER PSICOLOGÍA & SALUD.