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Las características de la conducta suicida en la tercera edad


El suicidio es una tragedia a cualquier edad. Que una persona se quite la vida es una desgracia para todo su entorno cercano, que se pregunta por qué lo hizo y cómo fue posible que pasara.

Pese a que cada vez hay mayor concienciación sobre este problema social, pocos son los que se dan cuenta de que las personas ancianas también cometen suicidio, y todavía no hay puesto el foco sobre ello.

La conducta suicida en la tercera edad es, tristemente, una realidad y bastante común. A continuación vamos a profundizar sobre el tema, viendo cuáles son los principales factores que influyen en su comisión y algunas señales de que una persona mayor podría planear intentar quitarse la vida pronto.

La conducta suicida en la tercera edad

La conducta suicida en la tercera edad es una lacra que ha pasado por mucho tiempo desapercibida, a pesar de que ha adquirido proporciones para hablar abiertamente de una nueva epidemia y, como tal, es necesario controlar y prevenir. De hecho, todos los estudios sobre el suicidio demuestran que son las personas mayores quienes tienen la tasa más alta de suicidio y la más baja de intentos.

En el caso particular de España, los ancianos sólo realizan 1 de cada 20 intentos leves, frente a 1 de cada 7 graves y 1 de cada 3-4 suicidios consumados. Esto se puede interpretar como que las personas mayores tienen propósitos más firmes de morir, usando medios más letales.

No solo es preocupante la gran tasa de suicidios consumados en ancianos sino que, además, cómo lo hacen. Muchos de ellos recurren lo que se ha llamado el “suicidio silencioso” o “síndrome de deslizamiento”, que se podría interpretar como dejarse morir de forma pasiva. La persona rechaza los alimentos y cuidados médicos, abandonándose hasta dejarse morir. Que sea más lento no significa que sea menos letal que el suicidio activo, pues la intención de morir es la misma y es igualmente preocupante.

Factores de riesgo de la conducta suicida en la vejez

Hay una serie de factores de riesgo que incrementan la posibilidad de que una persona de la tercera edad intente cometer suicidio. Estas condiciones, tanto personales como circunstanciales, de ser vistas a tiempo pueden ayudarnos a prevenir que una persona mayor se quite la vida. Cabe decir, igualmente, que el suicidio es algo difícil de predecir en muchas ocasiones, pero tener presente estos factores puede contribuir en evitarlo en la vejez.

Entre los factores que incrementan el riesgo de la conducta suicida en la tercera edad encontramos como principales los siguientes:

1. Edad Avanzada

En los países industrializados, la tasa de suicidios se incrementa con la edad. Esto es especialmente notorio en personas mayores de 65 años, coincidiendo con la edad de jubilación en muchos países. Es a partir de esa edad en la que la tasa de suicidios se eleva notoriamente.

2. Género masculino

Cerca de 80% de suicidios en la tercera edad los realizan hombres. De media, por cada mujer que acaba con su vida lo hacen de tres a cuatro hombres. No obstante, las mujeres son las que presentan un mayor riesgo de intentos suicidas. La explicación más recurrida a esto es que la jubilación y el deterioro físico propio de la tercera edad son vividos de forma mucho más negativa y perturbadora en los varones que en las mujeres.

3. Familiares que cometieron suicidio

Los antecedentes familiares de suicidio, sean en el propio núcleo familiar o en la familia extensa, aumenta el riesgo de cometerlo. Esto puede explicarse porque, por un lado, se puede haber heredado un trastorno psicológico que incrementa el riesgo de suicidarse (p. ej., depresión, esquizofrenia…) y, por el otro, que en la familia se hayan aprendido determinados modelos que conciben el suicidio como la única alternativa a las peores crisis (p. ej., desempleo crónico, enfermedad terminal, endeudamiento…).

4. Fallecimiento de un ser querido

El fallecimiento de un ser querido incrementa el riesgo de suicidarse, siendo la viudedad el caso más común en la tercera edad. Las circunstancias de la muerte del ser querido y el tipo de relación que se tenía con él condicionan cómo se va a dar el duelo. De complicarse este duelo, hay probabilidad de que se convierta en una depresión mayor y, consecuentemente, elevarse el riesgo de suicidio.

5. Vivir o sentirse solo

Ha habido estudios que han apuntado que cerca de la mitad de los mayores que se suicidaban vivían solos. Algunos han defendido que la variable que mejor correlaciona con la conducta suicida es vivir solo, sin embargo, también hay muchos mayores que viven solos y no acaban con su vida ni parece que tengan intención de hacerlo. Esto podría explicarse porque, aunque viven solos, pueden tener una intensa red social y no sentirse solos ni desamparados.

La falta de amigos, la poca relación con familiares y otras variables asociadas a tener una vida solitaria se ha relacionado con la conducta suicida. Las personas mayores de 65 años, especialmente las viudas, son el grupo demográfico que más riesgo tiene de desvinculación social, algo que, combinado con la falta de recursos económicos y sociales o el padecimiento de una enfermedad crónica, incrementa el riesgo de cometer suicidio.

6. Amenazas de suicidio

Los deseos expresos de hacerse daño y las amenazas son de los indicadores más importantes de riesgo de suicidio. A día de hoy sigue existiendo la creencia errónea, cometida por muchos familiares, amigos e incluso profesionales, de que si una persona habla del suicidio o dice que se va a suicidar, nunca lo realizará. La realidad es justo lo contrario: la mayoría de las personas que acaban con su vida han comunicado, de una u otra forma, que querían morir a sus familiares y amigos.

7. Historial de intentos de suicidio previos

Los intentos previos de suicidio aumentan el riesgo de cometerlo en la tercera edad. Cerca de una tercera parte de las personas que acabaron con su vida habían intentado suicidarse con anterioridad. En muchas ocasiones, estos intentos son una forma de conseguir ayuda y ser tenidos en cuenta más que un intento real de acabar con su vida. No obstante, de haberlos habido, se debe prestar mucha atención porque puede ser la antesala de lo que acabarán haciendo finalmente.

8. Dolor crónico, enfermedad crónica y/o terminal

Un factor de riesgo para el suicidio es padecer una enfermedad crónica, especiamente si esta supone algún tipo de discapacidad o incapacidad para el mayor. Más de la mitad de mayores de 65 años que cometen suicidio presentan algún tipo de enfermedad crónica e inhabilitante.

9. Alcoholismo y otras adicciones

En población general, el trastorno por abuso de alcohol está entre los factores de riesgo suicida más importantes. Incluso sin haber dependencia, el consumo de alcohol incrementa el riesgo de cometer suicidio. Las estadísticas varían un poco en este aspecto, viéndose que entre el 20 y 70% de las personas que se han suicidado tienen alcohol en sangre.

Indicadores de sospecha de un suicidio inminente

Si bien para muchos el suicidio en la tercera edad puede parecer un acto impulsivo, lo cierto es que suele estar planificado con anterioridad. A pesar de ello, es difícil averiguar el momento exacto en el que va a intentar quitarse la vida una persona mayor. Muchos familiares de personas que han acabado con su propia vida suelen comentar que él o ella no se comportaba distinto el día que lo hizo, ni parecía que tuviera un estado de ánimo diferente al habitual.

Lo que hace que una persona mayor decida acabar con su vida puede ser visto como algo nimio desde fuera, pero que la persona atribuyó con mucha importancia: un comentario de desaprobación, no ser capaz de hacer bien una tarea, reprocharle estar jubilado, no poder cuidar a los nietos, necesitar una silla de ruedas…

No obstante, podemos destacar algunos indicadores previos a la conducta suicida que nos pueden avisar que la persona mayor está pensando en quitarse la vida. Los más destacables son los siguientes.

1. Interés sobre la muerte o el suicidio

Antes del acto, la persona puede manifestar un interés especial sobre la muerte o el suicidio mismo. Lo que está haciendo es, probablemente, buscar información sobre el método más eficaz para acabar con su vida.

2. Hablar sobre el suicidio

Sacar el tema del suicidio debe verse como un indicador preocupante. Hablar constantemente sobre el deseo de morirse o desear acabar con su vida son indicaciones de un posible intento. También son señales de esto expresiones como “ya no puedo más”, “no voy a durar así mucho tiempo”, “ya no hay solución para mí, soy demasiado mayor”... Estas y otras expresiones preocupantes deben verse como señales de que podría intentar acabar con su vida y hay que ir con especial cuidado.

3. Despedidas extrañas

Otra evidente manifestación de un probable intento de suicidio es despedirse de familiares y amigos sin motivo aparente para ello. Las despedidas pueden ser verbales y da la sensación de que lo dice como si fuera a irse de viaje pronto.

Expresiones como “me imagino que no os volveré a ver”, “cuidad de mis cosas”, “os quiero mucho y os echaré de menos” en una persona mayor deben activar las alarmas. También pueden llamar por teléfonos a viejos conocidos que hace años con los que no tiene relación o escribir cartas de despedida, notas, e-mails…

4. Redacción del testamento

En un intento de dejar todo en orden antes de partir, las personas de la tercera edad que podrían suicidarse en breves pueden redactar el testamento o revisarlo. También pueden encargarse de otras cuestiones financieras y voluntades póstumas.

Suicidio en la vejez

5. Comportamientos extraños

Entre conductas sospechosas o inusuales podemos mencionar:

  • Acumulación de fármacos que no necesita.
  • Documentarse para conocer dosis letales de fármacos sin receta.
  • Reducción del contacto con personas que le cuidan.
  • Intentar quedarse a solas, para practicar su plan de suicidio y ver si le da tiempo.
  • Visitar al médico sin cita previa.
  • Realización de una salida sin justificar a la farmacia.
  • Salir a la calle a solas sin explicación aparente.

6. Aparente mejoría o recuperación espontánea

Muchas personas que se acaban suicidando aparentaban estar calmadas, alegres o, incluso, eufóricas los días previos a su muerte. Es habitual que los familiares comenten que su suicidio les sorprendió pues, en los días anteriores del mismo, veían al mayor como más contentos.

La explicación de esto es que, tras llevar mucho tiempo con la incertidumbre de si acabar o no con su vida, en el momento en que decide que lo va a hacer y concreta un día, como ve que el final de su sufrimiento se acerca, lo vive con un poco de felicidad.

Suicidio en mayores y psicopatologías

La presencia de psicopatología es de por sí un factor potente en el riesgo de cometer suicidio, a cualquier edad. Son varios los trastornos mentales que han sido identificados como los responsables de la conducta suicida en la tercera edad. Entre ellos cabe destacar las siguientes.

1. Depresión

La depresión es el trastorno mental más fuertemente vinculado con el suicidio, en especial en la tercera edad. Entre el 60 y 90% de los mayores que intentan suicidarse manifiestan síntomas depresivos y la depresión se considera como la primera causa de riesgo. Los pacientes con depresión tienen 4 veces más probabilidad de suicidarse que los que sufren otros trastornos mentales.

Los síntomas depresivos en la tercera edad se caracterizan porque no son de gran intensidad, lo cual hace que sea más difícil detectarlos. Además, en muchos casos el episodio depresivo que lleva al suicidio puede ser el primero que ha presentado el individuo y no suele presentarse con síntomas psicóticos. Esto dificulta hacer un diagnóstico precoz que permita prevenir el intento de suicidio.

Aunque en general las personas mayores presentan síntomas depresivos similares a los del resto de la población adulta, sí que se pueden destacar algunas diferencias como:

  • Más quejas somáticas
  • Más síntomas hipocondríacos
  • Menor humor deprimido
  • Desesperanza
  • Insomnio y otros problemas del sueño
  • Menor frecuencia de sentimientos de culpa
  • Más fallos de memoria
  • Más susceptibles ante la crítica

2. Esquizofrenia

La esquizofrenia se ha relacionado directamente con el suicidio. Esto es debido a varios motivos: tiene mal pronóstico, provoca un continuo desgaste de los recursos personales, familiares y sociales, es crónica y, sobre todo, es difícil de tratar. Entre el 10 y 15% de las personas que cometen suicidio tenían diagnóstico de esquizofrenia.

Tradicionalmente, se había dado mucha importancia a la aparición de alucinaciones auditivas que ordenaban a la persona que se suicidara. No obstante, estos casos son relativamente poco comunes en las personas con esquizofrenia que acaban suicidándose (5%). Es más bien las situaciones negativas y el aislamiento social lo que induce al suicidio en esta población.

3. Alcoholismo

Como hemos comentado antes, el abuso del alcohol es un problema de salud grave y lo es todavía más en población mayor y uno de los factores de riesgo de suicidio más importante. Algunas estadísticas apuntan a que cerca del 25% de personas mayores que se habían intentado suicidar habían consumido alcohol antes del intento.

Añadido a esto, las personas mayores que abusan del alcohol suelen tener problemas depresivos. Justamente, es esta combinación entre el alcohol y la depresión la responsable de muchos intentos suicidas.

Enfermedades médicas y conducta suicida en la tercera edad

Hay fuerte correlación entre las enfermedades somáticas y el suicidio. Tener una enfermedad médica grave incrementa el riesgo de intentar quitarse la vida, ya sea por las características de la propia enfermedad, el consumo de fármacos que genera un estado depresivo y, por lo tanto, un mayor riesgo suicida, como la aparición de trastornos depresivos asociados, sobre todo si la enfermedad es crónica, dolorosa o terminal.

Las enfermedades que más incrementan la conducta suicida en la tercera edad son las siguientes.

1. Neurológicas

Las enfermedades neurológicas, como demencias del tipo Alzheimer y Parkinson, son un importante factor asociado al suicidio en la tercera edad. Es de especial mención el Parkinson, pues cerca de la mitad de los pacientes de esta condición presentan sintomatología depresiva. Añadido a esto, algunas medicaciones para esta enfermedad neurológica pueden facilitar la aparición de síntomas depresivos.

2. Reumáticas

La principal es la artritis reumatoide que se caracteriza por dolor crónico, dolor que es en sí mismo uno de los factores de riesgo mayores para la conducta autolesiva. Si además de este dolor crónico hay una incapacidad grave, progresiva y con deformaciones, se puede llegar a producir una alteración de la imagen corporal que influye directamente en la autoestima y en un mayor aislamiento social.

3. Oncológicas

La tasa de suicidios entre pacientes oncológicos es 20 veces mayor que el resto de la población. Entre el 30 y 40% de las personas con cáncer sufren síntomas depresivos. El cáncer oral, de faringe y de pulmón, las neoplasias genitales, digestivas y mamarias son las enfermedades oncológicas con mayor riesgo de conducta suicida en la tercera edad.

4. Gastrointestinales

La úlcera péptica es de las enfermedades gastrointestinales más encontrada en las personas que han cometido suicidio. Este trastorno está relacionado con la prevalencia de alcoholismo. También, aunque en menor medida, tenemos la cirrosis hepática y la enfermedad de Crohn como enfermedades relacionadas con el suicidio.

5. Cardiovasculares

Las estadísticas indican que cerca del 10 a 15% de los casos de suicidio presentaban patologías cardiovasculares, como infarto de miocardio e hipertensión arterial. Un problema añadido a este tipo de patologías es que el tratamiento se realiza con fármacos que tienen como efectos secundarios síntomas de depresión. Si, antes de presentar la enfermedad cardiovascular, la persona padecía depresión, el riesgo de suicidio se incrementa.

Prevención de la conducta suicida en la tercera edad

Muchas veces, el suicidio en la vejez es provocado por un trastorno depresivo, condición psiquiátrica que se puede tratar y, por lo tanto, prevenir su trágico final. Para prevenir este problema, sería recomendable que todo profesional que interactuara con personas de la tercera edad tuviera la capacidad de identificar los síntomas de la depresión e iniciar todo un protocolo de actuación para enviar a los pacientes al psicólogo o psiquiatra, quien diagnosticará la condición y la tratará.

La detección y sospecha recaería sobre todo en los profesionales médicos, pues se sabe que un porcentaje muy alto de mayores que acaban suicidándose visitaron a su médico esa semana o, incluso, días antes de cometer el acto. No obstante, otras personas no tan implicadas en el ámbito sanitario, como cuidadores domésticos, podrían recibir entrenamiento para asegurarse de que disponen de las herramientas necesarias para sospechar de que una persona mayor podría intentar acabar con su vida.

Es especialmente importante poner el foco de atención sobre los ancianos y ancianas que viven solos. Son esta población especialmente sensible a intentar acabar con su vida, en su desesperación por sentirse aislados del resto del mundo o sentir que ya no tienen nada que aportar a su entorno. No se les debe forzar a vivir en compañía o acabar en una residencia, pero sí fomentar que interactúen con otras personas en actividades sociales como grupos de bailes, talleres de pintura o deportes al aire libre. Un mayor contacto y acercamiento previene los sentimeintos de soledad y, consecuentemente, el suicidio.