Brecha matrimonial: qué es y cómo afecta a la soltería
Cada vez son menos las parejas que deciden casarse, pero no son pocas las que deciden tener hijos. Hay claras diferencias entre el haberse casado y la estabilidad de la pareja a largo plazo.
Todo esto está relacionado, en última instancia, con los recursos económicos de la pareja, los cuales se pueden ver especialmente disminuidos cuando traen una criatura al mundo y, posteriormente, optan por separarse.
A continuación vamos a ver qué es lo que dice la investigación al respecto sobre la brecha matrimonial en Europa y Estados Unidos, además de llegar a unas cuantas conclusiones.
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¿Qué entendemos por brecha matrimonial?
El término "brecha matrimonial" describe un conjunto de diferencias económicas y políticas entre las personas quienes se han casado en comparación con aquellas quienes siguen solteras o cohabitan con su pareja, pero sin haber tomado nupcias.
Aunque pueda parecer una afirmación un tanto retrógrada, el matrimonio es un factor que parece correlacionarse con el bienestar, tanto físico como emocional, de los miembros de la familia y, en especial, de los hijos. Hay diferencias entre ser hijo de padres felizmente casados, padres divorciados, padres que no se han casado y padres solteros. En esto cuatro escenarios, el ajuste social del niño es diferente.
Aunque se puede comparar con la brecha de género, la brecha matrimonial no es sinónimo de ella, aunque sí cabe destacar que, en aspectos generales, las madres solteras son las que más mal salen paradas.
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¿Qué dice la investigación al respecto?
A lo largo de las últimas décadas, tanto en Europa como en Estados Unidos, se ha tratado de averiguar qué factores influyen en la decisión de las parejas de casarse o no, y cómo esto puede repercutir significativamente tanto en que la pareja siga junta como en su prosperidad económica.
Tener hijos sin estar casados no es algo malo, pero cabe destacar la importancia y, sobre todo, la estabilidad que otorga un compromiso tan sólido como es el matrimonio. Si bien casarse no garantiza que la pareja no pueda separarse en un futuro (véanse los divorcios) sí que es más complicado romper una unión como lo es el matrimonio en comparación con el ser una pareja y cohabitar. Divorciarse es un proceso mucho más pesado y largo a nivel legal y burocrático que no el poner fin a una relación de pareja sin estar casados.
El matrimonio tiene profundas consecuencias en la estabilidad y en el desarrollo de los niños. Las parejas que se casan antes de dar a luz a hijos son más propensas a permanecer juntas mientras crían a sus hijos, en comparación con aquellas que se casan más tarde o nunca. Entre el 70 y 80% de los padres quienes se han casado antes de tener a sus hijos permanecen juntos , mientras que el porcentaje es del 40% si deciden casarse después y solamente de 30 si nunca se dicen el "sí quiero".
Las parejas quienes rompen son más propensas a sufrir problemas económicos y requieren de más ayudas del estado. Por ejemplo, cerca del 60% de los padres solteros reciben algún tipo de ayuda estatal, en comparación con el 10% de los que sí están en pareja. A parte del problema que supone vivir con un padre con problemas económicos, el vivir con tan solo uno de ellos y tener poco o nulo contacto con el otro, además del impacto psicológico que puede implicar el divorcio, repercute negativamente en la salud psicológica del niño.
De acuerdo a datos recogidos por el profesor de la Brigham Young University de los Estados Unidos, el profesor Spencer James y Harry Benson analizaron varias encuestas a nivel europeo del 2014, llegando a sus conclusiones sobre la brecha matrimonial en Europa, viendo cómo se da esta cuestión en al menos 20 países del viejo continente. Observaron que la brecha matrimonial entre ricos y pobres se daba en todos los países que se habían encuestado.
El 84% de los padres con rentas más altas estaban casados, mientras que tan sólo el 42% que los que las tenían más bajas estaban casados. También vieron que el matrimonio era mucho más común en los países mediterráneos, donde el 87% de las familias ricas estaban casadas, mientras que era el 53% de las menos ricas las que también lo estaban.
No obstante, el porcentaje de ricos en países más fríos que también estaban casados no era precisamente bajo. Incluso en países más liberales, como los son los escandinavos, cerca del 75% de los padres más ricos estaban casados, mientras que el porcentaje bajaba a 30 entre los pobres.
Si damos el salto al otro lado del charco, vemos que los datos en los Estados Unidos son también bastante interesantes, además de permitirnos ver cómo ha evolucionado esta brecha en América del norte en los último 50 años.
En las últimas décadas, el porcentaje de niños y niñas quienes han nacido fuera del matrimonio ha ido aumentando. Cogiendo datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONS) de los Estados Unidos en 1972 cerca del 91% de los niños habían nacido en una familia ya casada, mientras que este porcentaje era del 53% en el año 2014.
También se han evaluado diferentes factores que, aunque pudiera parecer que no tienen relación alguna con la estabilidad y prosperidad de la pareja, sí que se han mostrado como determinantes a la hora de tomar la decisión de casarse. Los datos a continuación tienen en cuenta características de las madres, y si están solteras o casadas.
1. Edad
La edad es un indicador muy claro en cuanto a la brecha matrimonial. Tomando datos cogidos de la ONS, en la década de los setenta las madres de todas las edades se encontraban, en su gran mayoría, casadas. Si bien sí que habían diferencias entre el grupo más joven (16-24 años), siendo el 78% de ellas casadas, y entre las mayores, de 25-44, 96%.
No obstante, tomando los mismos datos pero de un año más reciente, se puede ver que en el siglo XXI el matrimonio desciende entre madres de diferentes edades, aunque en todos los grupos de edad presenta una significativa caída. Entre 25-34 años, 65%, y entre 35-44, 73%. Entre las madres jóvenes, comprendidas entre los 16 y 24 años, solamente el 16% de ellas opta por casarse a edades tan tempranas.
2. Vivienda
En los años setenta, cerca del 90% de las madres con hijos jóvenes estaban casadas, independientemente de si su vivienda era comprada, de alquiler o de protección oficial. Desde entonces, la brecha matrimonial ha ido expandiéndose entre aquellas madres quienes viven en una casa comprada que aquellas quienes viven en una de alquiler. Quienes están casadas tienden a vivir en casas compradas, y quienes no, en casas de alquiler.
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3. Empleo
En la década de los setenta, cerca de 94% de las madres quienes hacían de amas de casa o permanecían en el hogar sin empleo remunerado estaban casadas. Este porcentaje se reduce a 50% en el 2006.
4. Fumar
Aunque pueda parecer sorprendente, fumar es un factor que se ha relacionado con el tener unas rentas más bajas. Si bien en los años 70’ no habían diferencias significativas entre personas quienes fumaban y quienes no en cuanto a si estaban casados, hoy en día sí que parece haber relación.
En esa década, cerca del 90% de las fumadoras y 94% de los que ya no eran fumadoras estaban casadas, en comparación con las 93% que nunca habían fumado.
Hoy en día hay una brecha incluso en este factor. Entre las que todavía siguen fumando solo 32% de ellas están casadas, mientras que cerca de 60% de las que ya no fuman están casadas, y las no fumadoras suben casi a 70% de ellas casadas.
Conclusiones
Lo que queda claro con estos datos es que, ya sea en Europa en los Estados Unidos, hay una clara brecha matrimonial si se tienen en cuenta las rentas. Las familias con hijos que tienen unos buenos ingresos se pueden permitir el casarse, mientras que parece ser que las que menos ganan no se atreven a dar el paso. Esto es debido a que las personas pobres, al no poder disfrutar de la estabilidad económica que poseen los ricos, no se atreven a poner sus ahorros en riesgo.
En base a lo observado en las investigaciones, está claro que se está dando una brecha matrimonial muy destacada tanto en Estados Unidos como en Europa, en la que los factores socioeconómicos adquieren una gran importancia. El tipo de educación, los ingresos e incluso un factor que pudiera parecer banal como es el consumo de tabaco parecen relacionarse con el poder permitirse tomar el paso de casarse, además de mantener este matrimonio.
Estos factores, en función de si son propicios para poder casarse, adquieren un papel dramático a la hora de decidir darse el sí quiero y decisiones con respecto a formar una familia. El decidir casarse o no es un factor que afecta profundamente en la estabilidad de la pareja, siendo, como ya decíamos, el decidir tomar nupcias un sólido protector de la pareja.
Dado que son cada vez más las familias que se forman sin que se haya tomado la decisión de casarse, pero que cohabitan, es importante destacar la idea de lo importante que supone entender cómo este tipo de familias corren un riesgo mayor de romperse que los matrimonios. Familias más frágiles son sinónimo de niños con problemas, dado que al no tener a los dos padres ni tampoco tener recursos económicos seguros afecta en el nivel de vida de forma directa.
En base a todo esto, se hace especialmente urgente crear planes de planificación familiar mucho más efectivos que los que ya existen y entender que, si bien no estar casados no hará que los hijos vayan a criarse de forma infeliz, es conveniente entender la gran responsabilidad que supone traer una vida al mundo.
Si muchas parejas optan por no casarse porque ven que no disponen de las rentas suficientes para preparar una boda y todos los aspectos relacionados con este tipo de ceremonias, mucho menos van a tener la estabilidad económica para criar a un hijo. Cuando ese niño llegue al mundo, va a requerir que sus necesidades sean satisfechas y eso implica dinero.
Es por ello que se hace especialmente importante concienciar a la población de tomar las medidas profilácticas necesarias para evitar tener hijos cuando no lo deseaban, y optar por tenerlos cuando ya llevan muchos años saliendo, independientemente de si deciden, o no, casarse.