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¿Cuáles son las adicciones sin sustancias?


Las sustancias adictivas están presentes en todas partes en nuestra sociedad actual, desde la situación social más anecdótica hasta el cine, la televisión y el consumo de otros tipos media. Si pensamos en adicción, nos viene directamente a la mente el tabaco: este mata hasta a la mitad de personas que lo consumen, 7 millones de habitantes en la Tierra mueren de forma anual directamente a causa de esta sustancia adictiva y solo un 5% de los fumadores que intentan dejarlo por su propio pie lo consiguen.

Cuando se administra nicotina al organismo, el cerebro envía señales de estimulación a las glándulas adrenales (en los riñones), que liberan la hormona adrenalina y aumentan los niveles circulantes de dopamina, un neurotransmisor asociado con el bienestar. Los cambios en el circuito dopaminérgico y el abuso de sustancias provocan variaciones en los circuitos mesolímbicos y mesocorticales: al final, cuanto más se consume una droga, más se necesita para lograr la misma gratificación. Se estima que la nicotina es 5 veces más adictiva que la cocaína.

Si hablamos de adicciones, describir el mecanismo de acción del tabaco, la heroína, la cocaína o el alcohol es sencillo: entran sustancias al organismo que estimulan al paciente, provocan daños en el proceso y generan resistencia y síndromes de abstinencia. De todas formas, la cosa se complica cuando fijamos la atención en adicciones sin sustancias, como las apuestas, los videojuegos, el uso de Internet y otros eventos. Si quieres saberlo todo sobre el tema, sigue leyendo.

¿Qué es una adicción?

La adicción, desde un punto de vista clínico, es un desorden psicosocial caracterizado por el uso repetido de drogas o, en su defecto, la realización de ciertas actividades que pueden ser deletéreas para el paciente y el ambiente que lo rodea. Para que el mecanismo de la adicción tenga lugar, la persona debe tener acceso continuado a la sustancia/evento problemático, pues es la exposición al estímulo la que posibilita la tolerancia y, por ende, la dependencia.

Estamos ante una serie de entidades clínicas multifactoriales muy difíciles de abordar, pues juegan un rol esencial en su desarrollo mecanismos fisiológicos, genéticos, epigenéticos (activación/inhibición de los genes según el ambiente), edad, entorno y otras muchas cosas más. Sin ir más lejos, las probabilidades de desarrollar ciertas adicciones si los padres también las presentan son del 60% y hasta el 90% de los adictos tienen otros problemas psiquiátricos asociados.

Según la Asociación Americana de Psicología (APA), el ser humano puede desarrollar adicción a 10 sustancias: alcohol, cafeína, cannabis, alucinógenos, inhalantes, opiáceos, sedantes, hipnóticos y ansiolíticos, estimulantes y tabaco. Así pues, desde el lorazepam para relajarse en un momento de ansiedad extrema hasta la heroína, no hay duda en que una persona puede terminar desarrollando dependencia a cualquiera de estas sustancias si las consume lo suficiente.

Hasta aquí, todo parece bastante directo. El Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DMS-5), publicado por la APA en el 2013, otorga definiciones y criterios diagnósticos para el abuso de sustancias muy claros y sencillos de seguir. De todas formas, ¿qué pasa con las adicciones sin sustancias?

Las adicciones sin sustancias

En los medios divulgativos, cada vez se ven más a menudo nombres rimbombantes para designar trastornos relacionados con actividades típicas que realizamos en nuestro día a día. Se busca la interacción con el lector y, por tanto, a veces se falta a la verdad en pos de buscar un clic. Para definir cuáles son las adicciones sin sustancias más claras no nos vale con la anécdota, pues tenemos que recurrir a profesionales en psicología.

Comenzamos citando lo que la APA no considera como actividades potencialmente adictivas. Entre ellas, encontramos las siguientes: compras, el tarot, el baile, la actividad de broncearse, el trabajo, los juegos de mesa, el sexo o el deporte. Según el DMS-5, “No hay suficiente evidencia para establecer los criterios diagnósticos y las descripciones del curso de la enfermedad necesarias para identificar estas conductas como trastornos mentales”.

Como puedes ver, casi nada de lo que se considera adictivo a nivel social a día de hoy fuera de las sustancias ha sido respaldado por la comunidad científica, al menos por ahora. De todas formas, sí que existen algunos ejemplos que demuestran que la adicción sin sustancias es posible.

El juego patológico: una adicción sin sustancia

La ludopatía, por ejemplo, es un trastorno equiparado a las adicciones a sustancias en todos los sentidos, así que fue catalogado en el DMS-5 en el bloque de “Trastornos relacionados con sustancias y trastornos adictivos”.

No es de extrañar, pues estudios han demostrado que la activación cerebral en el momento en el que se recibe un cuantioso premio en metálico es similar a la que se observa en un adicto a la cocaína recibiendo una dosis. La norepinefrina y la dopamina juegan un papel esencial en el desarrollo de la adicción al juego, al igual que el mecanismo que engancha a las personas al tabaco.

Como en el caso de cualquier otro trastorno, debe existir un criterio diagnóstico que pueda respaldarlo. Obtenemos las siguientes pautas para detectar a un ludópata de la Asociación Americana de Psicología (APA):

  • El paciente necesita jugar cada vez con más dinero para alcanzar el estado de bienestar esperado.
  • Se muestra ansioso, cansado e irritado cuando trata de dejar el juego.
  • Ha intentado controlar su adicción de forma repetida, pero no lo ha conseguido.
  • Presenta pensamientos frecuentes en torno al juego.
  • Tras perder el dinero en una apuesta, se convence para volver a jugar con el fin de recuperar pérdidas.
  • Miente para justificar/permitir su conducta adictiva.
  • Destruye relaciones sociales y oportunidades laborales para continuar con el juego.
  • Confía en su entorno para que le ayude a solventar los problemas derivados de la adicción.

Para que una persona pueda ser diagnosticada con este trastorno, debe presentar al menos 4 de estos 8 rasgos por un periodo de un año o más. Como estamos ante una enfermedad, existen criterios estandarizados que permiten su evaluación.

Los videojuegos: ejemplo de adicciones sin sustancias no comprobadas

En la otra cara de la moneda encontramos, por ejemplo, a los videojuegos. A pesar de que el uso repetido de esta forma de entretenimiento a costa del bienestar personal y del entorno ha recibido reconocimiento por parte de la OMS en su International Classification of Diseases (ICD), la APA no ha encontrado suficientes evidencias científicas para clasificarlo como trastorno, es decir, estamos ante el caso contrario a la ludopatía.

La mayor controversia radica en que no se sabe realmente si la adicción a los videojuegos es un trastorno en sí mismo o un síntoma de otra patología de índole psicológica. Esto ha fomentado mucha investigación, búsqueda de información y debate entre entidades médicas, pero todavía no se ha encontrado una respuesta clara. Mientras este “trastorno” no sea incluido en los manuales de diagnóstico, no podrá considerarse como tal.

Adicción a los videojuegos

Con estas líneas no queremos decir que el ejercicio crónico, las compras compulsivas o el consumo de videojuegos 10 horas al días no sean ejemplos de adicciones sin sustancias. Lo que pretendemos es hacer especial hincapié en que no se tiene suficiente información sobre estos eventos y, por ende, no se puede dilucidar del todo si son entidades clínicas aisladas o parte de otro cuadro más grande.

Por ejemplo, realizar ejercicio de forma compulsiva puede ser un criterio diagnóstico para detectar dismorfia muscular (vigorexia), pero el acto en sí mismo sin contexto no indica una enfermedad por sí solo. Por todas estas razones, hay que tener cuidado al tildar una conducta como adictiva.