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¿Pueden tener depresión los animales?


¿Pueden los animales desarrollar depresión? Extrapolar trastornos mentales a los animales pero basándose en criterios humanos es algo que quizás no sea del todo acertado.

Sin embargo, sí que se han podido ver conductas en animales que coincidiría con psicopatología que, hasta ahora, era diagnosticada en humanos.

La cuestión es muy compleja, y la vamos a tratar a continuación, tratando de dar una respuesta bien documentada sobre si es posible que los animales sufran síntomas depresivos.

¿Es posible que un animal desarrolle depresión?

De la misma manera que los seres humanos podemos presentar un amplio repertorio de problemas de tipo psicológico, los cuales tienen una repercusión negativa en nuestro bienestar, se ha visto que muchos animales, especialmente mamíferos, también pueden sufrir psicopatología.

Sin embargo, el estudio de psicopatología animal supone una cuestión muy compleja, sin poder decir con un rotundo "sí" que los animales sufren trastornos mentales. El motivo de ello es que la concepción de los trastornos mentales actuales se ha hecho en base a lo que se entiende por ser un ser humano ajustado en aspectos vitales como la familia, relaciones sociales, trabajo/estudios, y demás. Estos aspectos, como se podrá comprender, no son todos ellos encontrables en otras especies.

Así pues, dado que la depresión se entiende como un conjunto de síntomas humanos basados en criterios, también humanos, ¿cómo es posible poder diagnosticarla en otras animales? Los criterios del DSM y la CIE pueden ser de ayuda para tratar de darle una etiqueta diagnóstica a un animal, pero nunca se podrá dejar de lado que ese diagnóstico no sería exhaustivo ni del todo acertado para el ‘paciente’ a quien se le ha dado.

Teniendo en cuenta todo esto, en los siguientes apartados vamos a tratar de dar una respuesta mejor explicada sobre el por qué los animales sí pueden tener depresión, pero teniendo siempre en cuenta que la forma en que se ve la sintomatología depresiva en animales no humanos debería considerarse como provisional.

Animales y seres humanos: ¿se pueden comparar?

Los seres humanos tenemos un amplio repertorio de conductas. Algunas de ellas son saludables, proporcionándonos bienestar y un correcto ajuste social, mientras que otras nos son perjudiciales, que nos traen todo tipo de problemas psicológicos, o que están causados por un problema psicológico detrás.

Tratar de ver si los animales tienen o no trastornos mentales y, en especial, depresión, es algo realmente complicado, dado que el investigador quien lleve a cabo el estudio que aborde esta cuestión no podrá desvincularse de su concepción humana de la psicopatología. Interpretar la depresión en animales siempre se hará, se quiera o no, desde una perspectiva humana.

Pese a lo difícil de extrapolar los trastornos mentales humanos a los animales, resulta curioso como la mayor parte de la investigación sobre psicopatología se ha hecho partiendo de modelos animales. La idea detrás de este tipo de investigaciones, que suelen tomar una visión evolucionista, es la de que los mecanismos cerebrales vistos en humanos son compartidos también en otras especies. Esto vendría a decir que problemas neurológicos en animales podrían tener su réplica en los humanos.

Resulta complicado pensar que haya animales que puedan tener depresión pero, irónicamente, muchos fármacos antidepresivos se han probado en animales, viendo como estructuras cerebrales homólogas a las nuestras funcionan ante la ausencia o presencia de neurotransmisores como la dopamina y la serotonina, implicadas en la depresión.

Muchos neurólogos y neurocirujanos, como Philip R. Weinstein, sostienen que muchas estructuras cerebrales son compartidas por varias especies de vertebrados, en especial entre mamíferos. Estas estructuras desempeñan, en la inmensa mayoría de los casos, funciones similares. De entre ellos es especialmente destacable el cerebro de varias especies de primates, como los chimpancés.

El caso de los animales en cautividad

A la hora de estudiar la depresión en otras especies, lo más estudiado ha sido animales que se han criado en cautividad, especialmente en lugares en los que han tenido reducido espacio, han sufrido maltrato y no han podido desempeñar una conducta propia de su especie en estado salvaje.

El debate sobre la experimentación animal es un tema tan candente como el de la existencia de los zoológicos y los circos. Los investigadores, para bien o para mal, tienen a su disposición animales con los que pueden llevar a cabo situaciones como deprivación sensorial, separación forzada y limitación de la comida. Pese a que toda experimentación animal se hace con un objetivo y debe pasar un comité ético

Sin embargo, una situación en la que la ética brilla por su ausencia es en la de espectáculos con animales, especialmente en circos y zoológicos con pocos escrúpulos. No se debe interpretar esto como una generalización, dado que no estamos diciendo que en todos los espectáculos con animales se cometan abusos hacia ellos. Los zoos llevan a cabo una tarea de conservación de especies impecable en la mayoría de casos, y muchas compañías circenses están liberando a sus animales-actores.

Lamentablemente, muchos de los animales en este tipo de lugares sufren malos tratos, son sometidos a duros entrenamientos que suponen un gran estrés físico, psicológico y emocional, y esto hace que se produzcan profundas heridas en sus salud mental, lo cual acabará manifestándose en forma de problemas de conducta, depresión y ansiedad.

No obstante, e independientemente de si hay malos tratos o no, lo que se debe entender de estos animales es que no se encuentran en su hábitat. No se desarrollan de la misma manera en cómo lo harían animales pertenecientes a su misma especie en estado salvaje. Esto hace que, al no poder mostrar su verdadera naturaleza, confinados en unos pocos metros cuadrados, se vean obligados a reservar sus energías, que tarde o temprano emergerán a la superficie de formas muy variadas.

Debido a esto, y especialmente en animales muy maltratados, que acaban mostrando conductas malsanas, como autolesiones, arrancándose el pelo o plumas, rascándose hasta que sale sangre, además de mostrarse apáticos, con indefensión adquirida y nerviosismo.

¿Cómo saber si un animal está deprimido?

Cuando hablamos de depresión en animales, mucha gente tiene la idea preconcebida de que los síntomas asociados a este trastorno del estado del ánimo se van a manifestar de forma más o menos similar en todas las especies. Esto no es así. De la misma manera que los animales presentan plumaje y pelaje diferentes, comen cosas muy variadas y desempeñan un papel distinto en la cadena trófica, sus conductas depresivas también van a ser variables en función de la especie.

Sin embargo, no ha sido posible estudiar a todas las especies animales del mundo, y tampoco es concebible la idea de que ciertas especies, como pueden ser los corales o percebes, puedan tener depresión tal y como la entendemos conductualmente. La mayor parte de la investigación ha puesto el foco sobre los mamíferos, especialmente en los chimpancés y mascotas como perros y gatos.

Dentro del campo de la primatología, pese a que muchos simios han mostrado unas habilidades para aprender el lenguaje humano muy superiores a la de otros animales, cabe decir que su destreza lingüística es limitada. No les permite revelar su mundo interno, un aspecto fundamental en el diagnóstico de la depresión con personas, dado que es importante saber cómo viven su problemática.

La mayoría de los investigadores con chimpancés se valen de la observación para conocer su salud mental. Mientras los observan, se fijan en su conducta social, su interés sexual, cuál es su motivación delante de la comida, si deciden hacer frente a una amenaza potencialmente mortal, si se separan del grupo y si sus patrones de sueño se han visto alterados sin una causa ambiental aparente.

Un ejemplo de depresión en chimpancés es el caso de Flint, una chimpancé quien fue estudiada por la primatóloga Jane Goodall en el Parque Nacional de Gombe de Tanzania y que se puede leer en su libro Through a window (1990).

Flint vivía con su madre hasta que ésta falleció. Desde entonces inició un período de duelo, aislándose del resto de chimpancés y quedándose quieta mirando hacia el infinito, sin comer absolutamente nada. No dejó de mirar hacia el horizonte, con la esperanza de que su madre volvería. Mientras, se fue debilitando poco a poco hasta que, finalmente, murió a causa de la inanición.

Dejando de lado a los chimpancés, pasamos a las mascotas, especialmente a los perros. Los veterinarios suelen ver a perros quienes manifiestan todo tipo de conductas cuando sus dueños se van de casa, mostrando ansiedad por separación, llorando, aullando y comportándose de forma muy impulsiva. También se han visto autolesión, como rascarse hasta sangrar y golpear la puerta de forma tan violenta que se hieren. Incluso hay perros quienes, estando deprimidos, se ponen a cazar moscas imaginarias.

En cuanto a los gatos, cuando se encuentran muy deprimidos hacen justo lo contrario que los perros: permanecen quietos, inmóviles, temerosos de hacer cualquier movimiento.

Referencias bibliográficas:

  • Brent L, Lee DR, Eichberg JW (1989) The effects of single caging on chimpanzee behavior. Lab Anim Sci 39: pp. 345 - 346.
  • Koob GF, Ehlers CL, Kupfers DJ, editors. (1989) Animal models of depression. New York: Springer-Verlag. 300 p.
  • Harlow HF, Dodsworth RO, Harlow MK (1965) Total social isolation in monkeys. Proc Natl Acad Sci U S A 54: pp. 90 - 97.