Animales que han aprendido a usar herramientas: ¿qué sabemos de ellos?
¿Existen animales que han aprendido a usar herramientas? Este fenómeno ha sido registrado múltiples veces, tanto en la naturaleza como en ambientes cautivos, con una finalidad evolutiva clara para el ser vivo: facilitar la obtención de comida, defensa, acicalamiento, entretenimiento o construcción de estructuras.
A veces nos resulta violento reconocer que como especie no somos los únicos con capacidades cognitivas tan sofisticadas como para manipular nuestro entorno de forma compleja. La sociedad humana se caracteriza por una visión ligeramente antropocentrista, pues tendemos a traducir todo comportamiento natural a términos y finalidades humanas para comprender mejor los procesos que nos rodean.
Por ello, la utilización de herramientas en animales es un tema mucho más controvertido de lo que se podría imaginar, pues la definición de la palabra “herramienta” en sí misma ya supone un desafío. Si quieres saber más sobre el apasionante mundo de las capacidades cognitivas de los seres vivos, continúa leyendo.
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Animales que han aprendido a usar herramientas: optimizando el entorno
La etología es la rama de la biología y psicología experimental que se encarga de comprender los comportamientos animales, tanto en condiciones de laboratorio como en su medio natural. Los objetivos de esta disciplina son el estudio de la conducta, el instinto, las relaciones con el medio y las pautas que guían los comportamientos innatos o adquiridos en el mundo de los seres vivos.
Esta rama se encuentra sujeta a un escrutinio continuo, pues la interpretación de los comportamientos animales puede verse completamente sesgada por el humano que los observa o las condiciones experimentales que se presenten. Por mucho que se requieran respaldos estadísticos para sospechar cualquier tipo de relación, la lectura de los mismos dependerá considerablemente de los ojos de quien los interprete.
Por ejemplo, si se toma la media de la puesta de diversas hembras de una especie de invertebrado en distintas áreas y las de la zona A producen más huevos que las de la zona B, poco más hay que discutir, ¿verdad? Parece que existe una correlación entre el área geográfica y la cohorte de descendencia producida. Tras descubrir esto se puede indagar sobre el porqué: más presencia de alimento, hembras de tallas más grandes, respuesta evolutiva ante más depredadores, etc.
Pero, por ejemplo, pongamos un experimento en el que tenemos dos colonias de abejas, una a la que hemos molestado durante las últimas horas agitando su panal y otra a la que no. Resulta que la colonia no molestada es más proclive a acercarse a muestras con olores desconocidos, mientras que la que ha sido “amenazada” tiene más precaución y solo se acerca a las fuentes aromáticas que ya conoce (este experimento, aunque simplificado al extremo, es real).
¿Cómo interpretamos estos datos? ¿Podemos afirmar que las abejas son conscientes de su propio estado de alerta y por ello deciden no arriesgarse? ¿Estamos ante un mecanismo primal meramente evolutivo o existe alguna capacidad cognitiva compleja asociada? Desde luego, la lectura de los resultados está mucho más sujeta a debate que en el caso anterior.
Lo que hemos querido subrayar con estos dos ejemplos es que la extensión de la conducta animal depende ampliamente de quién la ve y de los parámetros medidos. Por ello, aunque parezca sorprendente, no todos los científicos están de acuerdo en la existencia de animales que han aprendido a usar herramientas. No es que la nieguen por completo, sino que muchos casos conocidos por la población no se aplicarían estrictamente a esta definición.
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¿Qué es una herramienta?
La primera piedra que nos encontramos en el camino a la hora de registrar estos comportamientos es la propia descripción del término herramienta. Una definición bastante extendida, propuesta en una publicación científica en 1980 y modificada desde entonces, es la siguiente:
“La utilización externa de un objeto disponible en el medio ambiente para alterar de forma más eficaz la forma, la posición o la condición de un objeto, otro organismo o del mismo que lo usa, cuando el mismo es el que sostiene y manipula la herramienta durante o antes de su uso y es responsable de una correcta y efectiva orientación de la misma.”
Como podemos ver en esta rudimentaria traducción del inglés, el propio concepto de herramienta tiene diversas acepciones a tener en cuenta. Para ciertos investigadores el uso de objetos como si estos fueran herramientas no constituyen una herramienta en sí, pues los humanos somos los únicos capaces de modificar un objeto lo suficiente para que se considere una herramienta real (y como mucho, otros primates).
Por ejemplo, cuando un pájaro utiliza un trozo de pan para atraer a un pez y posteriormente cazarlo (comportamiento real), no podemos definir a esta pieza de alimento como una herramienta en sí misma. El consenso general es que se trata de una “proto-herramienta”. Siguiendo con el ejemplo de los pájaros, estudios han descubierto que las aves que utilizan estas proto-herramientas tienen cerebros menos desarrollados que las que se sirven de herramientas reales.
Cuando los animales utilizan una herramienta para obtener otra estamos ante una “meta-herramienta”. Por otro lado, cuando utilizan una herramienta para posteriormente servirse de otra estamos ante un “uso de herramientas secuencial”. Como podemos observar, el mundo del uso de objetos en la naturaleza es mucho más complejo de lo que en un principio se podría creer.
Para mantener el tren de pensamiento y no complicar las cosas de más, vamos a continuar con el mundo de las aves. Como pájaros que utilizan “herramientas reales” tenemos a los cuervos de Nueva Caledonia (Corvus moneduloides), pues son capaces de fabricar palos como herramientas a partir de ramas y otras estructuras plantares.
Es interesante conocer que esas herramientas presentan una lateralidad, es decir, que son modificadas según un patrón específico. Las ramas son modificadas de forma eficaz en forma de gancho para ser utilizadas posteriormente para la obtención de larvas de escarabajo en los recovecos de los árboles. Como podemos ver, la estructura basal es modificada para generar un instrumento que facilita una actividad compleja, por lo que sí que entraría, sin ninguna duda, en la definición más estricta de “herramienta”.
Al presentar este dilema, ejemplos de utilización de herramientas en el mundo natural se ven puestos en duda. Por ejemplo, ¿se puede considerar que las nutrias utilizan herramientas si se sirven de piedras para romper las cáscaras de los invertebrados marinos que consumen? Una vez expuesta esta información, lo mínimo es pararse a pensar unos segundos: ¿modifican las piedras antes de utilizarlas?
Con estas cuestiones no queremos circunscribir o delimitar el comportamiento animal desde un punto escéptico, pues únicamente tratamos de expresar que no todo es tan sencillo como diversas fuentes divulgativas tratan de mostrar. Sí, existen múltiples ejemplos de la utilización de herramientas reales, como los orangutanes que fabrican silbatos improvisados a partir de hojas de árboles para avisar a los demás de la presencia de depredadores o la fabricación de “lanzas” rudimentarias por parte de los chimpancés para dar caza a presas.
En este caso concreto el primate debe coger una rama, arrancar las prolongaciones y dejar solo una y afilar el extremo con sus dientes. De nuevo, estamos ante la fabricación real de una herramienta, pues el objeto en sí mismo ha sido modificado para una finalidad compleja. Desde luego, al fijarnos en orangutanes, gorilas y chimpancés la cosa cambia, pues la manipulación compleja de recursos naturales ha sido observada en múltiples ocasiones y poca duda queda a la hora de reconocer su capacidad de fabricar herramientas.
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Conclusiones
Como podemos observar, la clave para entender a los animales que han aprendido a usar herramientas es, en primer lugar, definir lo que se considera una herramienta o instrumento y lo que no.
La cosa se complica aún más en ambientes cautivos, pues se pueden registrar comportamientos que son relativamente menos comunes en la naturaleza, por ejemplo, debido al contacto contínuo entre animales que ya han aprendido a usar herramientas de forma previa o una mayor cantidad de energía y tiempo libre que en el ecosistema natural está ausente.
Así pues, el uso de herramientas en el mundo animal podría (o no) estar más restringido de lo que en un principio se piensa. La finalidad del objeto, la modificación del mismo y la manipulación del ser vivo pueden ser factores condicionantes para lo que se considera (o no) según el juicio personal un uso efectivo de las herramientas.
Referencias bibliográficas:
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