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Zoofilia: causas, síntomas y tratamiento


La pasión, la llama, el deseo, la atracción… estas palabras hacen referencia a la vivencia de la sensualidad y la sexualidad.

Dicha vivencia o la ausencia de ésta es un aspecto muy importante del ser humano. Incluso a nivel académico, autores como Sigmund Freud han investigado la importancia de la libido como uno de los elementos fundamentales (en su caso el más importante) de la psique y la conducta humana. La sexualidad humana es amplia y compleja, habiendo una gran diversidad en el tipo de estímulos que provocan el deseo de los individuos. Puede gustarnos una persona u otra, despertar el deseo determinadas características que a otros les desagradan o incluso puede motivarnos probar a mantener relaciones de maneras distintas a las que empleamos normalmente.

Independientemente de ello, por norma general el objeto de deseo o aquello por lo que nos sentimos atraídos es un ser humano con suficiente capacidad y madurez física y psíquica como para establecer relaciones. Sin embargo, existen personas cuya vivencia de la sexualidad incluye un objeto de deseo atípico, en algunos casos incluso ilegal y dañino para sí mismo o para otros. Dentro de este grupo podemos encontrar a las personas que mantienen relaciones carnales con seres vivos de otras especies animales diferentes a los humanos: personas que practican la zoofilia.

Rememorando conceptos: parafilias

Tal y como hemos mencionado, la sexualidad es una dimensión compleja y variada. Pero existen personas cuyo objeto de deseo se encuentra fuertemente restringido a un aspecto, deseando o realizando prácticas sexuales con seres vivos u objetos inanimados que o no consienten o no tienen la suficiente capacidad o madurez para tomar la decisión de consentir, o bien cuya activación sexual depende de la presencia de dolor o humillación propia o de la otra persona. Estas personas padecen el tipo de trastornos conocidos como parafilias.

Este tipo de trastorno se da de manera continuada en el tiempo y provoca un elevado nivel de malestar en la persona, al tener de manera recurrente fuertes fantasías sexuales que incluyen actos o actores que el propio sujeto o la sociedad rechaza. E incluso en los casos de parafilias en las que las personas no presentan malestar, el hecho de tener un objeto de deseo restringido provoca que vean parte de su vida limitada.

Algunas de estas parafilias suponen asimismo un daño o un abuso hacia otros seres, como ocurre con los pedófilos o, en el caso que nos ocupa, los zoofílicos. Es por eso que, aunque no supongan un daño para la persona que expresa esa conducta de comportamiento, sí son consideradas parafilias, problemas que hay que tratar con ayuda profesional.

La zoofilia como trastorno parafílico

Una de las parafilias más conocidas es la zoofilia o bestialismo. Este trastorno de la inclinación sexual supone la existencia de una atracción sexual consistente a lo largo del tiempo hacia otros animales no humanos. También llamada bestialismo en los casos en que el sujeto consuma sus fantasías, este trastorno tiene graves efectos en quienes lo sufren. Concretamente suelen ser sujetos que se avergüenzan de los actos que cometen, causando sensaciones de ansiedad y malestar (cosa que puede provocar la reincidencia del acto como método para aliviar dicha ansiedad), además de facilitar un deterioro continuado a nivel social e incluso laboral.

El nivel de atracción y el ser objeto de deseo puede ser muy variable. Existen personas zoofilicas que presentan una fijación con una especie en concreto y otros que se sienten atraídos por diversas especies. Hay que tener en cuenta que algunas prácticas zoofílicas son llevadas a cabo de manera sustitutoria ante la imposibilidad de acceder al objeto de deseo verdadero, siendo éste las personas. Sin embargo el sujeto zoofilico sí tiende a tener mayor preferencia por seres no humanos.

Además de ello, hay que tener en cuenta que la zoofilia es una práctica penada por ley en múltiples países (incluyendo el nuestro, España), debido al abuso que se comete con el animal en cuestión. El mantenimiento de relaciones sexuales con animales puede provocar también la transmisión de enfermedades severas, apareciendo infecciones de transmisión sexual como el linfogranuloma venéreo y otras alteraciones que pueden provocar grandes problemas en la calidad de vida de la persona. Asimismo, pueden provocarse durante el acto lesiones físicas tanto en persona como en animal, así como alteraciones conductuales posteriores a la cópula.

Posibles causas de la conducta zoofílica

Si bien no se conoce su prevalencia exacta (quienes tienen una parafilia no suelen admitirla), este trastorno catalogado como parafilia no especificada no es frecuente en la población general. El mecanismo que provoca que un ser humano establezca en seres de otras especies su objeto de deseo sexual no es aún conocido.

Al igual que ocurre con el resto de parafilias, se ha propuesto que puede deberse a una asociación casual entre excitación sexual y animal. Esta asociación sería producto del azar o de la sublimación de necesidades afectivosexuales, y ante la practica repetida podría llegar a constituir un trastorno y una fijación en el otro ser, que culminaría identificándolo como objeto de deseo.

Las prácticas zoofílicas suelen darse en zonas aisladas y de difícil acceso, generalmente en ámbitos rurales. En este tipo de ambientes el contacto humano puede llegar a estar muy limitado, mientras que el acceso al ganado y otros animales es relativamente sencillo. Esta es una de las características comunes entre las personas con zoofilia: la soledad y el aislamiento. Otra característica común en estos sujetos que podría ayudar a explicar el problema es la presencia de un bajo nivel de habilidades sociales, que provocan un elevado nivel de frustración y que en algunas personas puede provocar la necesidad de desahogar el deseo insatisfecho y el malestar anímico.

Si a todo ello se le añade la unión emocional que existe entre un animal doméstico o de granja y su dueño o la persona que les cuida, es posible que la persona sienta una conexión especial que puede derivar en un principio de deseo sexual, e incluso humanizar al animal. Esta teoría se vería apoyada en este caso. Además, muchos individuos con este problema indican que los animales les otorgan un mayor nivel de afecto y lealtad que otras personas.

Al margen de esto, algunas culturas y creencias pueden facilitar la presencia de este trastorno, y en ciertos trastornos mentales pueden llegar a aparecer conductas de este tipo de forma secundaria.

Tratamiento de la zoofilia

El tratamiento de una parafilia como la zoofilia es complejo y está sujeto a debate. Muchos de estos pacientes consideran que con las prácticas zoofílicas no hacen daño a nadie, equiparando su situación a la de otros colectivos históricamente perseguidos, alegando una supuesta incomprensión basada en prejuicios. Sin embargo, en el caso de la zoofilia los animales en cuestión no tienen la capacidad de dar o negar el consentimiento a la cópula, con lo que en la práctica la zoofilia supone una violación a éstos.

Otro de los motivos por el que el tratamiento resulta complicado es que la mayor parte de sujetos que padecen zoofilia ocultan este hecho, debido a la vergüenza o al miedo al juicio social. El simple hecho de aceptar la terapia supone reconocer que se tiene un problema en ese sentido.

Una de las mejores formas de tratar este problema pasaría por el tratamiento psicológico. Teniendo en cuenta que las personas con zoofilia son generalmente individuos solitarios con poco contacto social, un tratamiento efectivo se basaría en ayudar al sujeto a aumentar su autoestima y sus habilidades relacionales con humanos, el análisis de sus fantasías y de qué elementos de éstas son apetecibles e inducen a la excitación sexual. A partir de todo ello sería posible focalizar y reconducir las pulsiones del sujeto.

Se trata de un proceso complejo pero posible mediante el trabajo psicoterapéutico, atendiendo a las secuencias conductuales y cognitivas del individuo y trabajando tanto en potenciar la excitación sexual normativa como en deserotizar el hasta entonces objeto de deseo.