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La proyección: criticando al otro, hablamos de nosotros


Criticar a los demás es un “deporte” ampliamente extendido entre muchas personas. Hablamos de cómo se visten los otros, cómo piensan, cómo se comportan, cómo dirigen sus vidas...

Pero... ¿qué se esconde detrás de una crítica? ¿Qué mecanismos hacen que muchas personas no puedan reprimir el impulso de juzgar a los demás? La psicología humanista Gestalt impulsada por Fritz Perls en los años 40 explica este fenómeno a través de un concepto llamado “proyección”.

La crítica a los demás y los mecanismos neuróticos

Como terapia humanista, la Gestalt se caracteriza por perseguir la realización personal para desarrollar al máximo el potencial humano. Uno de sus pilares es el autoconocimiento para reconocer la relación entre las sensaciones corporales que nos provocan nuestras emociones y vincularlas con nuestras necesidades para aprender a satisfacerlas.

Cuando la persona no sabe darse a ella misma lo que realmente necesita, es cuando aparecen según la Gestalt los mecanismos neuróticos, que son todas aquellas perturbaciones tanto a nivel de pensamiento como de conducta que surgen a causa de la incapacidad del individuo de hacer lo que realmente desea para intentar adaptarse y ser aceptado por su entorno social. La proyección es uno más de estos mecanismos y es la base de la crítica a los demás.

¿Qué ocurre durante la proyección?

El que proyecta, rechaza algunos aspectos de sí mismo y se los adjudica a los otros. Lo que una persona critica de otra siempre tiene que ver con el que juzga; puede ser algo que le gustaría hacer pero que no se permite, o bien algo de su propia de su personalidad que le disgusta.

Por ejemplo, si alguien rechaza de otra persona su extremada ira, es posible que esa rabia no la reconozca como suya, porque no la quiere o puede expresar, o porque no le gusta de él mismo su propia ira incontrolada. Al criticar, a veces tendrá razón, pero la mayor parte del tiempo estará pasando su opinión por el filtro de la propia experiencia y cometerá graves errores juzgando a los otros. Además, se sentirá impotente para cambiar la situación, ya que la culpa siempre será externa.

Por tanto, el hecho de proyectar o criticar es la atribución a algo o a alguien de las cualidades o sentimientos propios que no estamos preparados para reconocer como nuestros.

El papel de los sueños según la Gestalt

Otro dato curioso del paradigma de la Gestalt es que según este los sueños también son proyecciones. Es decir, lo que soñamos es esa parte que no integramos o que no tenemos resuelta sobre nosotros mismos, por lo que los sueños nos pueden dar muchas pistas sobre lo que somos, lo que nos preocupa o qué necesitamos solucionar en cada momento.

Esta perspectiva sobre el mundo onírico nos dice que detrás de gran parte de las críticas a los demás hay mecanismos psicológicos muy profundos que nos afectan incluso cuando nuestra mente ha “desconectado” del entorno inmediato del presente.

Cerrando el ciclo de nuestras necesidades

Por tanto, cuando criticamos a los demás en realidad estamos hablando de nosotros mismos y ésto en vez de convertirse en algo negativo y mirado desde este nuevo punto de vista,puede ayudarnos a ser más comprensivos y empáticos con lo que dicen o piensan otras personas.

Por otro lado, puede guiar nuestros pasos, ya que en vez de quedarnos en la crítica y siempre ver la culpa de lo que pasa en los otros, nos puede indicar los pasos que tenemos que dar para no ir por caminos y decisiones que no nos corresponden y ser consecuentes con lo que sentimos.

La Terapia Gestalt nos ayuda a identificar estos mecanismos neuróticos que nos impiden cerrar el ciclo de nuestras necesidades y ser conscientes de dónde cortamos nuestros deseos, para así decidir si queremos actuar igual y seguir criticando, o bien si queremos atrevernos a ser nosotros mismos y no tener necesidad de hacerlo. Uno de los objetivos importantes dentro de la terapia Gestalt es precisamente asimilar dichas proyecciones, es decir, que aceptemos como parte de nuestra experiencia aquello rechazado.

Así que cuando sintamos la tentación irrefrenable de enjuiciar a los demás, es más útil pararnos a sentir lo que nos pasa por dentro y saber sacar partido a lo que nos digan nuestras emociones y sentimientos.