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María Dolors Mas: «La autoestima está formada por cinco autoconceptos»


El concepto del "Yo", la propia identidad, es un elemento psicológico que, por su propia definición, parece ser algo íntimo e intransferible: la idea de que nadie nos conoce tanto como nosotros mismos resulta muy intuitiva, y tiene mucho de verdad. Sin embargo, no podemos olvidar que el modo en el que percibimos el mundo que nos rodea y cómo los demás interactúan con nosotros también influye mucho en cómo nos vemos a nosotros mismos.

Psicopatologías como el trastorno dismórfico corporal son una muestra de hasta qué punto nuestra percepción de nosotros mismos se nos puede ir de las manos, hasta el punto de dañarnos. Por suerte, desde la psicoterapia es posible superar esta alteración psicológica y otras similares, tal y como sabe de primera mano la persona a la que entrevistamos hoy, la psicóloga María Dolors Mas Delblanch.

Entrevista a María Dolors Mas Delblanch: el trastorno dismórfico corporal y su relación con la publicidad, la estética y las redes sociales

María Dolors Mas Delblanch es Psicóloga General Sanitaria con muchos años de experiencia en recursos terapéuticos como las técnicas del modelo cognitivo-conductual, las terapias contextuales, y la Realidad Virtual y aplicada a la psicología. Esta profesional trabaja desde la terapia infanto-juvenil y para adultos en su consulta de Badalona, y en esta entrevista nos habla sobre las particularidades del trastorno dismórfico corporal y sobre las alteraciones psicológicas vinculadas a este.

¿Cómo resumirías lo que es el trastorno dismórfico corporal, y qué lo diferencia de otras psicopatologías similares?

El trastorno dismórfico o dismorfofobia es la preocupación excesiva por defectos o imperfecciones no objetivables en la cara y la cabeza, aunque también se suele dar con mucha frecuencia en otras partes como los muslos, las caderas, el abdomen o los brazos.

A pesar de ello, las imperfecciones que causan una mayor aversión para los pacientes son todas aquellas zonas relacionadas con el acné como la frente, la nariz o la barbilla, la pérdida de pelo (especialmente en mujeres y en hombres jóvenes), marcas, cicatrices...

Al mismo tiempo, suelen aparecer compulsiones como mirarse constantemente al espejo, arreglarse durante mucho tiempo y de una forma excesiva antes de salir a la calle y, en algunos casos, por paradójico que pueda parecer, algunos pacientes se llegan incluso a autolesionar (escoriaciones, arañazos) como una forma de evitación social y, en algunos casos de menores de edad, como una forma de conseguir la autorización paterna a una intervención estética que, de otra manera, no tendrían.

Todo ello, obviamente, causa un malestar clinicamente significativo e interfiere claramente tanto en la vida personal como familiar, social y académica o laboral.

Se puede diferenciar de otros trastornos parecidos como la dismorfia muscular producida en los TCA o trastornos del espectro obsesivo-compulsivo como la tricotilomanía o la dermatilomanía. Sin embargo, parece bastante claro que, por ejemplo, en el caso de la dismorfia muscular el perfil es más cercano al de pacientes con TCA en cuanto a perfeccionismo, anhedonia, obsesiones relacionadas con la alimentación y/o el ejercicio físico intenso. Además, en este caso, se da mayoritariamente en hombres, mientras que el trastorno dismórfico se da, sobre todo, en mujeres.

¿Existe un perfil de persona especialmente predispuesta a desarrollar este trastorno?

El trastorno dismórfico corporal (TDC) constituye entre 1,7 y el 2,5% de los diagnósticos en población general, aunque suele estar infradiagnosticado porque son pacientes que acuden antes a la consulta de un cirujano estético que a la de un psicólogo.

Presentan mayor riesgo de TDC aquellas personas que hayan vivido en un ambiente disfuncional en las figuras parentales, con escaso apoyo familiar y/o social, que hayan vivido experiencias traumáticas como abusos sexuales o que presenten, de forma premórbida, problemas dermatológicos o médicos.

Asimismo, los pacientes más predispuestos a padecer un TDC son aquellos con determinadas características de personalidad como neuroticismo, perfeccionismo, hipersensiblilidad a la crítica, con miedo al rechazo, con baja autoestima y asertividad, desesperanza e hipocondría.

Por otra parte, existen factores predisponentes socialmente como las altas expectativas familiares que llevan a un elevado perfeccionismo con la finalidad de evitar decepcionar a las figuras parentales. De la misma manera, son factores socioculturales predisponentes los actuales patrones de belleza y su difusión constante a través de la publicidad, las redes sociales y los medios de comunicación como símbolos del éxito y del dinero.

¿Cómo influye en la aparición del trastorno dismórfico corporal el mundo de las redes sociales y el constante ensalzamiento de los cánones de belleza en Internet y en los medios de comunicación?

Como decía, tanto la publicidad como las RRSS y los medios de comunicación proporcionan una representación social de un cuerpo ideal basando todo su contenido en modelos femeninas muy delgadas, altas, jóvenes y, a quienes, por tanto, ya se les presupone dinero y éxito en la vida.

Por ello, los pacientes con TDC y, muy especialmente, las jóvenes adolescentes, establecen un patrón de comparación social con dichas imágenes con las consecuencias negativas, a todos niveles, que ello supone.

Además, dicha representación social de una imagen ideal de unas modelos incide directamente en la percepción del propio cuerpo que tienen los pacientes y, más aún, de esos problemas estéticos que, en la mayoría de los casos, no serían objetivables.

Obviamente, existe una falta de sentido crítico ante unas imágenes que, posiblemente, hayan sido retocadas fotográficamente, pero porque previamente no ha existido esta capacidad crítica en aquellos que tienen la responsabilidad de permitir la publicación de imágenes en publicidad, medios de comunicación o RRSS así como una falta de reflexión por parte de los padres y profesores, en una etapa en que es muy importante afirmar la personalidad de las adolescentes.

¿En el trastorno dismórfico corporal la autoestima queda dañada en todos los aspectos, o solo en lo referente a la imagen del propio cuerpo?

Como sabemos, la autoestima está formada por cinco autoconceptos: el académico/laboral, el familiar, el social, el emocional y el físico. Aunque, obviamente, el autoconcepto más dañado es el físico en cuanto hace referencia a la imagen que tenemos sobre nuestro propio cuerpo y el cuidado del mismo, el hecho de que tengamos pensamientos intrusivos acerca de posibles asimetrías, correcciones o imperfecciones, nos acarrea un deterioro del autoconcepto emocional ya que no somos capaces de responder a las situaciones de la misma manera que si tuviéramos el control sobre nuestras emociones.

Al mismo tiempo, las compulsiones llevan mucho tiempo, lo cual puede producir una disminución del rendimiento académico/laboral y, por tanto, afectan al autoconcepto académico/laboral.

De la misma manera, muchas veces, la familia y los amigos no acaban de entender un trastorno que, en la mayoría de los casos, “no ven” y, por ello, el autoconcepto familiar y el social se afecta puesto que el paciente no se acaba de sentir integrado ni en su grupo social ni familiar

¿Cuáles son algunas de las estrategias y técnicas utilizadas en psicoterapia para ayudar a los pacientes que sufren esta alteración?

Ante todo, el paciente debe llegar a psicoterapia porque este es el punto más crucial y complicado. Generalmente, muchos pacientes acuden en primer término al cirujano plástico y allí no siempre se detectan los casos de trastorno dismórfico corporal. En los casos en que el cirujano sí entiende la psicopatología, suele hacer la derivación pero, aún así, se debe contar con la voluntad del paciente quien, otras muchas veces, puede decidir acudir a otro cirujano y a los que hagan falta hasta que encuentre aquel que le intervenga sin hablar de terapia, si es que lo encuentra.

También es fundamental el establecimiento de una buena alianza terapéutica con el paciente y, en el caso de ser menor de edad, es necesario elegir de forma adecuada al coterapeuta para las sesiones de exposición con prevención de respuesta ( EPR) Generalmente, se busca dentro del ámbito familiar y suele ser uno de los padres, si existe un nivel de confianza lo suficientemente sólido. Aún así, la existencia de discrepancia educativa puede suponer una interferencia y, por ello, será necesario tener una red social de calidad.

En algunas sesiones será necesario realizar relajación, para lo cual en lugar de usar las técnicas clásicas, que, al final, no nos aportan información suficiente acerca del verdadero estado ansiógeno del paciente, se puede usar Mindfulness mediante Realidad Virtual.

Asimismo, se puede usar la Realidad Virtual para la distorsión de la imagen corporal. Así, tenemos entornos como el vestuario o el restaurante que nos sirven, el primero, para que la paciente tenga información correcta acerca de sus propias dimensiones distorsionadas.

En este sentido, esta técnica de tercera generación (que usamos en nuestro Gabinete desde hace 10 años) es una sustituta perfecta para la exposición gradual a situaciones evitadas ya que así ahorra al paciente todos los inconvenientes ya que la paciente se sitúa en un entorno cálido, empático y, sobre todo, seguro, en el que exponerse, de una forma muy aproximada a la real, a sus miedos.

Por lo que has ido viendo a lo largo de tu experiencia, ¿cómo va dándose el proceso de recuperación y mejoría de estas personas, una vez han buscado ayuda profesional?

Por lo general, si se dan los dos elementos que he mencionado anteriormente: introspección por parte de la paciente de que su problema es psicológico y no estético más una buena alianza terapéutica y siguiendo el protocolo de un tratamiento cognitivo-conductual al cual se le han añadido terapias de tercera generación como la Realidad Virtual o la ACT, la mayoría de los pacientes tienen una buena evolución con remisión de la sintomatología.

Sin embargo, un punto importante, continúa siendo que los pacientes adquieran conciencia de la necesidad de realizar seguimientos periódicos tras el alta. A pesar de que las dos últimas sesiones se dedican a la prevención de recaídas, es importante realizar dicho seguimiento para comprobar si los resultados se mantienen a medio y largo plazo, para realizar una valoración del tratamiento realizado así como el mantenimiento de las conductas que se instauraron durante el mismo.