¿Estamos ante un repunte en las solicitudes de Terapia de Pareja?
En los últimos meses hemos vivido una realidad sin precedentes. Si dirigimos la atención de lo macro a lo micro ha habido un impacto clarísimo tanto a nivel de sociedad, pasando por nuestro tejido social, familiar y de pareja, hasta acabar en nosotras y nosotros como seres individuales.
La gran mayoría de personas han escuchado mensajes sobre cómo vamos a ver un repunte de solidaridad a nivel social, vamos a valorar y cuidar las relaciones familiares y sociales de otra manera al haberles dado el auténtico valor que tenían por haberlas echado en falta, que vamos a reordenar las prioridades individuales y vivir vidas más significativas o que vamos a encontrarnos con un repunte de separaciones y divorcios a la vuelta de la esquina.
Habría mucho que reflexionar en todos esos planos, y no cabe duda de que los estudios que irán apareciendo los próximos meses y años arrojarán mucha luz al respecto. Pero vamos a detenernos en la pareja.
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De la crisis por pandemia a la crisis de pareja
El confinamiento ha supuesto un gran cambio y por lo tanto, un gran ejercicio de adaptación en un contexto global que ya de por sí ha funcionado como un estresor. Podríamos decir que ha habido tantas vivencias del confinamiento y la crisis de la COVID-19 como personas y circunstancias.
Pero la imposibilidad de verse físicamente sin haberlo elegido para las parejas no convivientes, el tener que vivir 24 horas 7 días a la semana juntos en un mismo espacio sin posibilidad de salir para aquellas parejas convivientes que teletrabajaban o no han tenido que salir fuera de casa para trabajar, o el reto que ha supuesto gestionar la crianza entre 4 paredes de las parejas con hijos o hijas a su cargo, no tenemos ninguna duda de que ha marcado una importante huella.
No podemos afirmar (no tenemos datos para hacerlo) que las parejas hayan salido debilitadas o reforzadas (muy probablemente eso dependerá de cada pareja, su vínculo previo, su potencial de adaptación y las circunstancias en las que hayan vivido el confinamiento y desescalada). Pero sí podemos afirmar que en la clínica privada ya vamos notando un incremento notable de las solicitudes de Terapia de Pareja.
Características del vínculo previas
Sabemos que hay parejas que tienen un pegamento relacional más eficaz que otras, es decir, que su unión es más sólida. Aquellas parejas que tienen mejor capacidad comunicativa y de resolución de conflictos, las parejas que tienen un proyecto común y se conectan en su vínculo con la sensación de equipo, o las parejas que comparten valores y los colocan en órdenes parecidos lo que no rompe su sensación de prioridad, tienen mucho ganado.
Aquellas parejas que al tener mejor pegamento contaran con un vínculo más fuerte probablemente hayan notado una mayor sensación de amortiguación relacional. Es decir, que incluso ante el hecho de que no sumaran más a la pareja o que la situación les llevara a restar en su vínculo, habrían notado mucha menor erosión.
Potencial de adaptación
Pero no se puede vivir solo de las rentas. Incluso aquellas parejas con mejores pegamentos y por lo tanto, con mejor amortiguación relacional, bajo las condiciones suficientes de desgaste y erosión, pueden llegar a ver su vínculo dañado. Por lo tanto, es importante tener en cuenta el potencial de adaptación y la flexibilidad.
En los recorridos biográficos de pareja es habitual encontrar retos de adaptación: mudanzas, cambios de trabajo, nacimiento de hijos/as, enfermedad en las familias de origen... y para la vivencia con ajuste de todos ellos, la capacidad de adaptación a las nuevas exigencias, necesidades y coordinación de roles es fundamental.
Es frecuente encontrarnos en consulta con personas que ante este tipo de circunstancias caen en la trampa de querer volver a lo anterior. Es decir, recurren de forma rígida a la fórmula de afrontamiento y gestión que les había dado resultado en otros momentos, algo que bajo nuevas circunstancias muy probablemente no vaya a dar resultado.
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¿Qué tiene esto que ver con el repunte de solicitudes de Terapia de Pareja?
Sabemos que las y los terapeutas de pareja tenemos roles muy diversos en función de a qué pareja y en qué momento de su relación tenemos en consulta. Podemos ser meros acompañantes en procesos de toma de decisiones de parejas que aunque les cueste aceptarlo ya no quieren seguir juntas, podemos ser recuperadores de estados críticos cuando trabajamos con parejas que vienen al proceso como último recurso o podemos ser entrenadores de vínculos que ya de por sí gozan de una salud razonable.
Tras lo vivido a consecuencia de la crisis de la COVID-19 parece que este verano puede ser clave para muchas parejas. Después de semanas y meses de haber desgastado los amortiguadores preexistentes y de haber puesto a prueba la eficacia de su pegamento relacional y de su potencial de adaptación, volvemos de alguna manera a una situación algo menos exigente en la que dejar de “sobrevivir” y poder volver a la senda de la construcción.
Por supuesto, no podemos más que animar a que se valore la Terapia de Pareja como una estrategia de fortalecimiento y de inversión en el aumento de la solidez de los vínculos, más que como el último recurso antes de separarse. ¡Estoy segura que ningún terapeuta de pareja estará en desacuerdo en que el trabajo que se puede hacer cuando podemos ser entrenadores de vínculos razonablemente saludables es mucho más potente que el que se puede realizar cuando tenemos un vínculo en estado crítico!
Pero sobre todo a lo que os animamos es a que invirtáis en el aumento de amortiguadores. No solo porque es una vía de fortalecimiento y de aumento de la eficacia del pegamento relacional, sino porque es la manera clara de disfrutar de relaciones de pareja más satisfactorias y placenteras.
Así que ingredientes como cuidado mutuo, humor compartido, tiempo de calidad, búsqueda de códigos compartidos, cariño, comunicación emocional, erotismo… pueden ser estupendos aliados para que la fortaleza de las relaciones de pareja en este verano tras la desescalada.