¿Cómo saber si soy dependiente emocional en el amor?
¿Quién no ha sentido alguna vez un “enganche” por alguien a quien estaba conociendo o de quien estaba enamorada? ¿Ese sentimiento de que mantener a dicha persona cerca es nuestra principal prioridad?
En ocasiones, podemos llegar a sentir algo así como una adicción, no relacionada con una sustancia ni con una actividad concreta, sino hacia una persona de nuestro entorno.
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¿Qué es la dependencia emocional?
Se define la dependencia emocional como: "La necesidad extrema de tipo afectivo que una persona siente hacia otra en su relación con ella".
Esta dependencia emocional viene de la mano de una sensación de falta de identidad propia, con una pérdida de conexión entre lo que se sientes, necesitas y deseos, y con una gran falta de inversión personal.
Vamos a ver cuáles son las características y creencias más marcadas de una persona dependiente emocional.
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¿Qué características de la persona se asocian a una dependencia emocional?
Éstas son principalmente la falta de autoestima (tener un concepto negativo de una misma) pero también la falta de asertividad y habilidades sociales a la hora de expresar opiniones diferentes, evadir conflictos...
Una persona con autoestima baja no necesariamente acaba en relaciones de dependencia emocional, pero sí es algo que lo hace más probable.
Las señales de alerta de dependencia emocional son las siguientes.
1. Miedo a la soledad
Este miedo es muy habitual entre las personas que no han aprendido lo beneficioso que es estar consigo mismas, pasar tiempo de calidad a solas para escucharse, conocerse y mimarse. Confundimos estar solas/os con sentirnos solas/os, ¡y no es lo mismo!
Pensamientos que nos dan una pista sobre si padecemos miedo a soledad serían: "La gente siempre me abandona", "No puedo ser feliz sin pareja", "La gente soltera es gente fracasada e infeliz"...
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2. Miedo a la ruptura, al rechazo, al abandono
Este miedo está estrechamente relacionado con el anterior, en tanto que una ruptura o abandono por parte de la pareja conlleva quedarnos solas.
Cuando hay un miedo a la ruptura, tendemos a realizar toda clase de conductas que nos aseguren que esto no pasará. Y este tipo de conductas son por lo general de naturaleza sumisa: olvidamos nuestros límites como sacrificio en favor del mantenimiento de la relación.
Por ejemplo, dejando de hacer cosas que nos gustan porque nuestra pareja no lo comparte, incluso aunque sea perfectamente compatible.
En caso de que al final llegue la ruptura, ésta se negará y se llevarán a cabo infructuosos intentos de recuperar la relación, por lo que además llevará mucho más tiempo recuperarse.
Pensamientos clave en el miedo a la ruptura son:
- Ideas de exigencia hacia una misma como “debería gustar y agradar a mi pareja por encima de todo” “debo ser la pareja perfecta”
- Ideas catastróficas “sería terrible que me dejara, no podría superarlo”
- Ideas absolutistas “lo es todo para mí, nunca superaría que se fuera”
- Ideas sobre necesidad “le/la necesito como el aire para respirar”
- Anticipaciones negativas: “¿y si me deja…? ¿y si conoce a otro/a?”
3. Control/dominio ejercido y recibido/aceptado
Puede ocurrir que existan dos roles perfectamente complementarios, el controlador y el sumiso, y en estos casos, las relaciones son más duraderas, porque sus miembros se necesitan mutuamente.
Los pensamientos irracionales típicos de la persona que controla tienen que ver con esta necesidad de control: "Es horrible cuando las cosas no salen como yo quiero".
Por otro lado, los pensamientos insanos típicos de la persona que se somete tienen que ver con la necesidad de afecto y aprobación y con percibir como probable la ruptura o abandono:
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Ideas de necesidad: “necesito estar con esta persona”, "necesito ser amada y aprobada por los/as demás”, "necesito a alguien más fuerte en quien depender"
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Ideas anticipatorias de desastres: “si no hago lo que me pide, me dejará”, “me quedaré sola”.
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4. Celos, deseo de exclusividad
Los celos son manifestación del deseo de exclusividad hacia la otra persona y conllevan varias fases: enfado, rabia, humillación, ansiedad, tristeza y depresión.
Es normal sentir celos cuando éstos son puntuales y no nos obsesionamos ante la idea de una infidelidad. Se vuelven problemáticos en el momento en que producen hipervigilancia y conductas de control que hacen que la relación se deteriore.
Los pensamientos giran en torno a la sospecha injustificada de una posible infidelidad, atribuyendo una gran cantidad de acciones de la otra persona como la prueba de que nos engaña o engañará en un futuro, por ejemplo, cuando es amable con terceras personas o cuando llega más tarde de lo previsto.
5. Prioridad desproporcionada de la pareja
Cuando la pareja está por delante, en una larga lista de prioridades vitales, de nuestras necesidades, bienestar, dignidad o proyectos personales, entonces corremos el riesgo de perdernos.
Le estaremos dedicando una enorme cantidad de energía a una solo área de nuestras vidas ¡y existen muchas!
6. Autolimitación
Una creencia habitual cuando nos estamos auto-limitando es la de que "se debe renunciar a los intereses personales por los de la pareja".
En una relación sana, ambas partes incluyen un valor añadido y aportan sus propios intereses, hobbies, proyectos, que deben tener cabida por igual. Lo ideal es que exista un espacio compartido de actividades compatibles que gusten a ambos y, por otro lado, ese espacio propio vital tan necesario y personal.
Si te has sentido identificada con alguno de estos pensamientos y sobre todo, si crees que es un problema que vienes arrastrando, quizá sea momento de asesorarte profesionalmente. ¡Aprende a vivir relaciones más sanas y libres!