Cómo afrontar los suspensos de tus hijos de cara a las vacaciones de verano
La llegada de las vacaciones de verano suele ser un evento muy satisfactorio para los niños y adolescentes que ven ante sí varias semanas de mucho tiempo libre e incluso la posibilidad de ver a los amigos del pueblo.
Sin embargo, a la vez presenta la oportunidad de que los que llevan peor los estudios “se pongan las pilas” y dejen de aborrecer todo lo relacionado con los exámenes, los deberes y los libros de texto. Ambas cosas son perfectamente compatibles.
Por eso, en este artículo veremos diferentes consejos y estrategias para, como padres y madres, afrontar los suspensos de nuestros hijos de cara a las vacaciones de verano y la preparación del nuevo curso.
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¿Qué hacer en las vacaciones de verano ante los suspensos de mi hijo?
Cada caso es único, evidentemente, pero existen varias técnicas y estrategias que suelen ayudar a potenciar, desde casa, las formas de crianza que ayudarán a nuestros hijos a dejar de suspender asignaturas e incluso a motivarse a estudiar. Aquí encontrarás varias de ellas.
1. Interésate por cómo se sienten ante los estudios
El primer caso no es echar la bronca porque sí de buenas a primeras, sino tratar de conocer las principales causas de esas malas notas. Y para ello hay que mantener un clima de confianza, no de oposición o conflicto. Pregúntale por su manera de experimentar los estudios en general o esas asignaturas que se le resisten en general, qué no le gusta de ellas, etc.
Además, de este modo te será más fácil averiguar si hay otros problemas tan o incluso más graves que las malas notas que están interfiriendo en su rendimiento escolar. Por ejemplo, es muy habitual que las víctimas de bullying rindan peor en la escuela a causa de la ansiedad el miedo que sienten ante algo tan básico como estar en clase prestando atención al profesor o a la profesora (dado que esto les hace vulnerables).
2. Llegad a un acuerdo
Es importante tener una conversación en la que vea que las malas notas no solo son un número, sino que plasman la existencia de un problema que puede y debe ser superado. Para ello es posible que tengas que ayudarle a desprenderse de ciertas creencias disfuncionales, como que “muchos otros niños sacan malas notas y por lo tanto es normal” o que “no ser buen estudiante no tiene consecuencias en la vida real”.
Hay que explicarle la importancia de desenvolverse bien en los estudios más allá de los exámenes, y los beneficios que eso tiene a largo plazo, pero sobre todo en el corto plazo, en aquello que notará enseguida: dejar de sentirse mal al estudiar, notar la admiración de los demás y ser alguien a quien se pide consejo, etc.
El objetivo es lograr que podáis llegar a un acuerdo sobre cuál debe ser su rendimiento escolar de cara al próximo trimestre. Estas metas deben ser algo ambiciosas, pero también realistas, de manera que no se quede en su zona de confort y sin embargo tampoco lo vea como algo imposible y termine frustrándose rápidamente y tirando la toalla antes de conseguir progresos importantes.
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3. Enséñale técnicas de estudio que se lo pongan más fácil
Si le enseñas los fundamentos básicos de las técnicas de estudio más eficaces, será más fácil que deje de temer esas sesiones en las que tiene que hacer los deberes o “hincar los codos”, porque obtendrá mejores resultados invirtiendo en ello el mismo tiempo o incluso menos. De hecho, estas técnicas pueden llegar a ser tan útiles que en muchos casos convierten el acto de estudiar no ya en una actividad divertida, sino en un reto estimulante y motivador, una fuente de satisfacción u buena autoestima al ver progresos rápidos.
En este sentido, una técnica que ha demostrado ser muy eficaz es la repetición espaciada. Consiste en sustituir las largas sesiones de estudio por otras mucho más cortas pero que van repitiendo el temario a estudiar (o el tipo de ejercicios a realizar) a modo de recordatorio. Las primeras apariciones de eses “repeticiones” se producen con una frecuencia relativamente alta, por ejemplo, dos o tres días después de haberlo estudiado por primera o segunda vez, y a medida que van pasando los días, esas apariciones repetidas se van espaciando cada vez más.
Por ejemplo, si un día toca estudiar determinada sección del libro de Historia, el alumno deberá volver a repasar esa parte del temario (y/o a ponerse a prueba con preguntas que podrían aparecer en el examen) en el tercer día, luego en el séptimo día, luego dejando pasar otros siete días, etc. Estos momentos de repaso o de evocación de la materia estudiada anteriormente debe ser combinada con otros minutos dedicados a estudiar una parte nueva del temario. De ese modo, el alumno va creando conexiones entre lo que ya había memorizado y lo que va aprendiendo por primera vez, haciendo que el conocimiento se consolide en su memoria.
Una sesión de estudio siguiendo esta técnica puede incluir perfectamente 10 minutos de repaso o de ponerse a prueba, y otros 10 minutos de estudio del material nuevo. Aunque esto implica estudiar casi cada día, estas sesiones son tan cortas y tienen tal capacidad de “enganchar” a través de los momentos de ponerse a prueba que muchos jóvenes que solían odiar estudiar se vuelven aficionados a ello.
4. Respeta su tiempo libre
Por mucho que haya sacado malas notas, es muy importante que los niños y los adolescentes dispongan de tiempo libre para socializar, para jugar, etc. Castigarles con largos periodos sin realizar ningún tipo de actividades divertidas es, por lo general, contraproducente, y no solo alimenta la conflictividad en casa, sino que además contribuirá a que asocie la escuela en general con una fuente de duros castigos, echando por tierra cualquier posibilidad de que se implique realmente con los estudios.
Tal y como hemos visto, la repetición espaciada permite que los jóvenes dispongan de mucho tiempo libre, y como esas sesiones de estudio son cortas, no les impiden salir con los amigos en quedadas y otros momentos clave: tan solo hay que “mover” puntualmente en el horario el momento de ponerse a repasar y a practicar con el temario.
Además, de este modo es posible combinar las sesiones de estudio con el ocio, haciendo que esto último sea usado como un “premio” por haber hecho bien las cosas. A fin de cuentas, como lo ideal es estudiar de manera muy frecuente y no puntualmente pero durante muchas horas seguidas, es más fácil que tengan ganas de no romper con esa dinámica de estudiar un poco casi cada día, y el hecho de mantener esa “racha” les hace sentir que se han ganado esas horas de diversión, disfrutando más de ellos y no sufriendo estrés o ansiedad por la procrastinación.
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