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Teoría de la Disociación Estructural de van der Hart: qué es y qué explica


Los eventos traumáticos pueden dañar gravemente nuestra personalidad. En función del tipo de evento y de cuanto tiempo se sea víctima, el trauma puede hacer que la personalidad se parta en distintas estructuras.

Por un lado está la estructura más funcional, la que más se parece a lo que sería una persona “normal”, mientras que la otra vive en el evento traumático, está paralizada y congelada, no puede ni huir ni luchar contra aquello que vivió así que opta por disociarse.

La teoría de la disociación estructural de van der Hart es un modelo que explica cómo se da este proceso de escisión de la personalidad. A continuación veremos más a fondo cómo sucede esto, qué estructuras de personalidad están implicadas y qué grados de afectación pueden haber.

¿Qué es la teoría de la disociación estructural de van der Hart?

La teoría de la disociación estructural de la personalidad de van der Hart es un modelo teórico que trata de explicar cómo, ante la experiencia de un evento traumático, la personalidad de quien lo ha vivido se parte en varias estructuras rígidas y cerradas entre ellas. Esta teoría ha sido usada para explicar distintos fenómenos comportamentales y de personalidad asociados a trastornos como el trastorno de estrés postraumático, trastorno límite de personalidad y trastorno de identidad disociativo.

Antes de profundizar sobre el modelo primero debemos entender qué se entiende por “disociación” tanto en el ámbito de la psiquiatría como de la psicología clínica. Definir esta idea es un tanto complejo, pero lo que sí podemos destacar es que se trata de un mecanismo de defensa que las personas usan a veces, sobre todo ante un evento altamente perturbador y traumático, y cuyas consecuencias en la estructura y coherencia de la persnalidad pueden ser muy variadas.

Onno van der Hart, junto con sus colaboradores, definen la disociación como la división de la personalidad o de la conciencia. Se podría entender cómo los rasgos comportamentales y de personalidad de una persona acaban transformándose en distintas partes, algo así como si un mismo individuo estuviera conformado por varias personas. Según la Sociedad Internacional para el Estudio del Trauma y la Disociación (ISSTD) la disociación puede entenderse como la desconexión o falta de conexión entre elementos de la personalidad.

Pero ahora que hemos hablado de la disociación de la personalidad debemos entender lo que se entiende por personalidad en sí misma, especialmente la integrada o “sana”. La personalidad es entendida dentro de la teoría de la disociación estructural como un conjunto de sistemas que, a su vez, cada uno de ellos está conformado por un conjunto de elementos interrelacionados que crean un todo, coherente e integrado. Este todo es la personalidad del individuo, aquellos rasgos que lo definen y que hace que se comporte de una u otra forma ante infinidad de situaciones.

Los dos sistemas de la personalidad

Dentro de este modelo se defiende que la personalidad trabaja con dos sistemas principales. Uno de ellos es el sistema encargado de aproximarse a los estímulos agradables, atractivos y en definitiva apetitivos para el individuo, fomentando comportamientos que nos acercan a objetos, personas o situaciones placenteras, como pueden ser comer para nutrirse, hablar con amigos, meditar para relajarse...

Por el otro lado tenemos el sistema encargado de proteger el organismo de amenazas y situaciones displacenteras. Este sistema se basa en la evitación o la huida, evitando aquellas situaciones percibidas como peligrosas o enfrentándose a elementos agresores y disruptivos para poder salir victorioso de la situación. Nos hace huir de un atracador o enfrentarnos a alguien que nos ha ofendido. Realizando comportamientos de confrontación o de evitación se intenta mantener íntegra la estructura de nuestra personalidad.

Ambos sistemas se consideran sistemas de acción y tienen un componente psicobiológico. Cada uno de ellos es propenso a actuar de forma innata ante determinadas situaciones y, así, conseguir unos objetivos en particular. Como acabamos de mencionar, el primero se encarga de acercarnos a aquello que nos beneficia, mientras que el segundo nos protege de aquello que nos hace daño.

Cabe decir que, si bien hay ciertas conductas que son exclusivas de un sistema o del otro, otras pueden englobarse en ambos sistemas. Por ejemplo, comer en sí misma es una necesidad biológica, algo que nos satisface y nos da placer, es decir, sería una actividad propia del sistema en búsqueda de sensaciones agradables. Por el otro lado, comer también puede ser una forma de enfrentarse a emociones negativas, tratando de llenar callar esos sentimientos dolorosos con comida.

En resumidas cuentas ambos sistemas actúan y forman parte de nuestra personalidad, ayudándonos a actuar, pensar, sentir y percibir de múltiples maneras. El primer sistema nos ayuda a adaptarnos buscando sensaciones agradables, mientras que el otro nos protege de aquello que podría dañarnos física y psicológicamente. Ambos sistemas son usados en el día a día en diferentes momentos, pero casi nunca de forma simultánea. O nos acercamos a un estímulo para sentir placer o nos enfrentamos y/o huimos de otro para evitar el dolor.

Ruptura de la personalidad

Entonces, ¿qué sucede cuando necesitamos activar ambos sistemas de acción para sobrevivir? ¿Qué pasa cuando están mucho tiempo activados simultáneamente? Pues lo que sucede es que hay un problema, puesto que la personalidad se vuelve muy inestable, puede fragmentarse, dividiéndose la hasta aquel entonces coherente estructura de la personalidad y entrando en una situación de disociación.

Antes de entrar más a fondo sobre las distintas estructuras disociadas de la personalidad propuestas en la teoría de la disociación estructural de Van der Hart vamos a coger un caso expuesto por él mismo en colaboración con Kathy Steele y Ellert R. S. Nijenhuis en su libro “El yo atormentado” de 2008. En este libro exponen el caso bastante interesante, curioso y triste de la antigua Miss América Marilyn van Derbur, quien en su tierna niñez fue víctima de abusos sexuales.

La propia van Derbur hablaba de que sentía que su personalidad estaba escindida en dos, como si fuera en realidad dos personas compartiendo un mismo cuerpo: la niña de día y la niña de noche. La niña de día era una joven retraída centrada en lo que tenía que hacer de día: sacarse los estudios y ser una niña normal. Esta niña estaba totalmente despegada de lo que le pasaba a la niña de noche, sintiendo amnesia. En cambio, la niña de noche era la que soportaba los abusos sexuales y solo se concentraba en defenderse, en pasar el mal trago.

Usemos este mismo ejemplo pero hablando de una niña hipotética cualquiera. Una niña normal no puede salir mentalmente estable de una situación de abusos sexuales. La misma persona que sufre abusos sexuales de noche y tiene que hacer una vida normal de día se siente en una situación demasiado tensa como para seguir adelante de una sola pieza, puesto que es una situación demasiado difícil y compleja como para que su psique quede intacta.

Cuando recibe los abusos se activa el segundo sistema, es decir, el de la evitación y la lucha. Lo normal sería intentar luchar o huir de la situación, pero lo cierto es que una niña tan pequeña no puede hacer ni lo uno ni lo otro. Por un lado, no puede enfrentarse a su abusador sexual, un adulto mucho mayor que ella y, por el otro lado, no puede huir de él puesto que, pese a hacerle daño, es también quien la cuida, le da de comer y cobijo, sobre todo si hablamos de abuso sexual padre-hijas.

Como el sistema de defensa no puede funcionar adecuadamente, y mucho menos en una niña que no tiene la independencia ni capacidad lingüística como para denunciar los hechos, al no poder ni huir ni luchar tiene que buscar otra vía: la disociación. La niña se congela, aleja su mente de la conciencia y, ya que no puede huir físicamente, huye mentalmente. Disociarse hace que se sufra lo menos posible.

Tras vivir esto la niña no puede hacer su día a día con normalidad y defenderse a la vez. Como hemos comentado, no se pueden tener los dos sistemas de acción activados, tratando de hacer una vida lo más agradable posible mientras trata de defenderse de lo que le pasa. Al final ambos sistemas se separan y se convierten en dos estructuras independientes de personalidad. Volviendo al caso de Van Derbur, de día se activa el sistema del placer, tratando de ser normal, mientras que de noche se activa el de defensa, que opta por “congelarse” al sentir que no puede hacer nada para combatir los abusos.

Este ejemplo en particular de división de los sistemas de acción es un claro caso de disociación estructural de la personalidad. Ante la falta de cohesión, coordinación e integración entre ambos sistemas que forman la base de la personalidad de una persona, es decir, su sistema de estímulos atractivos y el de la evitación y huida de estímulos amenazantes. Este ejemplo de disociación que acabamos de ver es lo que sucede en trastornos como el de estrés postraumático complejo (TEPT-C) y el trastorno límite de personalidad (TLP).

Las partes disociativas de la personalidad

Dentro de la teoría de la disociación estructural de van der Hart se habla de dos tipos de partes disociativas de la personalidad: la personalidad aparentemente normal (PAN) y la personalidad emocional (PE).

La Personalidad Aparentemente Normal (PAN)

La PAN es la parte de la personalidad de una persona que busca seguir con su vida cotidiana de la forma más normal y funcional posible. Está dirigida por el sistema de acción que busca la adaptación, es decir, que se centra en los estímulos atractivos y se acerca a ellos. A su vez es la parte que evita recordar los eventos traumáticos puesto que, de hacerlo con frecuencia y revivirlos en forma de flashbacks, sería imposible hacer vida normal, puesto que la persona se quedaría paralizada constantemente.

La Personalidad Emocional (PE)

La PE es la parte de la personalidad que se ha quedado fijada en el momento de traumatización y está asociada al sistema de evitación de los estímulos amenazantes. Se obsesiona con evitar lo desagradable, de no volver a vivirlo. Un rasgo asociable a la PE de una persona que ha sufrido abusos sexuales sería mostrarse hipervigilante, huir o luchar ante una situación que le recuerda a lo que vivió, aunque en apariencia no tenga nada que ver.

La PAN y la PE son estructuras cerradas y rígidas la una con respecto a la otra. En ambas partes hay emociones, no únicamente en la PE, y hay que destacar que la disociación estructural puede abarcar múltiples divisiones de ambos tipos, es decir, que una persona no tiene por qué tener solo una PAN y una PE, es decir, dos personalidades hablando de forma un tanto coloquial. En personas sanas que no han sufrido ningún trauma estas dos estructuras estarán juntas y asociadas.

Los tres tipos de disociación estructural

Son varios los factores que hacen que se dé disociación estructural de la personalidad. Entre ellas tenemos experiencias de maltrato, abuso sexual y desatención infantil. Además, la traumatización temprana en la infancia y la prolongación del evento incrementa la gravedad del cuadro. La disociación es un mecanismo de defensa que se utiliza para protegerse y poder llevar una vida cotidiana de la mejor manera posible ante eventos traumatizantes.

Dentro de la teoría de la disociación estructural de Van der Hart podemos identificar hasta tres tipos de disociación estructural, esto es, tres grados de gravedad en los que la personalidad de un individuo puede fragmentarse en distintas estructuras.

1. Disociación estructural primaria

La disociación estructural primaria es la más sencilla y básica del modelo y surge a partir de una experiencia traumática que, dentro de lo que cabe, es de gravedad moderada. La personalidad del individuo se divide en una única PAN y en una única PE, es decir, solo hay dos estructuras de personalidad aisladas la una de la otra.

La PAN adquiere el papel principal, siendo lo que entenderíamos como la personalidad deseable del individuo, mientras que la PE no ha quedado del todo elaborada. Es decir, el individuo tiene una personalidad funcional que prima en su vida diaria pero, a veces, emergen recuerdos desagradables asociados al trauma.

Este tipo de disociación sería la que encontraríamos en trastornos como el TEPT simple, trastorno de estrés agudo y somatización.

2. Disociación estructural secundaria

La disociación estructural secundaria implica un mayor grado de complejidad. En este caso hablamos de casos en los que el evento traumático ha sido tan abrumador y prolongado que su efecto ha sido más intenso sobre la estructura de la personalidad. La PE se divide en varias partes, mientras que la PAN sigue manteniéndose como una entidad íntegra y funciona como la personalidad principal. La PE se parte en varias estructuras porque no se ha sabido conseguir integrar distintas formas de defensa como lucha, huida, parálisis y sumisión.

Este tipo de disociación estructural es propia de personas que presentan TLP y TEPT complejo.

3. Disociación estructural terciaria

La disociación estructural terciaria es la más grave de todas. En este caso no únicamente PE y PAN están separadas entre sí, sino que además hablamos de varias PE y varias PAN. Es difícil llevar una vida normal puesto que los aspectos de la vida cotidiana también se ven afectados y se asocian mucho a las experiencias traumáticas pasadas.

Como la PAN está dividida en diferentes personalidades, todas ellas en cierta manera “principales”, la persona no únicamente se disocia en lo negativo, sino que también tiene múltiples personalidades cotidianas. Cada una de ellas puede llegar a tener un nombre, edad, sexo, preferencias distintas… Es el tipo de personalidad disociada y segmentada que encontraríamos en una persona con trastorno de identidad disociativo.

Referencias bibliográficas:

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