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¿Cómo se relacionan el perfeccionismo y la depresión?


¿Sabías que existen diferentes tipos de perfeccionismo? Es muy frecuente que detrás de conceptos que utilizamos en nuestra manera cotidiana de hablar se escondan matices que solemos pasar por alto por no tener palabras para referirnos específicamente a ellos.

Es por ello que una de las labores de la psicología es investigar y crear sub-conceptos para entender mejor nuestra manera de comportarnos y de sentir emociones, y justamente esto es lo que ocurre con la palabra “perfeccionismo”.

En este artículo veremos por qué ser una persona muy perfeccionista no siempre es algo bueno y, de hecho, puede propiciar la aparición de trastornos del estado de ánimo como la depresión.

¿Qué es el perfeccionismo disfuncional?

Es perfeccionismo disfuncional (o desadaptativo) es una forma de perfeccionismo que da lugar a problemas emocionales o comportamentales, ya sea por generar malestar en uno mismo o por llevar a crear conflictos con los demás.

Esto último ocurre por ejemplo con lo que se conoce como “perfeccionismo orientado hacia los demás”, en el que existen unas expectativas poco realistas acerca de cómo debe comportarse el resto de personas, incluso haciendo que estén sujetas a dobles estándares: desde esta manera de pensar, uno mismo no está sujeto a las mismas reglas de buen comportamiento que se espera que cumplan los demás, lo cual facilita que no haya un “tope” de perfeccionismo y cada vez se sea más intransigente con la conducta de los otros. Se trata de un fenómeno psicológico asociado al narcisismo y a determinados rasgos de personalidad antisocial.

Sin embargo, también puede ocurrir lo contrario. Hay quienes se ven sometidos a mucha presión en todo lo que tiene que ver con ajustarse a lo que se considera que es una manera de ser “aceptable”, y en ocasiones, esos altos estándares son invenciones que uno mismo crea. Ahora bien, casos así no siempre tienen por qué dar lugar a trastornos psicológicos; por ejemplo, ese perfeccionismo puede ser una fuente de motivación que plantee retos estimulantes de manera constante.

El problema viene cuando se pierde el control de esa fuente motivacional, y el perfeccionismo pasa a ser una especie de dictador al que uno mismo se somete sin que este último le aporte nada ni le recompense por sus esfuerzos.

El vínculo entre el perfeccionismo y la depresión

Hasta ahora hemos visto un esbozo de los principales tres tipos de perfeccionismo. En primer lugar, hemos descrito brevemente el perfeccionismo orientado hacia los demás, definido por imponer sobre los otros unas reglas a las que uno mismo no está sujeto. Luego, hemos visto el perfeccionismo auto-orientado, definido por el afán de superación. Finalmente, hemos hablado de la esencia del tercer tipo de perfeccionismo, el socialmente prescrito, basado en la preocupación y la angustia constante por no llegar a cumplir con los estándares de lo aceptable desde el (supuesto) punto de vista de los demás. Es este último tipo el que se asocia más a la depresión.

Mientras que el perfeccionismo auto-orientado está muy ligado a la motivación por llegar a objetivos concretos, el socialmente prescrito está vinculado más bien a la evitación del no cumplimiento de unas normas; no se busca aquello que nos hará sentir bien, sino que se teme lo que nos hará sentir mal; y en el proceso, nos obsesionamos con ello y lo traemos del futuro al presente, a base de anticipar constantemente situaciones de humillación, de fracaso, etc.

Por ello, este tipo de perfeccionismo no solo no motiva, sino que nos inmoviliza, dado que genera unas inseguridades que a medio y largo plazo nos llevan a la desesperanza y a la falta de interés por involucrarnos en cualquier actividad compleja. Es en este punto en el que los efectos del perfeccionismo se solapan con los de la depresión, que va surgiendo a partir de esos hábitos de pasividad y de esa manera pesimista de verse a uno mismo y a los demás.

Por supuesto, las líneas de separación entre estos tipos de perfeccionismo no son barreras infranqueables. Por ejemplo, llegado un caso el perfeccionismo auto-orientado puede pasar a ser socialmente prescrito y propiciar la aparición de un trastorno del estado de ánimo. Es por ello que normalmente hasta que no se establece un diagnóstico en el contexto de la psicología clínica no se puede saber con precisión el modo en el que el perfeccionismo interactúa con la salud mental de una persona.

¿Qué hay que hacer para superar este problema?

Nadie está condenado a sufrir para siempre los síntomas de la depresión ni a llevar sobre sus espaldas la carga emocional que supone el perfeccionismo disfuncional. Todos los trastornos psicológicos tienen un componente comportamental, y eso significa que del mismo modo en el que estas alteraciones psicológicas van surgiendo a partir de aprendizajes que vamos interiorizando sin darnos cuenta, podemos “desaprender” todo aquello que las ha hecho aparecer.

Dicho de otro modo, existen técnicas y estrategias de entrenamiento psicológico que nos llevan a ser capaces de adoptar nuevos puntos de vista más flexibles y constructivos, y nuevas maneras de relacionarnos con el entorno y con los demás, haciendo que cambie tanto nuestro estado de ánimo como nuestra manera de abordar nuestras tareas y responsabilidades.

Sin embargo, en los casos de depresión todo este proceso de aprendizaje pasa por ir a terapia. Los trastornos del estado de ánimo son psicopatologías con efectos severos que no deben ser subestimados, en parte porque en muchos casos tienen un efecto dañino sobre nuestra capacidad para fijarnos metas e intentar cuidar de nuestra salud mental. Por ello, es necesario contar con la ayuda de, al menos, un psicólogo. A través de la psicoterapia, ambos iréis construyendo los medios que te vayan a servir de apoyo en tu nueva manera de gestionar tus emociones y de abordar tus metas y objetivos personales y/o profesionales.

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Referencias bibliográficas:

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