La cara oculta del perfeccionismo
Si eres una persona demasiado perfeccionista, seguramente sientas de manera frecuente en tu vida insatisfacción. Es normal que tener altas exigencias en todo y estar constantemente pendiente de tus errores sea algo que te genere mucho malestar, agotamiento y agobio.
Coloquialmente, se entiende que una persona perfeccionista es quien nunca está satisfecha con lo que hace, por lo que realiza las actividades de manera muy cuidadosa respetando el más mínimo detalle.
En este artículo hablaremos sobre el perfeccionismo, sus características y cómo poder llevarlo de manera equilibrada y saludable.
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¿Qué es el perfeccionismo?
Llevado a un extremo, el perfeccionismo se puede definir como la tendencia a ponerse metas demasiado altas, perseguirlas rígidamente sin ponerlas en duda y valorarse a sí mismos/as en función de la consecución de esas metas. En consecuencia, cuando no se cumple lo esperado, una persona perfeccionista siente tal insatisfacción que puede provocar, en casos muy limitantes, depresión y mucha ansiedad.
De entre las características del perfeccionismo, destaca buscar la excelencia y tener afán de superarnos a nosotros mismos que pueden considerarse como valores positivos que nos pueden ayudar en las distintas áreas de nuestras vidas en su justa medida.
De hecho, en nuestra sociedad se suele recompensar muy positivamente los mejores resultados de lo que hacemos, incluso está muy bien visto y se valora muy bien que una persona sea muy trabajadora y siempre dé los mejores resultados. Consecuentemente, vivimos en un entorno muy competitivo, haciendo que estemos constantemente dándolo todo y más para conseguir aquellos objetivos que tanto anhelamos.
Sin embargo, cuando las llevamos al extremo, estas características se convierten en nuestras peores enemigas: nos hacen sentir que no somos felices y llegan a ser una gran fuente de miedos, insatisfacción e inseguridad que, paradójicamente, aumentan la probabilidad de cometer errores.
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Características de una persona perfeccionista
Es muy probable que alguien perfeccionista se comporte de manera coherente con algunas de las siguientes características:
- Autoexigencia elevada: como no está dispuesta a cometer el más mínimo error, se exigirá a sí misma hacerlo todo teniendo en cuenta el más mínimo detalle, haciendo todo lo posible para evitar cualquier fallo.
- Exigencia hacia los demás: es posible también que exija a los demás cumplir ciertos estándares subjetivos en cualquier ámbito: tanto social como académico.
- Pensamiento polarizado: suele ocurrir que las valoraciones que hacen sobre sus actuaciones están basadas en el “todo o nada”, considerándose un fracaso cuando no llegan a cumplir una meta de manera satisfactoria.
- La opinión de los demás es muy importante: es probable que tengan miedo de no cumplir con lo que los demás esperan de ellos, miedo a sentirse rechazados.
- Inseguridad de sí mismos/as: su valía personal está determinada por la consecución o no consecución de sus metas.
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La tolerancia a la frustración
Además, otra característica que influye de manera determinante es la tolerancia a la frustración. Cuando esta tolerancia es baja, una persona perfeccionista estará constantemente alerta a cualquier señal que pueda anticipar un error, llegando a ser muy autocrítica y autoexigente.
Así, cuando tenga que escribir un trabajo para la universidad, por ejemplo, lo más probable es que piense miles de veces qué palabras usar, que lea las frases escritas cada dos por tres, que amplíe la información escrita sin ser necesario y que le pida a alguien de confianza su opinión sobre lo que ha escrito, siempre para asegurarse de que está todo “perfecto” y evitar así posibles errores.
Sin embargo, cuando la tolerancia a la frustración está equilibrada, implicaría aceptar en cierto grado que todo lo que hagamos no va a ser perfecto al 100%, que estaremos satisfechos con los resultados obtenidos, reconociendo que hemos logrado algo que nos ha supuesto un gran esfuerzo y que nos demuestra que vamos en la dirección adecuada.
¿Qué podemos hacer?
Estos son varios consejos que puedes tener en cuenta.
1. Mejorar nuestra tolerancia a la frustración
La clave estaría en conseguir equilibrar nuestra tolerancia a la frustración, ya que estaríamos dispuestos a exponernos a los posibles fallos que podamos cometer sin que ello signifique que no valemos nada y reconociendo nuestro esfuerzo.
2. Ponernos metas alcanzables
Debemos valorar si nuestras habilidades son suficientes para conseguir nuestros objetivos y, en caso de que no, ponernos objetivos que sepamos que podremos conseguir satisfactoriamente.
3. No caigas en la trampa de tus pensamientos
Toma tus pensamientos como lo que son, pensamientos que vienen y que se van, sin dejar de lado lo que es realmente importante para ti: tus direcciones valiosas.
4. Aprende a valorar cuándo algo está suficientemente bien
Nuestras opiniones sobre algo siempre tendrán un carácter subjetivo, así como la de los demás. En consecuencia, nuestros estándares también son subjetivos y podemos cambiarlos.
En definitiva, se trata de aprender a tolerar cierto grado de frustración, aceptando que cometeremos errores y que ello no significará que sea un trabajo inválido. Finalmente, conseguiremos avanzar y nos daremos cuenta de que nuestros esfuerzos han merecido la pena.
En ocasiones puede resultar complicado salir del bucle del perfeccionismo sin ayuda, por este motivo recomendamos a los psicólogos especialistas del centro PsicoAlmería ya que cuentan con experiencia en este tipo de terapias. Atienden tanto presencial como online.
Autor: Franco Castellá Palet, psicólogo en PsicoAlmería.