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Padres no tan padres


Si algunas heridas de la infancia nos afectan para toda la vida, entonces es importante aprender a vivir con ellas.

Es doloroso aceptar que las personas que más daño nos han hecho sean nuestros propios padres. Aunque el bullying escolar, las decepciones amorosas, o las pérdidas emocionales o materiales son potenciales peligros emocionales que puede experimentar un ser humano, los traumas provocados por los padres son tan profundos que terminan formando una herida de rechazo acompañada con una sensación de insuficiencia que puede afectar al niño desde la infancia y toda su vida adulta.

Es así que podemos ver personas que han sido heridas por quienes supuestamente debieron protegerlos, cuidarlos, amarlos, entenderlos y aceptarlos tal como son. Sí, ellos, sus propios padres, a los que por principios morales les debemos amor, respeto y admiración. Humanos llenos de defectos y heridas llevando en sus manos a otro humano vulnerable: su hijo.

El impacto psicológico del mal comportamiento parental

Algunos niños se dan cuenta de que algo no está bien cuando pueden comparar sus padres con los padres de sus amigos, no porque los amigos tengan un hogar perfecto, sino porque ven cariño y cuidados en sus dinámicas familiares. Un niño no comprende temas económicos o de política, pero sí sabe identificar el amor y el desprecio.

Cuando este niño crece y tiene la capacidad de ver la lejanía emocional de su padre o madre, que el amor incondicional de sus padres no llega, que no puede tener su aceptación, que no es suficiente para ellos, siente que hay una condición para poder obtener la aprobación de sus padres: consiste en ser alguien diferente. Pero no solo cambiar algunos aspectos de su vida, es cambiar en su totalidad, no ser él o ella.

Esto es algo que un niño no puede comprender. Por lo tanto, y en forma de respuesta, siente culpa en la mayor parte de su infancia. Como no puede lograr que sus propios padres lo amen incondicionalmente el niño llega a una conclusión equivocada y piensa que él tiene algo malo, que él está mal porque su actuar es rechazado, cree que tal vez nació imperfecto.

Negligencia parental

Los efectos psicológicos en el proceso de crecimiento

Lamentablemente, cuando el joven decide poner distancia emocional entre él y sus padres ya puede haber mucho daño. En su niñez no sintió ese apego seguro de su propia familia, fue siempre comparado y evaluado con un constante resultado: ser hallado falto. Las críticas estaban a la orden del día. Frases como: no eres capaz, no sirves, no sabes, no entiendes… Juicios con consecuencias graves que convencieron al niño que estas aseveraciones eran ciertas.

Esa voz de comparación y desaprobación se quedó en su mente hasta ser adulto y posiblemente lo acompañe hasta hoy, aunque ya no esté en casa de sus padres. Este aprendizaje de rechazo personal quedó desde esa dolorosa infancia y ahora estas palabras se repiten y son internalizadas en forma de autocrítica que lo desaprueba, le juzga, compara, desanima y deshabilita. Es una sensación de insuficiencia personal, hipervigilancia e hipersensibilidad al rechazo.

¿Por qué ocurre esto? Porque... ¿Cómo creer que alguien pueda aceptar o creer que puede ser bueno en su trabajo o a aceptar aprobación hacia sí mismo cuando sus propios padres no lo hicieron con él? En casos así la persona no puede valorarse personalmente, y estas inseguridades le cortan las alas.

¿Qué hay de la causa?

Pero… ¿Por qué hay padres dañinos o tóxicos? Sin justificar sus conductas podemos analizar varias causas qué podrían llevar a algunos padres actuar de esta forma.

La principal son las afectaciones psicológicas sin tratar, heridas de su propia infancia, repetición de los estilos parentales de sus padres con ellos...

En ocasiones el problema es lo que representa ese hijo o hija para ellos, como planes frustrados, proyectos personales fallidos, el significado de una la relación amorosa del pasado o su propio niño interior rechazado. Por lo tanto estos adultos llegaron a ser padres sin recursos.

Es por esto que resulta necesario que este joven o adulto busque ayuda profesional para empezar a conocer su herida, a escucharla, entenderla y decidir no seguir viendo la vida a través de ella, para elegir pensar y sentir diferente a la herida. Es un proceso en el que tendrá que trabajar autoestima, ansiedad y aceptación.