Divorcio en la madurez: claves para saber afrontarlo
La etapa de la madurez ha sido y sigue siendo estudiada por la psicología, y aunque no hay una regla que defina exactamente qué es la madurez en su totalidad, la psicología se ha valido como ciencia interdisciplinaria de una gran variedad de constructos a fin de reunir y dar una definición no solamente psicológica sino integrativa de lo que involucra esta etapa de la vida.
El diccionario de la real academia española define la madurez como aquella etapa en la que se ha alcanzado la plenitud vital y aún no ha llegado a la vejez. Los teóricos han llegado a la conclusión de que la madurez fluctúa entre los 45 a 65 años y es para muchos la etapa en donde las responsabilidades (familiares o laborales) van terminando paulatinamente: los que formaron una familia en su juventud, por ejemplo, ven cómo sus hijos forman nuevas familias y se alejan del hogar.
En definitiva, la madurez es una etapa de transición que todos los seres humanos estamos destinados a vivir. Una fase en la que las personas, por lo general, han alcanzado gran parte de sus metas profesionales, familiares, sociales, académicas, etc. Por supuesto, eso no significa que esté exenta de crisis y fenómenos potencialmente problemáticos.
La crisis del divorcio
Dentro de las muchas crisis y problemas que en esta etapa suelen presentarse hay una que ha venido en auge en estos últimos 10 a 15 años años: el divorcio. La posibilidad de experimentar esta etapa suele aumentar en esta etapa de la vida, fenómeno con origen multicausal y sobre el cual no siempre resulta fácil intervenir desde la psicología.
Curiosamente, hace unas dos décadas era menos corriente pensar en un divorcio en esta etapa vital. Aunque se daban casos, no era la alternativa a escoger si había problemas conyugales, pues muchas personas consideraban que esta etapa es donde se puede disfrutar más y sin tanta complicaciones la vida de pareja. Tiempo para disfrutar de la compañía del cónyuge con privacidad, en definitiva.
Cuestiones sociales y hasta religiosas han pasado a segundo plano y el divorcio ha tomado fuerza hasta tal punto de ser considerado la opción más viable cuando ya no se quiere convivir con la pareja.
¿Cuáles pueden ser las causas del divorcio?
Un divorcio no puede explicarse por una sola causa, pero hay ciertos aspectos que influyen más que otros. Por ejemplo, varios expertos en salud mental afirman que una de las causas de los divorcios en la edad madura o finales de esta se debe a los que ellos han denominado el síndrome del nido vacío, el cual consiste en el sentimiento de soledad y abandono que pueden experimentar algunos padres o tutores cuando los hijos dejan de vivir en el mismo hogar y/o forman una familia.
Los expertos señalan que la mayoría de las parejas se centran más la crianza de los hijos y menos en la relación de pareja, y cuando los hijos cumplen su ciclo dentro de la familia y los padres quedan solos descubren a sus cónyuges en su totalidad, con todos sus aspectos agradables y desagradables que antes no se advertían tanto. Si, además, dentro de la relación ha existido problemas conyugales que no han sido solucionado (infidelidades, conflictos en el reparto de tareas, etc.), el síndrome se convierte en la vía más rápida para dar por terminado el matrimonio o la relación conyugal.
Encajar el divorcio con entereza
Un divorcio en esta etapa de madurez tiende a ser muy doloroso, ya que la idea de llegar solos a la vejez aterra a muchas personas. No tener una compañía, no tener apoyo físico ni emocional, puede resultarles devastador.
En este sentido, por ejemplo, la revista British Medical Journal, publicó un estudio en personas de edad madura, donde se afirmaba que la soledad provocada por enviudamiento, separación o divorcio, eleva el riesgo de padecer deterioro cognitivo más tarde en la vida de las personas. Esto puede interpretarse como un efecto del empobrecimiento social y afectivo que algunas de estas personas pueden experimentar.
El amor puede llegar acabar, pero nos surge una tarea mucha más difícil después de todo esta etapa. Y es el de romper los lazos afectivos que nos han unido a esa persona por años, una tarea difícil de sobrellevar.
¿Se puede evitar un divorcio?
Cada pareja tiene su historia y no se puede dar una fórmula exacta y correcta a esta cuestión ya que cada pareja es muy diferente. De todos modos, la pregunta "¿se puede evitar un divorcio?" es en sí misma signo de un problema: considerar que bajo ciertas condiciones un miembro de la pareja puede ser capaz de decidir por la otra persona.
De lo que se trata es de hacer un buen balance de las necesidades y objetivos que la otra persona puede tener, y aplicarse autocrítica para ver en qué puntos es uno mismo quien está favoreciendo la aparición de conflictividades. Y, si la otra persona quiere un divorcio, respetar su decisión. El divorcio se vuelve un calvario cuando una de las dos partes no quiere aceptarlo, y se niega a dar un paso al costado de la relación.
¿Qué hacer si se presenta el divorcio en la madurez?
Sí, el divorcio es una etapa muy difícil, pero la actitud que tomemos ante ella será indispensable para no transformar esta crisis en algo mayor. El objetivo debe ser pasar por el divorcio de forma pacífica y con una apropiada autorregulación de las emociones.
Cuando alguien pasa por el divorcio, siempre va necesitarse que las personas de mucha confianza estén en esos momentos, personas que sirvan de apoyo emocional y que por su historial de vivencias y lazos afectivos tendidos hacia la persona son muy indicadas para escuchar y atender a la persona que pasa por esta etapa dolorosa. La empatía juega un papel importante.
Para ello, es bueno hacerles saber que se necesita de su apoyo (si es que se necesita) para que puedan actuar en consecuencia estando informadas: algunas personas pueden presuponer que sus intentos de acercamiento y consuelo pueden ser mal recibidos.
Sin embargo, en algunos casos mantener la calma será a veces será imposible. Cuando la situación se torne insostenible es mejor buscar ayuda profesional.
Una vez ya terminado el proceso de divorcio es recomendable realizar actividades deportivas si en el caso de la persona pueda realizarlo, o realizar alguna actividad que rompa la rutina y que sea placentera. También resulta útil trabajar para mejorar la autoestima, que posiblemente se ha visto comprometida durante el divorcio.