¿Cuándo es un problema la falta de deseo sexual?
Aunque sea un tema tabú, lo cierto es que la insatisfacción sexual está muy lejos de ser algo que afecte únicamente a las personas solteras. Son muchas las parejas que acuden a nuestra consulta explicando que llevan meses o años arrastrando aparentes incompatibilidades en lo sexual, o incluso una falta de ganas de tener sexo, algo que no pocas personas viven como un gran problema tanto personal como para el vínculo amoroso que han formado.
Pero… ¿En qué momento la falta de deseo sexual se transforma en un problema? ¿Es siempre algo malo, algo en lo que trabajar desde la psicoterapia y/o la terapia sexual con sexólogos? Veámoslo.
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¿Qué es el deseo sexual?
El deseo sexual es la predisposición psicológica que nos lleva a afrontar impulsos sexuales, esto es, las ganas de tener sexo de una u otra forma. Se trata de un fenómeno que viene en gran parte determinado por la herencia genética, pero que no está totalmente determinada por nuestro ADN (como veremos más adelante).
Su existencia es el producto de millones de años de evolución biológica, dado que nuestra especie (como la mayor parte de los animales vertebrados) se reproducen sexualmente, y es por ello que nuestro sistema nervioso está “cableado” de una manera que, por lo general, nos hace proclives a querer tener sexo a partir de cierta edad.
Dicho de otra manera, si el linaje de seres vivos que se ha transformado en la especie humana no hubiese evolucionado para experimentar deseo sexual, no existiría, porque faltarían incentivos para aparearse y dar lugar a la siguiente generación.
Por otro lado, es importante no confundir el deseo sexual con la atracción sexual. Mientras que el deseo sexual es una predisposición que nos hace sentir ganas de tener sexo en general, la atracción sexual siempre está dirigida hacia alguien, una o varias personas con las que tenemos ganas de tener sexo (en el sentido más amplio del término).
Así pues, podemos sentir deseo sexual pero no experimentar atracción sexual, y también puede ocurrir que aunque hayamos desarrollado atracción sexual hacia una persona, en un momento dado no sentimos deseo sexual (y esto último es muy importante para comprender la importancia del consentimiento).
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¿En qué situaciones la falta de deseo sexual es problemática?
Ahora que ya hemos explicado de manera general los conceptos de deseo sexual y de atracción sexual, es hora de hacerse la pregunta clave: ¿es la falta de deseo sexual algo intrínsecamente malo? La respuesta es que no, aunque con matices.
En primer lugar, la falta de deseo sexual no tiene por qué ser un problema porque hoy en día sabemos que existen personas con una predisposición a sentir un muy bajo o incluso nulo deseo sexual, y que no por ello son infelices. Se trata de las personas asexuales, o mejor dicho, una parte de ellas. Porque también se dan casos de personas que presentan asexualidad a pesar de experimentar un grado significativo de deseo sexual; lo que ocurre es que no llegan a sentir deseo sexual hacia prácticamente nadie. Y, una vez más, no por ello son infelices.
De hecho, ambos tipos de individuos asexuales pueden llegar a desarrollar relaciones de pareja, dado que este tipo de vínculos no tienen por qué basarse sobre el pilar de las relaciones sexuales frecuentes. Y por cierto, cabe señalar que la asexualidad es algo muy distinto a la fobia al sexo; de hecho, puede dar lugar a las ganas de mantener relaciones íntimas de una manera no sexual.
Por otro lado, hay que tener en cuenta que al finalizar la etapa de la juventud, el deseo sexual de la mayoría de las personas a bajando; disminuye la frecuencia con la que se desea tener sexo, y también el interés por mantener relaciones sexuales relativamente largas. Es un proceso completamente natural y que no debería asustar a nadie, pero que debe ser tenido en cuenta.
Así pues, ¿cuándo es un problema la falta de deseo sexual? Lo es cuando da lugar a fuertes asimetrías en la relación de pareja. Si una persona se siente muy insatisfecha por no poder mantener relaciones sexuales con la frecuencia y duración que querría, esa es una experiencia tan legítima como la falta de interés por mantener sexo. Por supuesto, ello no es una justificación para caer en dinámicas de infidelidades, pero sí es un tipo de desencuentro sobre el que es importante hablar abiertamente, sin tratarlo como un tema tabú.
La buena noticia es que a pesar de que el deseo sexual se ve muy influido por los genes, también se ve afectado por la experiencia y por lo sociocultural. Por ello, en psicoterapia y en terapia sexual se puede ayudar a las parejas a reconectar en el ámbito del sexo, estableciendo juegos y hábitos que fomenten las ganas de mantener relaciones, y evitando que el deseo se vea lastrado por el miedo, los prejuicios y las creencias erróneas sobre la sexualidad.
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