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Por qué para comprender las emociones hay que fijarse en el contexto


Es un error muy común clasificar las emociones como emociones negativas o como emociones positivas.

La rabia o la tristeza las solemos asociar con estados de ánimo negativos, al contrario que la felicidad o el amor. No obstante, a los psicólogos no nos gusta diferenciarlas como positivas/negativas sino como funcionales o disfuncionales. ¿Y eso por qué?

Otra manera de entender las emociones

Una emoción “positiva” puede no serlo tanto para ciertas situaciones o contextos. Imagina que una persona está siendo maltratada por su pareja. ¿Qué sentido tendría en ese caso sentir amor? ¿Sería algo positivo? Creo que la respuesta es clara, no.

Es por eso por lo que en el ámbito de la psicología nos gusta hablar de la funcionalidad de las emociones. Una emoción funcional se trata de una emoción que es adaptativa en ese contexto. Si he perdido a un ser querido, lo funcional sería sentir tristeza.

Sin embargo, una emoción disfuncional no se adapta a la situación concreta del contexto ni tampoco se ajusta a la realidad. Si siento un miedo intenso hacia la comida por temor a engordar, no es funcional.

Por lo tanto, podemos decir que dependiendo de la situación una misma emoción puede llegar a ser funcional o disfuncional. Vamos a poner ejemplos con emociones básicas.

1. Miedo disfuncional

Un miedo disfuncional nos haría experimentar miedo en situaciones que no suponen ninguna amenaza. Alguien con claustrofobia experimenta un miedo atroz por el mero hecho de estar en un ascensor. Aquí estaríamos hablando de una fobia, pero el miedo disfuncional no se experimenta únicamente en trastornos mentales. Si has sufrido mucho por amor y no quieres conocer a nadie más por miedo al rechazo, estaríamos ante un miedo disfuncional que te impide involucrarte de manera sana en relaciones amorosas.

Miedo disfuncional

2. Miedo funcional

Imagina que ves un perro agresivo correr hacia ti. Lo funcional sería correr y protegernos del animal.

3. Tristeza disfuncional

Nos encontramos este tipo de tristezas cuando son prolongadas en el tiempo y paralizan por completo a las personas. La vida nos sorprende con duros golpes y es inevitable sentir tristeza. Pero el ser humano tiene una gran capacidad de adaptación y una tristeza duradera no favorecería a dicha adaptación.

4. Tristeza funcional

Estar tristes lo asociamos como algo malo, ¿verdad?. Pues bien, la tristeza funcional es una emoción básica que favorece a la salud mental. Vamos a poner un ejemplo: después de perder a un ser querido, una vez pasado un posible shock inicial, sentir tristeza no es sólo funcional, sino que es necesario. Es una herida que debemos sanar, sanar con lágrimas y sufrimiento. Sería disfuncional no parar de salir y beber para huir del dolor y no enfrentarse a esa tristeza.

5. Rabia disfuncional

La rabia en exceso y mal dirigida nos puede hacer mucho daño. Cuando alguien nos hace daño, es completamente válido sentir rabia hacia esa persona. Pero cuando es disfuncional nos impide avanzar, nos estanca y bloquea. También aquella rabia que conduce a la violencia física descontrolada se trata la mayoría de las veces (a no ser que alguien nos esté atacando) de una rabia disfuncional.

6. Rabia funcional

La rabia bien dirigida es una emoción con un gran poder que nos moviliza y nos llena de energía. Pongamos un ejemplo: un jugador de tenis profesional pierde un punto y cree que el juez se ha comportado de manera injusta. Una rabia funcional invitaría a que reuniese a todo su equipo después del partido y tratase de pelear ese punto/dejar constancia de la injusticia. Una rabia disfuncional le llevaría a romper la raqueta y dejarle fuera del torneo.

7. Amor disfuncional

Una relación tóxica, ya sea de amistad o pareja, dónde existen luchas de poder e incluso maltrato físico o psicológico, es un amor disfuncional. Si una persona me insulta o me trata mal, la emoción funcional es la rabia y/o tristeza.

8. Amor funcional

El amor es una emoción básica y debemos sentirla a diario. Pero debemos aprender a querer para que no nos haga daño. Por un lado es una emoción que estamos obligados a experimentar si queremos ser felices, pero por otro lado tenemos que ser precavidos y elegir bien a las personas que queremos amar.

En el proceso terapéutico la clave es aprender a identificar y diferenciar entre emociones funcionales y disfuncionales.