18 leyendas ecuatorianas cortas para conocer el folclore del país
Las leyendas y mitos ecuatorianos varían según la región. En este artículo te traigo una recopilación de las historias más famosas y representativas de Ecuador. Entre ellas destacan la cantuña, la doncella de Pumapungo, la princesa triste de Santa Ana, el demonio del barranco, entre otras.
Ecuador es un país lleno de todo tipo de historias, muy variadas según la región que se visite.
Fantasmas, demonios, duendes, damas espectrales y personajes más terrenales son los que protagonizan estas historias, vivas pruebas del rico folclore ecuatoriano.
A continuación descubriremos unas cuantas leyendas ecuatorianas de diferentes regiones del país.
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18 leyendas ecuatorianas muy interesantes
Ecuador es un país relativamente pequeño, pero muy grande en lo que cultura se refiere. Su folclore está muy vivo y es rito no solo en ritos y festivales, sino también en mitos y leyendas.
Sus historias, mezcla de la mitología precolombina y las aportaciones de los conquistadores europeos, son una viva e interesante prueba de la cosmovisión del país sudamericano.
A continuación veremos varias leyendas ecuatorianas, ordenadas según la región de este país latinoamericano de donde surgen.
Sierra
Algunas de las historias de la Sierra ecuatoriana son las siguientes.
1. Cantuña y su pacto con el diablo
Todo aquel que haya visitado la capital de Ecuador, Quito, se habrá dado cuenta de que es famoso el nombre de Cantuña y la leyenda que lo acompaña. La historia de esta leyenda dependerá del lugar y la persona que la cuente, pero sea cual sea su peculiar forma de contarla todos tienen en común la misma historia de fondo.
Unos dicen que Cantuña era un mestizo, hijo de madre indígena y padre español, mientras que otros especulan que se trataba en realidad del hijo de Hualca, ayudante del famoso inca Rumiñahui, del que se cuenta que ocultó el oro inca a los conquistadores españoles.
Fuera cual fuera su origen, la historia cuenta que el sacerdote de Quito se encontraba con la idea de construir la futura Iglesia de San Francisco en la ciudad y que le preguntó a nuestro personaje si era capaz de construirla. Cantuña, honrado por semejante encomienda, respondió que sí, que él se encargaría de construir el nuevo templo.
Así pues, satisfecho el sacerdote por haber encontrado alguien dispuesto a tan gran trabajo, dejó todo en manos de Cantuña. Pero, al pasar el tiempo, nuestro protagonista vio que no tendría tiempo ni recursos para terminar el trabajo y, desesperado, rezó a Dios por varios días para que hiciera caso de sus plegarias, a ver si le ayudaba, pero tristemente no escuchó ninguna respuesta.
La desesperación de Cantuña ya era tal que se vio obligado a rezarle justo a quien no se debe rezar: el Diablo. A diferencia de Dios, el señor del inframundo acudió presto a su llamada. Tras escuchar las solicitud de Cantuña, el Diablo le dijo que le ayudaría a terminar la iglesia rápido pero, a cambio, le tendría que dar su alma, trato que nuestro protagonista estuvo de acuerdo.
Cantuña era muy listo, y se atrevió a pedirle al Diablo poner una cláusula al trato en el que si, al momento de realizar el encargo el trabajo no estaba realizado antes de las 6 de la mañana, el trato se cancelaba. El Diablo, que no dudaba para nada de sus poderes ni de la habilidad de sus secuaces infernales, estaba más que convencido de que el templo estaría listo antes de llegar a esa hora.
El Diablo mandó a sus diablillos a la zona de construcción quienes, temerosos de la ira de su líder, se pusieron manos a la obra para acabar la Iglesia. Tan endiabladamente ocupados estaban y ensimismados en lo que hacían que no se dieron cuenta de que Cantuña retiró un ladrillo mientras estaba aún fresco y observaba como los secuaces del mismísimo señor de las tinieblas estaban trabajando creando un templo para Dios.
Pasaron las horas y el templo parecía acabado. El Diablo se presentó ante Cantuña y justo delante del atrio del nuevo templo el señor del inframundo reclamó su trato, llevarse el alma de Cantuña. De fondo estaban sonando las campanas que indicaban que eran las 6 de la mañana y, mientras el Diablo se preparaba para recibir su recompensa, el quiteño empezó a reírse, invitándole a que comprobara si realmente estaba terminado el trabajo. El Diablo y sus diablitos observaron que no, que faltaba justo un ladrillo y que, por lo tanto, no se había cumplido el trato.
Y así fue como el hábil Cantuña engañó al Diablo haciéndole trabajar para Dios, consiguiendo satisfacer al sacerdote de Quito y ganándose el mérito de haber construido un templo él solito.
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2. El Guagua Auca
En la mitología ecuatoriana, se dice que el Guagua Auca es un demonio creado por el alma de un niño que nació y murió sin llegar a ser bautizado. Su espectro tétrico se presenta ante los borrachines que pisan las calles a altas noches de la noche, asustándoles con un terrible chillido incesante que desespera hasta a la persona más cuerda.
Los incautos beodos buscan desesperados el origen del chillido hasta que encuentran de donde aparece. Lo primero que ven es una escena triste, un pobre niño recién nacido que debe haber sido abandonado por su madre y que lo ha envuelto en una manta a ver si alguien se hace cargo de él. ¿Quién dejaría a un pobre bebé abandonado ahí? Los borrachos, en una muestra de compasión, lo cogen para cuidarlo.
Pero lo cierto es que los pobres son ellos, tan bebidos que están que no van con precaución. Horas más tarde se dan cuenta del error que han cometido, viendo cómo el bebé cambia totalmente de fisionomía y el supuesto niño se convierte en un demonio, protagonista de la peor pesadilla que se os pueda venir a la cabeza.
Dicen que no son pocos los hombres que, tras una noche de juerga ebria, han sido encontrados muertos y con espumarajos en la boca, víctimas de su encuentra con el Guagua Auca.
3. Los orígenes de los Cañaris
Los cañaris eran una etnia que vivía en las actuales provincias de Azuay y de Cañar. Se cree que su nombre tiene relación con la idea de creer ser descendientes de la culebra y la guacamaya, dos figuras que tienen importante relevancia en la cosmovisión de este pueblo y del Ecuador moderno.
Según cuenta la leyenda, en aquellas tierras la diosa Pachamama mandó un diluvio que cubrió hasta la cima de la montaña más alta. Todo fue destruido a su paso, y solo dos hermanos sobrevivieron quienes a duras penas consiguieran llegar a una cima que todavía no estaba cubierta de agua. Tenían la esperanza de que en algún momento el nivel del agua bajaría, y decidieron esperar ahí.
Pero el agua no bajaba, y no tenían forma humana de conseguir comida con lo que en cuestión de días empezaron a desfallecer. Pero para su fortuna, y justo cuando estaban a punto de morir por hambre, los hermanos descubrieron una cueva en la que había comida. Volvieron al día siguiente y volvió a aparecer comida, como si por arte de magia se tratara.
No entendían qué era lo que pasaba hasta que un día se dieron cuenta de que dos mujeres con forma de guacamaya eran las que les dejaban ahí alimentos diariamente. La belleza de sus plumas y sus siluetas femeninas enamoraron a los dos hermanos, cuyo amor fue correspondido y con ellas tuvieron muchos hijos. De esos hijos nacerían otros hijos, quienes serían los primeros pobladores del Cañar.
4. La doncella de Pumapungo
Pumapungo era el destino de descanso preferido por los emperadores incas. Localizado en la actual Cuenca, en la provincia de Azuay, este lugar estaba impresionantemente decorado y hoy en día es posible deleitarse con los restos que todavía quedan del asentamiento, un lugar en el que se dice que se encontraba una fuente sagrada de uso exclusivo para el emperador.
Pero la leyenda no se centra en la fuente del inca, sino de sus doncellas. Atendido por unas mujeres llamadas las Vírgenes del Sol, estas eran criadas desde pequeñas en distintas artes y habilidades que usaban para entretener a sus emperadores. Una de estas Vírgenes exclusivas para el emperador incaico se llama Nina, bella y delicada mujer.
Aunque estaba prohibido para las Vírgenes del Sol que vivían en Pumapungo, Nina acabó enamorándose de uno de los sacerdotes del templo. Este amor era mutuo, haciendo que este par se reuniera en las noches de Luna Llena en los jardines del lugar, mirando las estrellas y disfrutando de la brisa nocturna que, como ruido de fondo, daba ambiente a la pasión de los dos amantes.
Pero su secreto no duró mucho. Cuando se enteró el emperador, lleno de ira y cólera, mandó matar al sacerdote como castigo, pero no así a Nina. Nina no fue ejecutada, pero tampoco fue informada del hecho. De hecho, el emperador inca ordenó que no se le dijera nada de lo que había sucedido, que siguiera creyendo que su amor estaba vivo.
La tristemente ignorante Nina seguía acudiendo al lugar que antes era el nido de amor de ella y su amante. Iba y volvía a ir, pero su amante no acudía a sus encuentros. Un día, tras llevar ya varios intentos sin éxito, murió de pena al no volver a ver a su amante. La leyenda cuenta que ella sigue ahí, que en las mismas noches de Luna Llena que disfrutó del amor de su amante se manifiesta y su lamento se puede escuchar en las ruinas del lugar.
5. La leyenda del padre Almeida
En Quito se oye mucho una frase: “¿Hasta cuándo, Padre Almeida?”. Se dice cada dos por tres, pero pocos son los quiteños que saben cuál es la historia detrás de ella. ¿Quieres saber cuál es? Esta es…
La historia transcurre en la ciudad de Quito, como no, concretamente en su centro histórico. El padre Almedia forma parte de una de las leyendas ecuatorianas más populares debido a que es de lo más jocosa.
Se dice que este emisario de Dios salía por las noches a refrescar el gaznate tomándose su trago de aguardiente religiosamente. Cuando se le presentaba la oportunidad para dejar de lado sus obligaciones eclesiásticas, el bueno del padre Almedia saltaba de una torre y slaía hacia la calle.
Érase una de esas tantas noches que salía que, de repente, escuchó una voz a lo lejos que le decía:
- ¿Cuándo será la ultima vez que lo hagas, Padre Almeida?.
Incrédulo, el sacerdote respondió en lo alto:
- Pues hasta que vuelva a tener ganas de otro traguito.
Hay quienes dicen que no dijo eso, sino que soltó una frase que algunos podrían considerar hasta un poco blasfema:
- ¡Hasta la vuelta de nuestro señor Jesucristo!
Sea como sea, esa misma noche, después de haber estado bebiendo tanto en el bar, se encontró con una marcha fúnebre camino al cementerio.
Al salir, se chocó con el féretro y se quedó sorprendido al ver lo que vio, quedando más pálido que un muerto. La persona que estaba dentro del ataúd era ni más ni menos que él mismo, muerto por algún incidente por pasarse con el alcohol.
De repente, el alcohol que tenía en sus venas se evaporó del tremendo susto que se llevo, recobrando la sobriedad en un santiamén. Corrió y corrió hasta la iglesia y prometió a Cristo que no volvería a tomar ni gota de brebaje alguno.
Dicen las personas que visitan la misma iglesia donde trabajaba el padre Almedia que el cristo del lugar traza en sus labios una ligera sonrisa, como de haber ganado. Se cree que es por haber conseguido que el padre Almeida dejara el alcohol, satisfecho Cristo por haber conseguido que las ovejas vuelvan al rebaño.
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6. La veleta de la catedral de Quito
En tiempos coloniales, Quito era el lugar de residencia de un poderoso caballero lleno de riquezas, pero que también estaba lleno de orgullo y prepotencia. No tenía reparo alguno en insultar o menospreciar a todo aquel que se cruzase por su camino, pues se sentí el hombre más importante del mundo.
Tanto era su desprecio por todo y por todos que, un día volviendo borracho a su lujosa casa, se detuvo frente la majestuosa veleta en forma de gallo de la catedral de Quito. Cualquier persona normal se hubiera quedado maravillada ante ese instrumento, pero él, como no, no pudo evitar soltar barbaridades e insultos:
- ¡Ese gallo es patético! ¡Menuda broma de gallo! ¡Más que un gallo, parece un pavito miedoso y ridículo!
Pobre y estúpido cretino porque, para sorpresa del maleducado caballero, el gallo tomó vida y no le sentaron muy bien las palabras que le soltó. El ave se descolgó de la veleta para atacarle ferozmente, sin piedad alguna. Las heridas que le hizo al caballero tiñeron de rojo las caras y elegantes vestiduras de nuestro prepotente protagonista.
A la mañana siguiente, el caballero despertó en su cama notando el escozor de todas las marcas de picotazos y sangre coagulada por su cuerpo. Su memoria le fallaba, ¿a caso fue verdad o producto de su borrachera? No lo recordaba muy bien, pero el daño en su cuerpo era tan real como dura es una piedra.
Desde entonces se le bajaron un poco los humos y, además, no volvió a atreverse a pasar por delante de la catedral de Quito.
7. Atahualpa
Atahualpa fue uno de los emperadores incas más conocidos de la historia puesto que fue el último soberano incaico antes de la llegada de los conquistadores españoles y, también, porque fue un líder sangriento, con un comportamiento salvaje en la batalla. Se dice que todo lo que sabía en el arte de la guerra se lo enseñó su padre, Huayna Cápac.
Cuenta la leyenda que, durante su infancia, Atahualpa estaba por los bosques de Cuzco en busca de poder cazar algún animalillo para su diversión. Mientras merodeaba por el lugar se cruzó en su camino un hermoso guacamayo que se posó en la rama de un árbol. El joven Atahualpa quería tener esa ave como trofeo, así que decidió ir a por él y no paró hasta que consiguió matarlo.
Orgulloso con su pieza, volvió a casa para mostrarle el trofeo a su padre, sabiendo que se trataba de un ave difícil de conseguir. Sin embargo, justo antes, Atahualpa se topó con su madre, la reina Pacha, mujer sabia que le dio una hermosa y valiosa lección:
“Al enemigo solo se le ataca en la guerra, ya que posee armas para poder defenderse”
Luego cogió el ave y le hizo a su hijo un tocado para que siempre recordara esas sabias palabras.
8. Leyenda del Tesoro de Atahualpa
La leyenda del tesoro de Atahualpa es una de las historias ecuatorianas más recordadas. Todo ocurre en tiempos de la conquista española, cuando los conquistadores logran capturar a Atahualpa.
Tratando de recuperar la libertad, Atahualpa ofreció un cuarto lleno de oro y dos cuartos llenos de plata, acuerdo que aceptaron los españoles. Los objetos y piedras preciosas empezaron a llegar a la localidad de cajamarca donde estaba Atahualpa capturado pero, lamentablemente, la distancia afectó el acuerdo haciendo que no se consiguiera todo lo pactado y, por ello, los españoles acabaron matando al líder inca.
Al enterarse de la muerte de Atahualpa, Rumiñahui decidió ocultar el resto del botín para que los españoles no lo vieran como castigo por haber roto el acuerdo. Esto hizo que la conquista española se dividiera, obsesionada en la búsqueda del resto del tesoro, haciendo que Francisco Pizarro se dirigiera por un camino mientras que Sebastián de Benalcázar siguó la búsqueda para encontrar a Rumiñahui.
Consiguieron capturar a Rumiñahui que fue quemado en la plaza de Quito, pero el lugarteniente de Atahualpa no fue atrapado y él permaneció oculto con el tesoro inca. La leyenda sigue bien viva y ha llegado a motivar a realizar varias expediciones en búsqueda del tesoro de Atahualpa, pero nunca se ha encontrado. Quien sabe si algún día el mito se vuelva realidad...
Costeras
Historias del Ecuador costero.
9. La princesa triste de Santa Ana
En lo que hoy se conoce como Guayaquil vivía un rey que tenía una gran riqueza en sus fortalezas. Pese a ser muy rico, no pudo evitar que su hija cayera enferma de una extraña enfermedad de la que no se encontraba cura.
Un día apareció ante el rey un hechicero, un hombre que se ofreció a curar la salud de la princesa a cambio de todas las riquezas reales. El rey, a pesar de querer a su hija, también quería la gran fortuna que poseía, así que le dijo que no. Como resultado de su negativa, el hechicero se enfadó y lanzó una maldición sobre las tierras que habitaba el rey, condenando a él y a su pueblo a la desaparición.
Siglos más tarde, con la llegada de los europeos, uno de los expedicionarios españoles que escalaba uno de los cerros de la zona se encontró con una bella princesa. La chica le dio dos opciones al joven conquistador: o tomar una hermosa ciudad llena de oro o casarse con una esposa fiel y devota.
El joven conquistador optó por ser pragmático, escogiendo la ciudad de oro, decisión que no alegró a la princesa. Enfadada, conjuró una maldición sobre él mientras que el conquistador, aterrado, empezó a rezarle a la Virgen de Santa Ana para que lo salvara, cosa que le concedió. Es por este motivo que el cerro donde fue fundada la ciudad de Guayaquil fue bautizado con el nombre de Santa Ana.
10. El demonio del barranco
Cuenta una leyenda ecuatoriana que hay un demonio que vive en los barrancos cerca de los ríos. Su afición es buscar casas que hayan sido construidas en sus bordes, para tirarlas sobre las aguas del río.
Una noche, el demonio se disfrazó de un apuesto hombre, de trato encantador y rasgos atractivos que, con la intención de tumbar una casa con todos sus habitantes dentro, hechizó la familia que ahí vivía para que fueran pronto a dormir.
Hipnotizó a todos, salvo a uno, un niño que logró ocultarse debajo de una silla y huyó para pedir ayuda a un sacerdote. El cura llegó a tiempo, soltó unos rezos y salvó la casa y a toda la familia de caer al río.
11. La dama de Guayaquil
La leyenda de la dama de Guayaquil es una historia que se extendió a principios del siglo XVIII y sigue siendo muy contada entre los ecuatorianos. Cuenta la historia de como una mujer elegante, con vestido negro y velo en la cara, se aparecía a los hombres que rondaban las calles estando borrachos. Los hombres no podían ignorarla, pues la mujer era misteriosa y atractiva, envuelta en una dulce fragancia.
Los hombres iban tras la dama, pero nunca conseguían alcanzarla. Iban corriendo por las calles, dando tumbos estando bajo los efectos del alcohol, hasta que conseguiían alcanzarla a escasos metros del cementerio general. Era justo en ese momento en que la mujer se daba la vuelta, se quitaba el velo y lo que era una fragancia frutal y dulce se convertía en un olor nauseabundo. Su cara mostraba su verdadera forma: la calavera de una muerta.
Los hombres quedaban atónitos ante la cadavérica figura cuya peste les hacía convulsionar en el suelo hasta que fallecían entre vómitos y espumarajos, con los ojos en blanco y en una postura patética. Era el castigo de la dama hacia los tunantes, borrachos e infieles a sus esposas.
12. Los duendes de Ecuador
El duende es un personaje presente en muchas regiones de Ecuador según la mitología de la región. Este ser habita los bosques y las junglas del país, reposando sobre grandes rocas en los río, vistiendo ropas oscuras y llevando un gran sombrero. Hay quienes creen que no son duendes aislados, sino que forman toda una comunidad que se distribuye a lo largo de cuevas, desfiladeros y ríos por todo el país.
Los duendes suelen enamorarse de jóvenes hermosas que empieza a seguir. Trata de llamar su atención arrojando piedras o lanzando silbidos, y se muestra muy celoso cuando se presentan las parejas de las chicas de las que se ha enamorado.
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13. El pacto de Emilio Estrada con el diablo
Emilio Estrada fue presidente del consejo municipal de Guayaquil y presidente de la república por pocos meses. Destacó por servir a su ciudad en el ámbito laboral y privado. Intentó servir a su país, pero, después de ganar la presidencia en las elecciones presidenciales tuvo que declinar al verse muy afectado su estado de salud.
Pero la leyenda se ubica temporalmente en después de su muerte. Se dice que habría vendido su alma al diablo, sin saber muy bien el por qué. Sea como sea, el presidente ordenó construir un mausoleo de cobre para impedir que el Diablo se llevara su alma. El Diablo, enfurecido por no poder satisfacer su pacto, mandó custodiar el mausoleo a sus demonios y no dejar descansar al presidente Estrada.
Hay quienes dicen que han visto a un hombre elegantemente vestido dando paseos cerca del mausoleo de Estrada. Este hombre habla con los viandantes, conversa con quienes esperan el transporte público e, incluso, se queja del tiempo junto con las personas mayores. Dicen que ese hombre es el mismísimo ex presidente, que sale a dar un volteo de su sempiterno descanso.
14. Umiña, la diosa manteña
Umiña era la hija de una sacerdotisa y un sabio cacique de la región de Manta, en la costa de Ecuador. La joven era muy reconocida en su pueblo por tener unos ojos verdes color esmeralda, nada comunes entre los nativos del lugar.
Por desgracia, Umiña presenció con esos mismos ojos el asesinato de su madre y, al cabo de poco tiempo después, como su padre moría en condiciones un tanto extrañas. La fortuna no mejoró, puesto que Umiña acabó siendo también asesinada cruelmente poco después, contando la historia que fue por orden de su madrastra, una bruja que extrajo su corazón y que se cree que estuvo implicada en la muerte de su padre.
La leyenda dice que el corazón de Umiña se transformó en una hermosa y gran esmeralda roja y que, al enterarse el pueblo de este milagro, todos los habitantes del mismo se fueron ahí a venerar la piedra y construir templos en su honor. Dicen que quienes tocaban la gema veían con gozo y esperanza como todas sus dolencias sanaban.
Amazonas
Historias del Ecuador amazónico.
15. Etsa y el demonio Iwia
Iwia era un demonio que solía atormentar a la comunidad shuar en la selva. Un día, este ser devoró a todos los miembros de una familia, a excepción de un pequeño niño llamado Etsa a quien cogió y se lo llevó a su guarida, criándolo y haciéndole creer el demonio que él era su padre.
Etsa creció y el demonio le encomendó la tarea de traerle pájaros para poderlos tomar como postre. El niño cumplió con su misión, hasta que un día se dio cuenta de que ya no quedaban más aves en el bosque, a excepción de una paloma llamada Yapankam de la que se hizo amigo.
Esta le contó la historia real, lo que Iwia le había hecho a sus verdaderos padres y le dijo que la manera de devolver las aves a la selva era introducir plumas en una cerbatana y soplar. Y así lo hizo Etsa, quien también decidió matar al demonio como venganza por lo que le hizo a sus padres y liberar a las aves de su yugo.
16. Kuartam, el sapo
Esta es la historia de un cazador de la cultura shuar, quien se internó en el bosque. Su esposa, muy preocupada la mujer, le había advertido que no se burlara del sonido que emitiera un sapo en caso de que se lo encontrara.
Dio la casualidad que el cazador se encontró en su camino con el sapo quien hizo su peculiar sonido, un croac del que el hombre no pudo evitar reírse e imitar en tono jocoso. El humano se lo pasaba bien, pero el anfibio no tanto y, enfadado, el sapo se convirtió en un puma que se comió parte del cuerpo del cazador.
La esposa, al enterarse de lo que había pasado, decidió tomar la justicia por su propia mano y clamó venganza. Encontró al sapo y lo mató tumbando el árbol en el que se encontraba. La mujer abrió al animal y pudo recuperar de su interior los restos de su marido.
17. Nunkui y la yuca
Los huar habían consumido todos los recursos de las tierras que habitaban. La madre tierra Nunkui quería ayudarles pero, antes, tenía que comprobar si eran merecedores de facilidades así que ofreció al pueblo a su hija como regalo, advirtiéndoles que, si cuidaban de ella, les proveería de alimentos de todo tipo. En cambio, si la maltrataban, el hambre volvería al poblado.
Los shuar aceptaron y vieron como la comida volvía a aparecer a raudales. Sin embargo, los más jóvenes del poblado no respetaron las advertencias de Nunkui, puesto que unos niños de la comunidad maltrataron a la niña. La madre tierra, enfadada, se tragó todos los alimentos y es esta la explicación que dan los de la comunidad para justificar por que la yuca tiene que ser buscada por debajo de la tierra.
Galápagos
Las islas Galápagos también tiene sus leyendas ecuatorianas; aquí puedes ver un ejemplo de ello.
18. El muro de las lágrimas de la isla Isabela
Una de las leyendas ecuatorianas más modernas es el muro de las lágrimas de la Isla Isabela, un islote que se ubica a 5 kilómetros de Puerto Villamil, en las Islas Galápagos. En ese lugar se encuentra un muro hecho de piedras que fue construido entre 1945 y 1959 por prisioneros enviados ahí para pagar por sus fechorías. La pared tiene cerca de 25 metros de altura y se dice que, en su construcción, murieron muchos presos.
Quienes viven en la isla dicen que, cuando hay niebla, durante el crepúsculo o la noche, se pueden oír los débiles lamentos de aquellos que dieron su vida mientras construían el muro. Otros dicen que los fantasmas de algunos de los prisioneros se pueden ver en el camino que conduce al sitio.