Las 3 diferencias entre un niño nervioso y un niño hiperactivo
Muchos padres se preguntan si su hijo o hija será hiperactivo porque ven que no para quieto, no hace caso y se enfada con facilidad. Los mitos sobre lo que es el TDAH han proliferado en las últimas décadas, haciendo que se pase del infradiagnóstico al sobrediagnóstico.
¿Todos los niños nerviosos son hiperactivos? En realidad, el TDAH implica mucho más que ser solamente una persona nerviosa. Es un trastorno de origen neurológico que se manifiesta en forma de severos problemas de atención, del sueño y problemas escolares.
A continuación vamos a comprender cuáles son las principales diferencias entre un niño nervioso y un niño hiperactivo, viendo también algunas de las características principales de TDAH.
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Distinguiendo entre un niño nervioso y un niño hiperactivo
En los últimos años, muchos padres han empezado a acudir a psicólogos infantiles preocupados por la posibilidad de que su hijo pudiera padecer TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad). Muchas de estas visitas son motivadas por los mitos que siguen circulando sobre qué es el TDAH, añadido a que muchos maestros, cuando ven que uno de sus alumnos parece ser demasiado activo y le cuesta concentrarse, se plantean la posibilidad de que tenga este trastorno y avisa a sus padres.
El número de niños diagnosticados con hiperactividad ha aumentado en los últimos años. La razón de esto es que ahora hay una mayor sensibilidad sobre el TDAH, la importancia de un diagnóstico temprano pues, de ser demasiado tardío o no recibirse, puede implicar graves dificultades en la vida del afectado. Los niños con TDAH se benefician del diagnóstico pues le sigue el tratamiento con el cual se le dotará de las herramientas adecuadas para hacer frente a su trastorno y mejorar su vida en el ámbito educativo, social y personal.
Sin embargo, esta mayor sensibilización también ha implicado una consecuencia negativa. En los últimos 25 años se ha pasado del infradiagnóstico al sobrediagnóstico, haciendo que sean muchos los niños y niñas que se les clasifique en una categoría que no les corresponde. En estos casos, no son niños con un problema neurobiológico, sino que lo más probable es que tan solo sean pequeños muy nerviosos, algo que forma parte de su personalidad y que la medicación para el TDAH no va a “solucionar”.
Los niños son inquietos
Todo padre y madre debería saber que los niños, por naturaleza, son inquietos, personitas llenas de energía que no paran quietas. Es su necesidad, por lo que en principio no debería preocuparnos que nuestro hijo o hija no pare quieto. De hecho, es algo esperable según a qué edad. Por ejemplo, si se trata de un pequeño de 2 años que no para de hablar, eso es totalmente normal porque justo acaba de adquirir esa habilidad y la está poniendo en práctica, sorprendido por su nueva capacidad.
Si tiene entre 4 o 5 años y no para de correr y saltar, también es normal. De nuevo, el motivo por el que se comporta así es que está adquiriendo una nueva habilidad, en este caso un mayor control motor. Al momento de aprender a caminar y lograr la independencia motriz, los niños le saben sacar mucho partido cogiendo de todo, corriendo, saltando, investigando su entorno, descubriendo su mundo. Es por todo esto que es fundamental enseñarles donde pueden y no pueden liberar sus energías, enseñándoles cuándo es adecuada su conducta y ponerles normas y límites para fomentar su autocontrol.
Algunos adultos esperan demasiado de los niños, por lo que pueden confundir la energía y nivel de actividad característicos de la infancia con el TDAH. Es normal que los pequeños sean tan inquietos, habiendo explicación neurobiológica para ello: la corteza prefrontal.
La concentración, la atención y la capacidad para regular la conducta son funciones que dependen mucho de esa área, la cual no llega a madurar por completo hasta cerca de los 25 años. A los 5 años está lo suficientemente madura como para inhibir la conducta, y a los 7 lo está lo suficiente como para poder mantener la atención por períodos de tiempo largos.
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¿Qué es la hiperactividad en niños?
De forma muy resumida, vamos a explicar qué es el TDAH. Se trata del trastorno neurobiológico más frecuente en la infancia, presentándolo cerca del 5% de la población infantil. Se trata de una condición psiquiátrica caracterizada por la desatención, la hiperactividad y la impulsividad, aunque no tienen por qué presentarse de forma conjunta dado que existen diferentes subtipos de TDAH.
El TDAH suele diagnosticarse durante los primeros años de la educación primaria. Los profesionales encargados del diagnóstico son neuropediatras, psicólogos y psiquiatras infantiles. Durante la diagnosis serán necesarias entrevistas con los padres y con el infante, testimonios de los maestros del niño así como, también, exámenes físicos y pruebas complementarias para descartar cualquier otra problemática.
Entre los criterios diagnósticos se encuentran algunas conductas relacionadas directamente con los problemas de atención:
- Falta de atención suficiente a los detalles.
- Dificultades para mantener la atención en tareas o actividades recreativas.
- Falta de concentración en tareas escolares (que a menudo quedan inacabadas).
- Rechazo de tareas que exijan esfuerzo cognitivo.
- Extravío frecuente de objetos.
El tratamiento para el TDAH se debe abordar de forma coordinada, desde diferentes disciplinas terapéuticas. Son necesarios los fármacos, prescritos por un psiquiatra o neurólogo, además del tratamiento psicológico y psicopedagógico. En el caso concreto del TDAH, ninguno de estos tratamientos es único ni puede sustituir a los demás.
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Las 3 diferencias entre un niño nervioso y otro hiperactivo
Las diferencias entre un niño nervioso y un niño hiperactivo son, principalmente, tres. Cabe mencionar que no siempre es fácil distinguir entre estos niños, puesto que tanto uno sin TDAH como uno con pueden manifestar síntomas como desatención, irritabilidad, problemas de sueño y llanto frecuente. Además, y como hemos comentado antes, todos los niños son inquietos en mayor o menor medida, así que es común que se muevan excesivamente y actúen sin pensar.
No obstante, la observación es clave para deducir si un niño es simplemente nervioso o si, por el contrario, presenta hiperactividad. Hay que tener en cuenta lo siguiente.
1. Causa de origen de los comportamientos problemáticos
La causa de origen de los comportamientos problemáticos es diferente entre un niño nervioso y un niño hiperactivo.
En el nervioso casi siempre es posible encontrar una causa para su intranquilidad, como por ejemplo problemas con los compañeros de la escuela, la muerte de un ser querido, un cambio en su ambiente, la llegada de un nuevo hermano o cansancio por problemas para dormir, entre otros. En estos casos, cuando la situación se normaliza o desaparece lo que la provoca, el niño suele tranquilizarse.
En cambio, en el caso de los niños hiperactivos sucede que el origen de sus comportamientos no es aparente. Es cierto que podría darse una situación que le provocara nerviosismo pero, cuando esta se soluciona, el niño sigue siendo hiperactivo.
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2. Ámbitos de expresión del problema
Los niños nerviosos son capaces de estar concentrados durante periodos de tiempo largos cuando la actividad realmente les gusta. De hecho, su inquietud se suele manifestar sólo en determinados contextos, como por ejemplo durante una asignatura en el colegio que no les gusta o en casa teniendo que hacer una tarea que no les divierte.
En cambio, los niños con TDAH muestran sus síntomas en diferentes contextos, presentando un patrón persistente de inatención y/o hiperactividad e impulsividad que interfiere absolutamente en todas sus áreas. Sus problemas de atención y concentración se manifiestan tanto en la escuela como en casa.
Muchas veces, los niños muy inquietos mejoran cuando se les marcan pautas claras de conducta. Si el niño en un lugar público no para de correr y saltar sin que le digamos nada, no es que el niño sea hiperactivo, es que no se le ha enseñado a comportarse. En cambio, en los casos en los que sí tiene este problema, las pautas de conducta de poco sirven sin la conveniente ayuda profesional.
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3. Momento de aparición de los síntomas
El momento de aparición de los síntomas es también una diferencia importante que nos permite averiguar si un niño es hiperactivo o simplemente es nervioso. Los niños hiperactivos suelen presentar los síntomas ya desde la primera infancia. De hecho, muchos padres y madres suelen decir que sus hijos ya eran bebés muy intranquilos, con problemas de sueño y que siempre han sido muy irritables. Incluso hay testimonios de madres que afirman que su hijo ya era “movidito” en el vientre.
En los niños nerviosos, en cambio, su inquietud suele aparecer después de un suceso desencadenante, tanto gradual como repentinamente. Cuando el nerviosismo es una característica de su personalidad este se va atenuando a medida que el niño o niña va madurando, adquiriendo un mayor control de su comportamiento. En el caso del TDAH, el paso del tiempo lo que consigue es solo agudizar los síntomas, estando los problemas de concentración y atención todavía presentes.