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¿Cuál es el significado emocional de las adicciones?


Las adicciones son una epidemia, un problema que padecen millones de personas alrededor del mundo y que repercute tanto en su salud física y mental como en las de sus familiares y seres queridos.

Ya sea a una sustancia como el alcohol o la cocaína como si lo es a la comida, al sexo u otros comportamientos adictivos, las adicciones no surgen espontáneamente ni por puro capricho, sino por haber vivido eventos personales altamente traumáticos o, como mínimo, emocionalmente perturbadores.

Las causas emocionales de las adicciones pueden llegar a ser muy variadas, y a continuación vamos a explorarlas, viendo también cómo dificultan que los pacientes se liberen cuando no son debidamente resueltas.

Las causas emocionales de las adicciones

Las personas no se vuelven adictas de la noche a la mañana. Las adicciones suelen originarse como consecuencia de un vida altamente tensa, emocionalmente perturbadora y con episodios traumáticos en su historial personal. Sea tabaco, alcohol, cocaína, marihuana o, incluso, conductas como el sexo, comer o compras compulsivas, lo cierto es que su adicción no se genera de forma espontánea y casual en personas mentalmente sanas, con alta autoestima y seguridad.

La adicción, tanto a sustancias como a las comportamentales, representa un alto coste emocional tanto para los pacientes como sus familias. Estas problemáticas se desarrollan en entornos en donde existían alteraciones emocionales previas, donde los sentimientos como la culpa, la inutilidad, la ansiedad, la vergüenza y la tristeza han predispuesto a la persona a caer en las garras de las adicciones. Sea el tipo de adicción que sea, esta crea complicaciones emocionales para todo el mundo que cae en ellas, además de afectar sobre el entorno social del paciente adicto.

Naturalmente, el mayor impacto emocional del consumo de sustancias o adicción a ciertos comportamientos lo experimenta el propio adicto. No obstante, cónyuges, hijos, padres, abuelos, hermanos, resto de la familia extensa y amigos cercanos también pueden ser víctimas del grave impacto de la adicción de su ser querido. Sus reacciones emocionales ante la situación pueden ser muy variadas, pero el estrés, el dolor y el desánimo son emociones omnipresentes.

Factores de riesgo emocional

A menudo, las personas que consumen drogas o llevan a cabo una conducta adictiva problemática lo hacen como su forma de escapar de las emociones desagradables que están viviendo o tratando de olvidar la tensión psicológica o un recuerdo traumático. De hecho, las personas adictas de adultos suelen ser individuos cuya infancia estuvo marcada por eventos traumáticos. La adultez tampoco se libra de ser escenario de eventos traumáticos, los cuales hacen que la persona se sienta emocionalmente inundada por estrés, tristeza, ansiedad, culpa y tensión psicológica en general.

Algunos de los factores de riesgo emocionales más comunes para la adicción son:

  • Abuso emocional físico o sexual en la etapa de la infancia.
  • Estilos parentales distantes o negligentes.
  • Ser víctima de acoso escolar.
  • Ser víctima de violencia doméstica.
  • Sobrevivir a un desastre natural potencialmente mortal.
  • Perder a un ser querido por muerte, divorcio o desaparición.

Todos estos eventos pueden hacer que la persona desarrolle profundos problemas psicológicos, incentivados por emociones como la culpa o la vergüenza al pensar que parte de las desgracias que le han ocurrido son responsabilidad suya. Ciertamente, hay individuos que se culpan de haber recibido abusos sexuales en su infancia, ser víctimas de violencia doméstica o de la muerte de un familiar, preguntándose una y otra vez qué hubieran podido hacer para merecer eso o cómo lo podrían haber evitado.

Drogas y emociones

La adicción, especialmente a sustancias, se desarrolla fácilmente entre personas que las usan para estabilizar su estado emocional, ya sea para calmar su dolor y acallar sus recuerdos traumáticos o para sentir algo, pues el trauma puede provocar una profunda tristeza y ansiedad o apatía y desconexión del mundo. Sea para qué sea que toman las drogas o realizan comportamientos adictivos, esta estrategia no les va a funcionar a largo plazo, si es que acaso en algún momento les ha funcionado.

Centrándonos en las drogas, el cuerpo humano acaba generando tolerancia hacia las mismas. A medida que el cuerpo del consumidor se acostumbra a la sustancia, se tendrá que tomar cada vez más cantidad de la droga para que conseguir los efectos deseados, sean calmantes o sean activadores. Este es el principal riesgo para que se desarrolle una adicción pues a mayor tolerancia, mayor cantidad a tomar y, consecuentemente, mayor riesgo de dependencia física.

El consumo de drogas provoca una situación paradójica. Primero, se toman para dejar de sentirse mal pero, a medida que la persona va embarcándose en una adicción de la que es cada vez más difícil salir, la misma va encontrándose emocionalmente peor. Lo que en un principio le servía para suprimir u olvidar recuerdos y emociones dolorosas es lo mismo que ahora le provoca tales emociones pues no poder desprenderse de una droga provoca malestar, sentimientos de ansiedad y sensación de ser un inútil.

Así, en ciertos casos las causas emocionales de las adicciones se convierten en las consecuencias de las mismas, mucho más graves. A su vez, incrementan el riesgo de que el paciente recurra a otra adicción para deshacerse de las emociones desagradables de la primera, lo que inicia una peligrosa dinámica viciosa de cada vez más conductas adictivas, sean con sustancias como comportamentales. Cuando se instaura la adicción, la persona experimenta cambios dramáticos de humor, baja autoestima y poca seguridad en sí mismo.

Cerca de la mitad de quienes tienen un trastorno por uso de sustancias presenta otros problemas mentales. Entre los trastornos mentales más comunes tenemos los del estado del ánimo, como la depresión, además de ansiedad, trastorno bipolar y problemas comportamentales.

Consecuencias emocionales de las adicciones

Como decíamos, las adicciones tienen un importante origen en problemas emocionales, pero a su vez los provocan. Es decir, las mismas emociones que llevan a una persona a consumir acaban apareciendo cuando ésta se vuelve adicta, pero de forma mucho peor. La estabilidad emocional queda seriamente dañada tras haber caído en una adicción, sea a una sustancia o a una conducta.

Algunas de las reacciones que provoca el abuso de sustancias incluyen las siguientes.

1. Culpa

Dejando de lado la negación que muchos experimentan, estos pacientes son conscientes de las consecuencias de su comportamiento para su entorno más cercano, lo cual hace que se sientan muy culpables. La culpa de sentir que no son capaces de parar su conducta problemática puede superarles y provocarles mucho dolor. Desgraciadamente, la culpa y la vergüenza acaban con su autoestima de la persona, y la falta de esta hace que sea más difícil para los adictos encontrar el coraje para romper con la adicción.

2. Miedo

Las personas con adicciones a las drogas temen el estigma de la exposición y la posible pérdida de relaciones y empleo. Además, viven con el miedo de que si más personas de las que conocen su adicción lo averigüen, pierdan por completo su dignidad y queden expuestas ante la crítica social.

3. Impotencia e indefensión

Muchas personas adictas tratan de liberarse de la adicción, pero les cuesta mucho estar sobrios sin ayuda de nadie. Tras haberlo intentado por algún tiempo, empiezan a sentirse impotentes, a merced de su adicción, lo cual lo sienten como una total pérdida de libertad y control de su vida. Esto empeora todavía más la situación, perdiendo autoestima y no creyendo ser capaces de salir del pozo.

4. Depresión

Las adicciones son un obstáculo para conseguir metas vitales, además de alejar a quienes las sufren de sus obligaciones personales si no hacen nada ni buscan ayuda para cambiar su situación. Todo esto contribuye a que se generen sentimientos de profunda tristeza, que encaminan al paciente a la depresión.

5. Ira

Las personas adictas están enfadadas con el mundo, con los demás y, en especial, consigo mismas. Sienten que el mundo les ha dado la espalda y no les deja esperanza alguna para seguir adelante, pueden ver a los demás como personas que o bien les han hecho caer en la adicción o bien no les apoya y, sobre todo, se ven a sí mismos como personas sin fuerza de voluntad ni capaces de liberarse de la tiranía de la adicción.

6. Resignación

Llegado cierto punto, muchas personas adictas simplemente se rinden y se convencen de que no pueden hacer nada para liberarse de la adicción. Los expertos consideran que este punto es especialmente peligroso en el transcurso de la adicción, pues significa que la persona cree haber llegado a tocar fondo, que no hay esperanza para él o ella, que no tiene nada de futuro. Necesita ayuda urgente, o de lo contrario algo muy grave podría pasar.

El efecto de la adicción a las drogas en la familia y amigos

Los familiares y amigos son testigos de cómo su ser querido va descendiendo en una espiral de drogas y otras adicciones. Este proceso lleva a hacer que sientan las mismas emociones que el propio adicto: ira, indefensión, depresión, miedo, culpa… La adicción afecta a toda la familia, generando un entorno hostil e inseguro para todos ellos, algo que de no ser debidamente solucionado empeora aún más la adicción, haciendo que sea cada vez más difícil liberarse.

La incertidumbre por lo que pueda pasar en el futuro es otra emoción que experimentan los seres queridos de las personas adictas. La adicción a sustancias es una condición potencialmente mortal, algo que bien saben los seres queridos del adicto, temerosos de que un día reciban una llamada o les toquen a la puerta para informarles de que ha tenido un accidente, una sobredosis o que ha acabado con su vida. Vivir con una persona adicta produce constante inseguridad, acompañada de ansiedad.

El tratamiento

La fuerza de voluntad puede ser de ayuda para deshacerse de la adicción, pero realmente la ayuda profesional es la más efectiva para este tipo de problemáticas. El tratamiento sirve para gestionar las emociones que en primera instancia desencadenaron la adicción, a la vez de también gestionar aquellos que son producto de la propia adicción y que incrementan el riesgo de que se vaya a peor.

En caso de que se considere oportuno, sobre todo con personas alcohólicas y adictas a drogas fuertes como la cocaína, ingresar en un centro de rehabilitación. En estos lugares hay otros pacientes, todos ellos trabajando juntos para alcanzar las mismas metas, que es la sobriedad y la liberación de las cadenas de la adicción. En estos centros, los mensajes son positivos y esperanzadores, en donde se motiva a los pacientes a que se imaginen un futuro prometedor, libre de las peligrosas y dañinas drogas.

Durante la terapia, los pacientes también aprenden cómo reconocer disparadores o “triggers” que les motivan a consumir drogas, para evitarlos o aprender a convivir con ellos, luchando contra sus ganas de consumir o “craving” y evitando echar a tierra su sobriedad. Desarrollarán también estrategias para resistir su voz interior que les dice que “por un poco no pasa nada”.

Es fundamental que a lo largo de la terapia se implique a la familia, pues el entorno familiar es también origen de las causas emocionales de las adicciones, a la vez que también reciben sus consecuencias. Se debe dejar hablar a los familiares sobre sus emociones y el impacto que ha tenido la adicción en sus vidas. La idea en la terapia familiar es no echar la culpa o provocar vergüenza a la persona adicta, pues estas emociones no son nunca productivas. Lo que se debe hacer es facilitar la buena comunicación, el respeto mutuo y generar unas dinámicas familiares más constructivas.