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Las 7 diferencias entre la Esclerosis Múltiple y la ELA


En más de una ocasión hemos oído hablar de la esclerosis múltiple y la esclerosis lateral amiotrófica. A pesar que su nombre es distinto, como comparten lo de “esclerosis” hay quienes las confunden o piensan que deben presentar la misma sintomatología.

Realmente se trata de dos enfermedades neurológicas diferentes, con una progresión, tratamientos, sintomatología y esperanza de vida diferentes, además de implicar un grado de afectación variado.

A continuación vamos a descubrir cuáles son las principales diferencias entre esclerosis múltiple y ELA.

Principales diferencias entre Esclerosis Múltiple y Esclerosis Lateral Amiotrófica

Existen dos enfermedades neurológicas cuyo nombre sugiere que está relacionadas y, en efecto, lo están. Sin embargo ambas tienen sus particularidades que no únicamente afecta a la sintomatología que manifiesta de quienes las padecen, sino también en su tratamiento, progresión y esperanza de vida. Estas enfermedades son la esclerosis múltiple y la esclerosis lateral amiotrófica.

Antes de ver las principales diferencias entre estos dos tipos de esclerosis, conviene hacer una descripción breve y rápida de ambas. La Esclerosis Múltiple (EM) es una enfermedad autoinmunitaria que afecta al sistema nervioso central, es decir, la médula espinal y el encéfalo, mientras que la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) es una enfermedad degenerativa de tipo neuromuscular en la cual las motoneuronas son destruidas.

Como se puede ver, ambas enfermedades implican alteraciones a nivel neurológico, pero la forma en cómo se da, qué es lo que lo causa y cómo afecta a la vida del paciente es lo que diferencia a ambas condiciones médicas. A continuación descubriremos cuáles son las diferencias entre la esclerosis múltiple y ELA.

1. Sintomatología

Lo primero en lo que observamos diferencias son los síntomas de estas dos enfermedades neurológicas. Al principio su sintomatología es similar, compartiendo varios síntomas de los cuales podemos destacar:

  • Debilidad y rigidez muscular
  • Dificultad para mover las extremidades
  • Descoordinación motora

Sin embargo, a medida que la enfermedad avanza, podemos encontrar varios síntomas que pueden ayudar a ver si se trata de un caso de EM o uno de ELA.

Los pacientes con EM presentan síntomas motores, sensitivos y cerebelosos. Los primeros brotes de esta enfermedad se caracterizan por problemas en la movilidad, habiendo hormigueos, dificultades para caminar y ataxia.

A medida que la enfermedad va empeorando, se presenta sintomatología emocional y cognitiva en forma de ataques de ansiedad, depresión y problemas de memoria, junto con problemas más físicos como fatiga, trastornos visuales, espasmos y problemas para mover brazos y piernas.

En cambio, en la ELA no suelen darse síntomas cognitivos, pero sí aparecen muchos problemas motores los cuales hacen que disminuya el control de movimientos voluntarios del afectado de forma progresiva. El paciente pierde fuerza en los brazos y las piernas y, en los últimos estadios de la enfermedad, aparecen dificultades para hablar, tragar y respirar.

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2. Causas

La EM y la ELA se diferencian también por las causas que se cree que las provocan.

No se sabe con certeza cuál es la causa exacta de la EM, aunque sí que se sabe que es una enfermedad autoinmune lo cual puede dar algunas pistas. Se ha teorizado que el responsable de esta condición neurológica podría ser algún patógeno, como un virus, que haría que el sistema inmunológico empezara a atacar la mielina y los oligodendrocitos. La mielina es la sustancia que protege las fibras nerviosas, mientras que los oligodendrocitos son un tipo de célula nerviosa.

Tampoco se conoce la causa exacta de la ELA, pero sí que se sabe que sus efectos son distintos puesto que el ataque no se produce en la mielina sino en las motoneuronas. Las motoneuronas son las células encargadas de controlar los movimientos voluntarios y, cuando estas son atacadas en el transcurso de la ELA, su muerte acaba ocasionando una amiotrofia muscular al no poder transmitir el impulso nervioso hacia los músculos.

3. Incidencia de estas dos enfermedades

Otra de las diferencias es la incidencia de estas dos enfermedades siendo la esclerosis múltiple más frecuente que la lateral amiotrófica.

En España hay unos 47.000 casos de EM, mientras que la ELA supone unos 4.000 en el mism país. En Europa, la EM ha sido diagnosticada en unas 700.000 personas mientras que la ELA afectaría a unas 50.000 familias. La prevalencia de la EM es de entre 80 y 180 casos por 100.000, mientras que la de la ELA es de unos 2 a 5 casos por cada 100.000 habitantes.

4. Edad de aparición y diferencias de género

La esclerosis múltiple tiene una edad de aparición mucho más temprana que la lateral amiotrófica. La EM aparece entre los 20 y 40 años, con una edad media de diagnóstico de unos 29 años, mientras que la ELA suele aparecer más tarde, entre los 40 y 70 años. Debido a lo temprano que puede aparecer la EM, esta enfermedad es considerada la segunda causa de discapacidad no traumática en personas jóvenes.

También hay diferencias de género en cuanto a la probabilidad de padecer una u otra. La EM es más común en mujeres que en hombres, mientras que la ELA aparece más en hombres que en mujeres. No se conoce el motivo exacto de porqué hay diferencias de género en cuanto a la aparición de estas enfermedades.

5. Heredabilidad

Aunque no se ha demostrado que la EM sea hereditaria sí que hay mayor posibilidad de padecer esta enfermedad si se tiene un familiar que ha recibido el diagnóstico. Tener un familiar con EM es un factor de riesgo para presentarla, especialmente si es de primer grado como padres o hermanos.

La heredabilidad de la ELA, en cambio, parece estar un poco más demostrada, puesto que se sabe que el 10% de los casos de esta enfermedad están ligados a la mutación de un gen que se hereda de los padres.

6. Progresión de la enfermedad

Cerca del 85% de los pacientes con esclerosis múltiple presenta un curso remitente-recurrente, con brotes puntuales que remiten disponiendo de períodos con cierta recuperación, ya sea total o parcial. Los síntomas asociados a cada brote van progresando durante períodos que van de las 24 a las 72 horas, pero que después se estabilizan. Incluso hay casos de personas que pueden estar años sin presentar brote alguno.

Hasta un 50% de los pacientes con EM pueden sufrir la llamada forma secundaria progresiva de la enfermedad, con un curso lento e insidioso al cabo de unos 10 o 15 años de haberse presentado los primeros síntomas. El 15% de los pacientes con EM presenta la forma primaria progresiva, que implica un empeoramiento lento y progresivo de la enfermedad. Los pacientes con EM pueden tener una esperanza de vida similar a la de la población general, siempre y cuando reciban un tratamiento adecuado que permita controlar el progreso de la enfermedad.

Estas particularidades de la EM difieren mucho de la ELA, puesto que su curso siempre es progresivo, sin brotes seguidos de períodos de estabilidad. Sin embargo, la velocidad del deterioro puede variar mucho según el caso. Debido a que el empeoramiento es constante, la esperanza de vida de los pacientes con ELA es de unos 3 a 5 años desde el momento de recibir el diagnóstico, aunque hay casos de personas que han superado esa esperanza de vida como es el famoso caso del físico teórico y astrofísico Stephen Hawking.

7. Tratamientos

Como son dos enfermedades diferentes también requieren tratamientos distintos. No hay cura ni para la EM ni la ELA, pero sí existen tratamientos que alivian los síntomas y mejoran la calidad de vida de los afectados.

En la actualidad, los tratamientos efectivos para la EM solo se han aprobado en personas con la variedad remitente-recurrente. Para la variedad progresiva primaria de esta misma enfermedad no existen tratamientos efectivos, aunque se ha planteado la posibilidad de usar corticoides como la dexametasona.

Los fármacos usados para las personas con EM suelen ser interferones: el Avonex, el Betaferon y el Rebif. También se utiliza Copaxone, Mitoxantrone (inmunosupresor) y Natalizumab (anticuerpo monoclonal).

Para los pacientes con ELA en la actualidad solo se dispone de un fármaco comercializado: Riluzole. Se trata de un bloqueante del glutamato que impide que las neuronas sean destruidas por la acción de esa sustancia.

En cuanto a los tratamientos no farmacológicos, como la psicoterapia, la fisioterapia y la logopedia, también hay diferentes opciones según la enfermedad, el grado de deterioro del paciente y lo rápido que avance su enfermedad.