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Habilidades socioemocionales: características, funciones y ejemplos


Las habilidades socioemocionales son un aspecto que, históricamente, poco se trabajaba en la escuela pese a que son algo fundamental para que, de adultos, seamos individuos socialmente ajustados.

Hay muchas habilidades de este tipo, todas ellas muy útiles y que requieren ser potenciadas para poder relacionarse de forma bien adaptada con el entorno social.

A continuación veremos más a fondo este concepto, además de descubrir unas cuantas habilidades socioemocionales útiles y cómo trabajarlas.

¿Qué son las habilidades socioemocionales?

Podríamos definir a las habilidades socioemocionales como aquellas conductas aprendidas que llevamos a cabo cuando interactuamos con otras personas y que nos son útiles para expresar nuestros sentimientos, actitudes, opiniones y defender nuestros derechos. Por ejemplo, entre ellas podemos destacar el autoconocimiento, el autocontrol, la empatía o la capacidad de colaborar con los demás.

Desarrollar este tipo de habilidades es muy importante, dado que contribuyen a que nos relacionemos de forma asertiva y funcional con los demás, además de ayudarnos a alcanzar nuestros objetivos en un contexto social del que no nos podemos separar.

Si bien no hay una clasificación estricta sobre qué tipos de habilidades socioemocionales hay, sí que podemos clasificarlas en habilidades más básicas y habilidades más complejas.

Las básicas las podríamos entender como aquellas que son relativamente simples, pero fundamentales para poder adquirir habilidades más complejas. Entre ellas podríamos destacar ser capaz de escuchar, de mantener una conversación, asertividad, dar las gracias, presentarse... mientras que en las complejas tendríamos, por ejemplo, tomar la iniciativa, establecer objetivos o resolver conflictos.

Habilidades socioemocionales en la infancia

Las habilidades socioemocionales se pueden trabajar a cualquier edad, sin embargo, es durante la infancia que resulta más productivo adquirirlas. Es por todos conocido que cuando somos niños nos resulta más sencillo automatizar según qué tipo de conductas y adquirir nuevos conocimientos. Entre esas conductas y conocimientos se pueden incluir las habilidades socioemocionales y por este motivo la niñez es un período tan adecuado para poderlas enseñar.

Además del entorno familiar, la escuela ejerce un gran peso en la conducta y personalidad del individuo. Es en este lugar en donde no solo se adquieren nuevos conocimientos académicos sino que, además, se puede poner en práctica las diversas habilidades socioemocionales, especialmente interactuando con el resto de compañeros. Por este motivo los centros educativos, bajo una perspectiva formativa más moderna y no tan centrada en lo cognitivo, han ido incorporando en el currículum académico la puesta en práctica de diversas competencias sociales y emocionales.

No adquirir habilidades socioemocionales como son el autocontrol, comunicarse de forma asertiva, resolver conflictos o empatía puede ser un problema para el niño una vez sea adulto. En la adultez está muy bien tener conocimientos profundos de una determinada temática, pero no sirven de mucho si no se disponen de las competencias socioemocionales para poder expresarlas o relacionarse con los demás.

Tipos y ejemplos

Hay muchas habilidades socioemocionales que podríamos destacar, pero las fundamentales son las descritas a continuación.

1. Resiliencia

La resiliencia es una capacidad fundamental en toda persona, dado que es lo que nos hace sufrir más o menos ante una situación que nos es adversa, como los eventos difíciles, estresantes o traumáticos.

Esta habilidad es fundamental en la medida de que nadie tiene una vida perfecta. Todos pasamos por altibajos en algún momento de nuestras vidas, con lo cual es necesario aprender a gestionarlos y, en la medida que esté en nuestras manos, aprender a hacerle frente.

Por ejemplo, tener buena resiliencia es sinónimo de que, en caso de que nuestros padres se divorcien, rompamos con nuestra pareja o nuestras hermanas tiendan a amargarnos la existencia, nosotros tendremos y recuperaremos la energía física y mental como para superar el mal rato.

2. Autoconocimiento

El autoconocimiento entendemos a la capacidad de conocerse a uno mismo, tanto en lo cognitivo como en lo emocional. Es decir, se trata de la habilidad para saber lo que estamos sintiendo en cada momento, hacer evaluaciones realistas en relación con nuestras propias habilidades y saber en qué somos buenos y qué tenemos dificultades.

En esta habilidad se mezclan aspectos relacionados con la inteligencia emocional, concretamente la de tipo intrapersonal, y también aspectos cognitivos, especialmente la metacognición.

3. Tenacidad

La tenacidad o perseverancia es la capacidad para seguir trabajando en la consecución de una meta que nos hayamos propuesto, a medio o largo plazo. Se persevera cuando, pese no tener los resultados deseados, continuamos trabajando para conseguir llegar a nuestro objetivo.

4. Conciencia social

La conciencia social es la comprensión de que los demás están también sintiendo cosas y ser capaz de adoptar perspectivas diferentes cuando se interactúa con ellos. Ser consciente socialmente hablando es comprender que no estamos solos en el mundo y que, de la misma manera que los demás tienen obligaciones y derechos, nosotros también.

5. Colaboración

La colaboración es la capacidad de coordinarse con los demás para conseguir un objetivo en común, beneficioso para todos. No es únicamente conseguir un fin concreto, como puede ser trabajar en un grupo de trabajo para obtener el aprobado o finalizar un proyecto, sino también se colabora para poder tener una adecuada convivencia. Es cooperar para que todos sintamos bienestar juntos.

6. Empatía

La empatía es ampliamente conocida como la capacidad para ponerse en el lugar de los demás y sincronizarse con sus emociones. Es experimentar lo que los demás están sintiendo y es, claramente, una capacidad muy relacionada con la inteligencia emocional, de tipo interpersonal.

7. Autogestión

Muy relacionado con el autoconocimiento, entendemos como autogestión emocional la capacidad de identificar nuestras emociones y utilizarlas como impulsores para llegar a un objetivo. Es aprender a ser conscientes de la necesidad de demorar las recompensas para conseguir nuestras metas, y desarrollar perseverancia para tolerar la frustración.

Podemos gestionar emociones positivas y emociones negativas. Si estamos contentos podemos usar ese buen humor para continuar estudiando para un examen o hablar con un amigo. Si estamos enfadados, en vez de pagarlo con alguien cercano podemos gestionarlo canalizando nuestra ira yendo a correr o, si conocemos a alguien que nos pueda escuchar, hablarle para poder desahogarnos, de forma pacífica.

8. Toma de decisiones responsable

Si bien es quizás algo todavía complicado durante la infancia, educar en una correcta toma de decisiones puede ser un aspecto fundamental para que el niño, una vez haya alcanzado la edad adulta, se comporte de forma controlada y bien adaptada.

A lo largo de la vida son muchas las situaciones en las que tenemos que decidir qué camino coger. Uno puede implicar más riesgos que el otro, pero también más beneficios. Aprender a decidir correctamente, en base a criterios más o menos objetivos y no basados en impulsos, puede ser una buena forma de evitar disgustos en el futuro.

Por ejemplo, una buena toma de decisiones es decidir no empezar a fumar cuando un amigo nos invita a un cigarrillo, o decidir evitar tomar alcohol entre semana. En estas decisiones se ha impuesto la decisión de tener una buena salud que la presión social.

9. Comunicación asertiva

La comunicación asertiva es un estilo de comunicación muy útil para cualquier situación, dado que es el aprender a comunicar lo que queremos decir sin tapujos. Cada persona tiene derecho a expresarse y, siempre y cuando sea desde el respeto y la tolerancia, cada uno puede hacer valer su opinión.

10. Relaciones personales

Las habilidades socioemocionales tienen un componente claramente relacionado con las emociones y siendo usadas con finalidad social. La finalidad más útil de estas es su aplicación a la hora de relacionarse con los demás.

Aprender a presentarse, a hablar con los demás e interactuar de forma amistosa son aspectos fundamentales si se quiere tener una relacionabilidad adaptativa y ser un individuo socialmente ajustado. No se pueden tener amigos si nuestro estilo comunicativo y relacional es pasivo-agresivo, o no invita a tener una buena conversación.

¿Cómo desarrollarlas?

Como hemos comentado, es muy importante centrarse en potenciar las habilidades socioemocionales durante la infancia. Ya sea en la familia como en la escuela los niños y niñas deben aprender a cómo relacionarse de forma ajustada con los demás, además de saber gestionar sus emociones con finalidades beneficiosas, como la consecución de metas.

La educación debe enfocarse y tener, como función principal, la adaptación social del individuo. Esto conlleva fomentar su integración en la sociedad, interactuando con los demás, desarrollando diversas maneras de sentir, pensar y actuar. Todo esto es fundamental para poder acabar siendo un individuo bien adaptado al llegar a la edad adulta.

Pero aunque se debe intentar fomentar cuantas más habilidades socioemocionales posibles, sí que es cierto que el trabajo docente debe centrarse en aquellas habilidades que resulten ser más probables y útiles en la vida del individuo, tanto a corto como largo plazo.

Por ejemplo, la empatía y la colaboración son habilidades que deben tener cierta prioridad antes que la tenacidad o la resiliencia, especialmente durante preescolar y primeros años de primaria. Es más tarde cuando esas dos habilidades se pueden introducir, como finales de la primaria.

Referencias bibliográficas:

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