Los 5 tipos de conflictos en la adolescencia (dentro del contexto familiar)
Criar y educar a un adolescente puede llegar a ser un proceso complejo, hasta el punto de que muchos padres y madres necesitan buscar ayuda profesional para mejorar en esta clase de tareas y responsabilidades.
Esto es así entre otras cosas porque en la adolescencia suben mucho las probabilidades de que surjan conflictos entre padres e hijos: estamos en una etapa de transición entre la niñez y la adultez en la que se producen discrepancias entre los roles que cada uno debe ocupar en la familia, y además los jóvenes dejan de intentar parecerse a sus progenitores.
En este artículo realizaremos un repaso a los principales tipos de conflictos asociados a la adolescencia en el ámbito de la familia y la crianza.
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Los conflictos en la adolescencia más importantes
Estas son las fuentes de conflictos más importantes en el contexto de la crianza de adolescentes.
1. Conflictos generacionales
Este tipo de conflictos con los adolescentes aparecen por el simple hecho de formar parte de una realidad cultural ligeramente diferente a la que han interiorizado sus padres. Es decir, que por el desarrollo histórico, social y tecnológico de la sociedad, los adolescentes hacen suyos valores y principios que no son centrales para la generación de sus mayores, y esto puede predisponer a la aparición de conflictos (mucho más allá de lo político).
2. Conflictos de autoridad
Aparecen a partir de tensiones originadas en la resistencia al acercamiento de normas y límites impuestos por los padres. Se pone en tela de juicio las “verdades” aceptadas.
En todo caso, en esta clase de conflictos es fácil que juegue un rol importante en conjunto de roles asociados a la idea del/la buen/a hijo/a y en general las expectativas de lo que debe hacer cada uno desde su posición en la familia. En casos así pueden surgir problemas de disconformidad, sobre todo teniendo en cuenta que la adolescencia es la etapa de la vida caracterizada por la rebeldía: los jóvenes dejan de tener como referentes a sus padres y madres y pasan a fijarse casi únicamente en los de su edad o ligeramente mayores.
3. Conflictos de sobreprotección parental
Estos conflictos surgen de tensiones y dificultades debidas a la resistencia paterna a aceptar la nueva condición del hijo como adolescente en tránsito de hacerse adulto. Los jóvenes reclaman derecho a la autonomía o a la progresiva emancipación de sus padres y exigen reconocimiento de que se hallan en una etapa de desarrollo diferente. Pero por el otro lado, los padres y madres llegan a esta etapa tras muchos años de tener como prioridad la seguridad y protección de un niño o niña, y cuesta cambiar de mentalidad.
Así, aquí la clave está en el proceso de autoafirmación de los adolescentes, en calidad de individuos con su propio criterio, sus preferencias, sus formas de organizar su tiempo libre, etc. Son tensiones en la relación entre padres e hijos derivadas del esfuerzo del adolescente por romper con aquellos estilos de relación asociados a la etapa infantil.
4. Conflictos derivados de otros conflictos
Los conflictos pueden ser “heredados” o puenteados desde otros focos previos de conflictividad. Por ejemplo, la discusión entre un padre y una madre puede saltar a la relación entre uno de ellos y el hijo adolescente, o bien las peleas en la escuela pueden alimentar las discusiones en casa. Por eso para entenderlos es importante no limitarse a analizarlos como fenómenos aislados: están rodeados de un contexto más amplio.
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5. Conflictos basados en fallos de comunicación
No hay que olvidar que no todos los conflictos surgen a causa de un choque de intereses total o parcialmente opuestos. A veces, todo surge por un fallo en el intercambio de información: malentendidos, ambigüedades que son interpretadas de una manera sesgada y pesimista, etc. Una vez se ha producido el fallo comunicativo, a partir de esa chispa brota una lucha de egos que lleva al joven o al progenitor a justificar su actitud hostil inicial, y a partir de ahí puede ir escalando el conflicto.
Por supuesto, problemas previos como la falta de confianza, el miedo o las inseguridades personales alimentan este tipo de conflictos y facilitan su aparición.
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