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Cómo afrontar con tus hijos la pérdida de una mascota: 6 cosejos prácticos


Las mascotas son algo más que animales, especialmente para los más pequeños de la casa. Tanto niños como adultos ven a las mascotas como un integrante más de su familia que puede darles consuelo y comprensión sin necesidad de decir palabra alguna.

Pero al igual que con el resto de la familia, las mascotas no duran para siempre y su muerte suele ser de las primeras a las que los niños tienen que enfrentarse en sus vidas. Esto es doloroso para todos los miembros de la familia, pero son los niños, sobre todo los más pequeños, quienes lo pueden vivir de forma especialmente confusa y trágica.

A continuación veremos cómo afrontar con tus hijos la pérdida de una mascota, teniendo en cuenta aspectos como la edad de los pequeños, cómo la mascota ha fallecido y si era algo que ya se veía venir desde hacía tiempo**.

Cómo afrontar con tus hijos la pérdida de una mascota, dándoles apoyo

Una mascota no es un simple animal de compañía, sino un miembro de la familia. Tanto niños como adultos disfrutan de la compañía de su perro, gato, canario, tortuga o cualquier otro animal, al cual quieren como lo que es, un ser querido. Las mascotas de compañía son especialmente importantes en la infancia y los niños que tienen la suerte de tenerlas en la familia recurren a ellas cuando se están tristes, enfermos o nadie les comprende. Aunque no hablen, las mascotas escuchan, ofrecen su amor incondicional y nunca critican.

Pero lamentablemente ningún ser querido vive para siempre y esta realidad es igual también para las mascotas. En algún momento nuestros hijos tendrán que enfrentarse a la triste pérdida de su mascota y, de no gestionarse debidamente, la muerte del animal puede convertirse en un evento traumático y confuso. Ya sea porque el animal estaba enfermo, era viejo o, tristemente, ha muerto en un accidente, es necesario que los adultos ayudemos a los niños a afrontar su pérdida.

Los siguientes puntos son consejos que nos servirán para aprender a cómo afrontar con tus hijos la pérdida de una mascota. En todas estas recomendaciones es clave entender que, para que se supere la muerte de la mascota de la mejor manera posible, tanto padres como otros adultos de referencia del niño debemos hacer un ejercicio de empatía y comprensión, además de tratar la situación como parte inevitable de la vida pero no por ello menos triste.

1. Tener en cuenta la edad del niño

Antes de nada, es muy importante tener en cuenta la edad de nuestro hijo puesto que cuanto más pequeños son los niños menos entenderán lo que ha sucedido. Entre los 3 y 5 años no entienden qué es la muerte, siendo algo totalmente enigmático para ellos. Creen que es una situación reversible, que el animal se ha ido para luego volver.

En los mejores casos pueden entender que está muerto pero lo entienden como una fase temporal y que, tarde o temprano, su mascota volverá a aparecer por la puerta. Esto no quiere decir que no les duela y, de hecho, echan de menos al animal, pero no suelen plantearse nada más allá aparte de la ausencia física de su mascota.

La situación es un poco distinta entre los 6 y 8 años. En esta franja de edad son más conscientes de lo que significa la muerte y de sus consecuencias. Un poco más tarde, cerca de los 10 años, los niños ya comprender perfectamente que la muerte es un hecho totalmente irreversible.

Teniendo en cuenta estas franjas de edad será conveniente adecuar nuestro discurso cuando hablemos con nuestros hijos, sin mentirles y tratar de dejarle claro a nuestros pequeños que la mascota no va a volver.

2. Decirles la verdad

Abordar la muerte de una mascota no es fácil. Para ello primero debemos buscar el momento más adecuado y pensar muy bien cómo se lo vamos a decir. Debemos suavizar nuestro discurso, pero diciéndoles la verdad. Hay que ser claros y sinceros, decirles cómo son las cosas por muy triste que la realidad pueda ser.

Los niños aceptan mejor la muerte cuando se les da explicaciones sinceras, adaptadas a su nivel de comprensión y, también, cuando se les da la opción de poder expresar su dolor de la forma más cómoda y desahogante que quieran. Es por esto que no debemos darles respuestas vagas a sus preguntas ni decirles mentiras piadosas como que su mascota está durmiendo. Tampoco debemos no contestar a lo que nos pregunten, puesto que eso lo único que les hará es provocarles confusión.

También es muy importante no abordar la muerte de la mascota con creencias o tradiciones que no compartimos. Por ejemplo, si no creemos en el cielo cristiano o en algún mundo ideal después de la muerte, no le debemos decir a nuestros hijos que su mascota se ha ido al cielo. Hacer esto implica inculcarle una creencia que no compartimos y que, cuando crezca, verá que no creemos y se sentirá engañado y triste.

3. Prepararlos para la muerte de su mascota

Puede ser que la mascota todavía esté viva, pero sabemos que ya tiene una edad o está padeciendo una enfermedad que va a acabar con su vida tarde o temprano. Esta situación puede ayudarnos a preparar a nuestros hijos para la muerte de su mascota. Debemos hacerles ser conscientes de que el animal un día partirá, y que es algo inevitable.

Esta explicación será una noticia dura de oír, pero será también muy beneficiosa a la hora de enfrentar el triste acontecimiento una vez llegue. Siendo conscientes de que su mascota no va a vivir para siempre hará que los niños pasen más tiempo con ella, puedan disfrutar de sus últimos momentos y, una vez haya fallecido, sientan que pudieron despedirse como es debido, mostrándole mucho amor antes de su partida.

4. Dejar salir el dolor

Si bien la sociedad ha ido concienciando cada vez más de la importancia de expresar nuestras emociones negativas, seguimos teniendo muy interiorizada la creencia de que mostrar tristeza o enfado es sinónimo de debilidad, incluso en momentos tristes como puede ser la muerte de un ser querido. Este tipo de creencias no son beneficiosas para nadie, ni niños ni adultos.

Nuestros hijos deben sentirse cómodos expresando y compartiendo su tristeza, y nosotros como sus padres o adultos de referencia también debemos hacerlo. Si nos apetece llorar, ¡hagámoslo! El llanto es la forma natural del cuerpo de expresar la tristeza, una emoción cuyas tensiones es mejor liberarlas en vez de tenerlas guardadas.

No debemos reprimir a nuestro hijo si quiere llorar y, mucho menos, debemos hacerle comentarios del tipo “venga va, que no se ha muerto tu padre”. La mejor manera de afrontar esta situación es dejando salir el dolor y no hacerlo puede ser muy dañino tanto para nuestro cuerpo como para nuestra salud mental. No hay nada peor para un niño que sentirse penalizado por expresar algo que necesita sacar.

4. Hablar de la mascota pasados unos días

La partida de la mascota es dolorosa, pero no debemos convertirla en tema tabú o un asunto demasiado delicado que puede reabrir heridas. La mascota formó parte de nuestra vida diaria durante mucho tiempo, siendo su compañía algo tan normal como cualquiera de los hábitos que conforman nuestra rutina diaria.

No podemos ni debemos tratar de olvidar su existencia ni mucho menos borrar su recuerdo. Cuando hayan pasado ya unos días y todo el mundo esté más calmado se puede hablar del animal. No se debe tratar de sacar la conversación intencionadamente sino hablar con naturalidad, como una parte bonita de nuestro pasado que ya no está.

5. Recordar anécdotas con nuestra mascota

En la misma línea con el punto anterior, además de hablar de la mascota pasados unos días debemos reunirnos en familia y tratar de recordar anécdotas con ella. Recordaremos sus cosas buenas y cosas malas, sus travesuras, cómo se comportaba cuando la llevábamos al parque o cómo jugaba con los muebles.

Esta actividad es ideal para hacerla en familia, ayudar a afrontar la muerte de la mascota con nuestros hijos por medio de pasar tiempo juntos y crear otro bonito recuerdo en torno a la vida de nuestro animal de compañía que ha partido. La idea es dejar claro que, si no olvidamos a nuestra mascota, de alguna forma, siempre nos acompañará.

5. Homenajear a la mascota

Cuando muere una persona sus seres queridos celebran un funeral en su honor y le hacen homenajes posteriores. Puede que el difunto sea enterrado y se coloque una lápida con su nombre, o también puede que sea incinerado y se esparzan sus cenizas en un lugar al que estaba emocionalmente vinculado. Sea cual sea la forma en cómo homenajeamos a alguien, lo cierto es que las personas lo hacemos con nuestros seres queridos humanos, ¿por qué no hacerlo con nuestra mascota?

Los funerales y homenajes póstumos son rituales son algunas de las formas más importantes que tenemos los seres humanos para reconocer la vida de alguien, y es perfectamente aplicable a las mascotas. Las mascotas también merecen este tipo de rituales, además de que también sirve para nuestros hijos y para nosotros mismos como una forma con la que nos despedimos de un integrante de la familia.

Lo ideal es celebrar una pequeña reunión familiar que servirá de ceremonia y en la que todos los miembros se sentirán arropados y apoyados. Así nuestros niños no se sentirán solos y verán que su familia quiere ayudarlos, ayuda la cual es fundamental para afrontar este tipo de situaciones difíciles.

El homenaje se puede hacer de múltiples maneras y lo ideal es hacerlo con alguna manualidad artística hecha en familia. Ya sea un dibujo, una figura de arcilla, un álbum de fotos o cualquier otra forma artística que se nos ocurra, todas ellas son formas perfectas para recordar a la mascota que ha partido, rindiéndole homenaje con algún tipo de monumento.

6. No sustituir a la mascota de inmediato

Por último, no es nada aconsejable reemplazar al animal nada más morirse con una nueva mascota. Nuestros hijos (y nosotros también) tendrán que pasar por la fase de duelo, la cual puede durar unos días o incluso un mes. Esto es algo perfectamente normal, sano y necesario tras haber vivido una muerte y solo deberemos preocuparnos en caso de que el niño sufra mucha ansiedad y pesadillas.

No debemos olvidar que tener una mascota implica establecer una relación de amistad muy profunda, en muchas ocasiones equiparable a la que se siente con un familiar. Es por esto que no podemos introducir un nuevo animal cuando todavía se está manejando el dolor de la pérdida del anterior, puesto que el niño puede tener miedo a establecer un vínculo afectivo intenso con el nuevo perrito o gatito. De ser así, pueden haber tensiones entre el niño y la mascota.

Referencias bibliográficas:

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