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Esto es lo que ocurre cuando mantienes la mirada 4 minutos


El psicólogo y filósofo Dr. Arthur Aron, profesor de la Universidad de Stony Brook (Nueva York), lleva 40 años estudiando el amor, la amistad, la intimidad y todos aquellos elementos que refuerzan e inducen a la cercanía interpersonal.

Con este objetivo, Arthur realizó un estudio en el que diferentes personas debían sostener la mirada en los ojos de su pareja durante 4 minutos. Anteriormente, todas ellas habían respondido a 36 preguntas creadas especialmente para profundizar en las conexiones emocionales.

Esta semana, el equipo del Instituto de Asistencia Psicológica Mensalus nos presenta este interesante vídeo en el que observamos los resultados del experimento y constatamos el enorme poder de la mirada.

El poder de una simple mirada

¿Por qué 4 minutos resultan tan reveladores?

La comunicación alcanza su máximo esplendor en el momento en que hacemos uso de todos los sentidos. Esta puesta en marcha no necesariamente debe ser simultánea, lo importante es que demos protagonismo a cada uno de ellos en el momento preciso y prestemos atención a su idiosincrasia.

De hecho, ofrecer exclusividad a un sentido, por momentos, puede convertirse en un potente amplificador de la interacción. Y no solo eso; puede, en cuestión de segundos, llegar a profundizar en conceptos que van más allá de las palabras.

En nuestro día a día, ¿miramos?

Miramos pero no siempre contemplamos. En realidad, nos extraña hacerlo e, incluso, nos sentimos incómodos (“me pones nervioso”, “por qué me miras y no dices nada”, “me cuesta aguantar la mirada tantos segundos”, etc.).

Los 4 minutos sirven a los participantes del experimento para justamente eso, contemplar a la persona en su plenitud y hacer un reconocimiento mutuo. El resultado son preguntas y respuestas desde el silencio que encuentran un hilo conductor: la complicidad.

El diálogo que se establece es apasionante. Unos ojos dicen “háblame de ti” y los otros responden “hablo de lo que soy cuando estoy contigo”.

Unos definen “esto es lo que nos une” mientras los otros responden “esto es lo que nos convierte en la pareja que somos”. Unos piden “dime qué es lo que deseas” y los otros contestan “seguir escuchando todo aquello que, hasta ahora, no habíamos dedicado tiempo a decirnos”. Parece que las conversaciones no tienen fin.

¿Cómo podemos potenciar la mirada en la comunicación?

Para empezar, integrándola en todos los contextos, no únicamente en aquellos espacios más íntimos. La mirada es, tal y como señalábamos, un acto de reconocimiento mutuo. Evitar el contacto ocular es signo de distancia y desconexión (desligamos la persona que tenemos en frente de nuestro mensaje). Si no contemplamos al otro, restamos importancia a su posición. Por ello es tan importante transmitir su valía a través de mirar y ser mirado.

La mirada “que habla” va acompañada de la escucha activa, de la atención plena. Estar presentes en el aquí y el ahora conlleva una mirada que fluye al son de las palabras: una mirada atenta pero no fija.

Muchas veces, miramos al otro pero no escuchamos, únicamente oímos...

Cierto. Miramos, sí, pero estamos pensando en aspectos ajenos a la conversación. Esta mirada es claramente distinta: pierde consistencia, es vacía, inexpresiva. Mirar con detenimiento incluye un “baile ocular” que acompaña el ritmo de las palabras. En ese instante la mirada se alimenta de la emoción que evoca el discurso y la comunicación ofrece y recibe, no es estática. Es así como consigue acercar ambas partes.

¿De qué otros modos podemos “acortar las distancias”?

La cercanía en las relaciones personales depende por supuesto de diversos factores, pero existen dos elementos que especialmente son determinantes en la comunicación. Hablamos del tono de voz y el lenguaje corporal.

Aprender a escuchar el tono y el cuerpo es algo que trabajamos desde la Psicología y el Coaching. Por ejemplo, en aquellas ocasiones donde el paciente expresa incomprensión o manifiesta sentirse incomprendido, no únicamente analizamos el discurso explícito, también leemos el formato, tanto el que se ve como el que se escucha. Resulta revelador cuando, en futuras conversaciones, dichos formatos cambian y las sensaciones son totalmente distintas (“nos hemos dicho lo mismo pero esta vez no me he sentido solo/a”).

¿La emoción es la protagonista del acercamiento?

Exacto. Aquél sentimiento que se desprende de la interacción es el que, la mayor parte de las veces, marca el rumbo de las siguientes. Por este motivo es tan importante leer nuestro lenguaje y aprender a empatizar con el lenguaje del otro.

¿Con qué mensaje podemos quedarnos hoy?

La comunicación es compleja y precisa de ser atendida como se merece. Dicho esto, quizás podemos quedarnos con un valioso mensaje que lanza el experimento que hoy hemos compartido:

“En la comunicación, disfruta y siéntete poderoso de mirar y ser mirado”.