Crisis del coronavirus y crisis familiar: ¿necesitamos terapia?
Solo hay que mirar alrededor para entender que lo que para unas familias haya podido significar el confinamiento, no lo ha supuesto para otras.
Cuando cualquiera de nosotros preguntábamos a personas del entorno "¿qué tal lo estáis llevando?", sabíamos que sus respuestas no tendrían por qué ser iguales a nuestra vivencia, a nuestra percepción de la misma situación.
Una de las implicaciones de esto es que, en algunos casos, la crisis del coronavirus se ha podido solapar con la reavivación de las crisis familiares.
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¿Buena convivencia o agudización de los problemas familiares?
Sin duda, la falta de espacio en las casas, atender a los quehaceres profesionales mientras acompañamos a nuestros hijos e hijas en las tareas de clase, el echar de menos poder hacer actividades al aire libre, ver a otras personas, el miedo al contagio... nos han puesto a prueba durante esta crisis de la que aún no hemos salido. Mayores y pequeños han podido pasar por una montaña rusa emocional en la que emociones como el miedo, el desánimo o la preocupación han podido estar presentes en muchos momentos.
Sin embargo, algunos pueden decir con satisfacción, orgullo, y por qué no, sorpresa, que lo han llevado bien, que se han encontrado bastante tranquilos, que se encuentran a gusto en esta nueva normalidad de teletrabajar y estar con los niños en casa. Y algunos incluso que lejos de estar saturados, de estar en constante conflicto con los habitantes del hogar, pueden verbalizar que han salido reforzados en sus relaciones familiares y de pareja.
Se da así un escenario en el que padres y madres han sabido entender y acompañar en la regulación emocional de sus hijos e hijas, donde se ha participado de la organización de la casa entendiendo la importancia del trabajo en equipo, donde se ha sabido respetar los tiempos y las necesidades, se han disfrutado de actividades en familia, donde no hemos tenido prisas, distracciones, o donde hemos podido disfrutar del tiempo juntos... Sin duda, en casos así la familia se habrá percibido como un lugar de seguridad y confort, un espacio cálido donde sentirse cobijado de la crisis de fuera.
En este escenario la familia está compuestoa por elementos de un mismo sistema que giran en sintonía, de manera independiente pero coordinada, que pertenecen, aportan y significan dentro de ese sistema.
No obstante, otros, un nada despreciable número de personas, han vivido esta situación con dolor, tristeza, y desánimo, enfado e incluso desesperación, puesto que se han podido poner aún más en relieve las dificultades por las que la familia ya estaba pasando.
En definitiva, no poder estar físicamente en un entorno libre de conflictos, no poderse distraer con otras actividades, no estar con personas con las que sí se siente conexión, no poder desconectar de los miembros de la familia, ha significado tener prescindir de los reforzadores positivos externos que servían como palanca para aliviar una convivencia familiar difícil.
Y si no se ha percibido calma, tranquilidad, apoyo o cariño por parte de las personas con las que se convive, el confinamiento ha sido seguramente un momento sumamente difícil que seguramente a día de hoy ha dejado huella emocional.
Hemos parado de manera forzosa muchos procesos y actividades cotidianas que estaban en automático, y ahora estamos en el momento de ir recuperando, con prudencia y seguridad, la nueva normalidad. Y en ella, ¿queremos incorporar elementos diferenciadores de nuestra normalidad anterior?
Pensemos en si en esta etapa en la que estamos entrando queremos enfocarnos en que nuestra dinámica en casa sea diferente a la anterior: que nos sintamos cuidados, queridos, atendidos y respetados por las personas con las que vivimos, que disminuya el conflicto, que sepamos transmitir nuestras necesidades, que sepamos poner límites, que sepamos pedir ayudar, escuchar... que construyamos un espacio común, con momentos diferenciados y momentos conjuntos, donde podamos sentirnos en calma y bienestar.
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La terapia familiar y el potencial que se oculta tras las crisis de convivencia
La palabra “crisis” significa oportunidad, y ¡para las familias esto podría serlo! Puede ser un buen momento para entender las ventajas de una terapia familiar, así que veamos algunas de ellas.
1. Una oportunidad para dialogar de forma honesta
La terapia es un espacio de encuentro, de comunicación, de poder hablar, de aprender a escuchar, donde la figura del terapeuta acompaña en la decodificación de lo que se dice y lo que no se dice.
2. Un contexto en el que expresarse sin miedos
Posibilita la expresión emocional sin juzgar, desde la escucha y el respeto, ya que cada persona viva la situación a “su manera”.
3. Facilita la comprensión del problema
Esto lo hace desde una visión de 360 grados que permite optimizar la búsqueda de soluciones satisfactorias para todas las partes.
4. Surgen puntos de acuerdo y de construcción de objetivos comunes
Se ponen de manifiesto las necesidades individuales y colectivas de la familia.
5. Se desarrollan habilidades comunicativas y sociales
En terapia familiar se adquieren habilidades de comunicación que permiten expresar de manera eficaz y respetuosa opiniones, sentimientos, expectativas, peticiones...
6. Permite entender el rol que está desempeñando cada miembro de la familia
Y, desde ahí, diseñar y ajustar las funciones, actitudes y comportamientos más convenientes para que la dinámica familiar fluya.
7. Se crea un tipo de identidad de la familia
Es un buen lugar para definir la identidad de la familia, en base a qué valores se construye, y se promueve que los miembros tengan claro cómo pueden contribuir a esto.
Conclusión
Por todas estas razones descritas, por la importancia de la familia para el ser humano, y por lo que en el bienestar individual y colectivo puede suponer una mejor convivencia, animamos a las familias a que inicien un proceso de terapia familiar.