8 curiosidades de la Psiquiatría que te pueden sorprender
A pesar de ser relativamente joven, la psiquiatría es algo bien presente en la sociedad actual, sobre todo en forma de tratamientos farmacológicos para tratar trastornos mentales. De hecho, es tan joven que a día de hoy todavía hay quienes la cuestionan como una ciencia.
Quienes la critican consideran que no tiene un objeto de estudio bien definido, argumentando que si la psiquiatría estudia el cerebro, entonces debería ser una rama de la neurología; y si lo que estudia es la mente, entonces es una especialidad de la psicología.
Dejando de lado el debate en torno a ella, sí que podemos comentar algunas curiosidades de la psiquiatría, tanto sus antecedentes históricos como anécdotas y hechos de su vertiente más moderna.
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8 curiosidades de la Psiquiatría (explicadas)
La psiquiatría es una especialidad de la medicina pero que se ha ganado su independencia a pulso. Esta disciplina se encarga de la prevención, evaluación, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación de las personas con trastornos mentales, teniendo el objetivo de mejorar su estado de salud y conseguir que los pacientes puedan gozar de una calidad de vida mejor. Dado su objeto de estudio y de intervención, es imposible no relacionarla con la neurología, la psicología, la biología y la medicina en general.
Son muchos los mitos, anécdotas y hechos que giran en torno a la psiquiatría, curiosidades varias que vamos a descubrir a continuación.
1. Posesiones diabólicas y desregulación de fluidos corporales
Muchas de las curiosidades de la psiquiatría tienen que ver con su historia y la forma con la que han sido vistos los trastornos a lo largo del tiempo. Durante mucho tiempo se les atribuía a los trastornos mentales un origen sobrenatural, siendo vistos como la consecuencia de la acción de una fuerza maligna. Esta creencia era especialmente dolorosa tanto para quienes padecían el trastorno como para sus familiares, quienes creían que el mal les había atrapado y no tenían ninguna oportunidad de escapar de él.
No opinaban así los griegos clásicos, quienes tenían una idea más global de la salud. En la Antigua Grecia se veía al cuerpo y la mente como una unidad, algo inseparable, y por ello interpretaban cualquier anomalía como un desequilibrio en el organismo, fuera física o mental.
Así pensaba Galeno, quien defendió que los trastornos mentales eran el resultado de la desregulación de fluidos, considerando que la manía era causada por alteraciones en la bilis amarilla y que la melancolía, o depresión moderna, era por culpa de la bilis negra.
Durante la Edad Media se pensaba que los trastornos mentales eran producto de posesiones diabólicas. En cambio, al otro lado del charco, en la América precolombina se tomaba una perspectiva distinta de las alteraciones psíquicas, algo que sobrevive a día de hoy en varias culturas nativas del continente donde se ve a las conductas anómalas como una especie de señal de divinidad mágica.
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2. La nave de los locos
No se sabe si es un mito o realidad, pero existe la leyenda que dice que, antes de que la psiquiatría moderna y mucho tiempo antes de que en Occidente se viera a las personas con trastornos mentales por lo que son, personas, la sociedad tenía una particular forma de “solucionar” los problemas psicológicos de sus ciudadanos.
Las personas con trastornos mentales, lejos de ser bien tratadas o internadas en algún lugar para que se recuperaran, eran metidas en barcos a los que se les ha llamado “naves de los locos”. Esta práctica consistía en embarcar de forma forzosa a personas con trastornos mentales, hacerlas zarpar y no permitirles volver a pisar jamás tierra firme.
Los que no subían a ese tétrico barco no es que tuvieran una suerte mucho mejor. Muchos de ellos eran atados y encadenados en establos o en algún lugar apartado del resto de la sociedad, lugares en donde recibían vejaciones y malos tratos si causaban problemas. Y para colmo de todos los horrores, cuando se morían no eran enterrados en cementerios comunes, puesto que se creía que su cuerpo estaba poseído y lo mejor era incinerarlos.
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3. Un chimpancé y miles de cerebros lobotomizados
Una de las anécdotas más sorprendentes de la historia de la psiquiatría implican a un chimpancé, cerebros y un ganador del premio Nobel.
La lobotomía es una de las prácticas más controversiales de la psiquiatría, consistiendo en extirprar zonas del cerebro con el fin de “curar” los trastornos mentales.
Su inventor fue el portugués António Egas Moniz, premio Nobel de Medicina, quien descubrió esta técnica practicando con un chimpancé, sólo uno. El señor Moniz no tenía nada mejor un día que coger un chimpancé y extirparle partes del cerebro, a ver qué pasaba.
Basándose en un único experimento y ni siquiera en seres humanos, surgiría toda una nueva técnica que sería aplicada en cientos de pacientes, cambiándoles la vida para siempre, en muchos casos para peor.
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4. Causa biológica desconocida
De momento, no existe ninguna prueba clínica médica de los trastornos mentales, es decir, no existe ningún análisis de sangre ni tampoco es posible abrirle el cráneo a alguien y descubrir qué zona de su cerebro está alterada y, a partir de ello, establecer el diagnóstico de esquizofrenia, depresión o trastorno bipolar. Los trastornos mentales se detectan en base al comportamiento, habla, percepción y síntomas que reporta manifestar el paciente, no a partir de biomarcadores.
De hecho, el motivo por el que llamamos a la depresión o la esquizofrenia “trastornos” y no “enfermedades” es que no se tiene una causa biológica inequívoca que cause estos trastornos, a diferencia de las enfermedades como el cáncer (propagación de tumores), la enfermedad de COVID-19 (virus homónimo) o tonsilitis (inflamación amigdalar) en las que sí se conoce o se les atribuye una causa biológica desconocida pero evidente.
5. La terapia electroconvulsiva sigue existiendo
Muchos, cuando oyen la palabra “psiquiatría”, en lo primero que piensan es en la terapia electroconvulsiva, conocida también como electroshock. Es una palabra que da miedo, que se percibe como amenazante porque juega con algo tan potencialmente peligroso como lo es la corriente eléctrica. Al oírla, se nos vienen a la mente imágenes de pacientes atados a sillas y con mordedores en la boca mientras convulsan de forma espasmódica.
Pues bien, ese tipo de electroshock existió, pero forma parte del pasado. Sin embargo, la terapia electroconvulsiva sigue existiendo y no es para nada cómo la pintan en Hollywood: no hay espasmos, convulsiones ni tembleques, solo una persona que recibe una pequeña corriente eléctrica de forma controlada, para cambiar estratégicamente el funcionamiento de alguna parte de su cerebro.
Este tipo de terapia es usada para casos de depresión severa muy grave, donde el paciente no es ni capaz de salir de la cama o asearse por su propia cuenta. También se usa en casos de esquizofrenia refractaria, cuando el tratamiento farmacológico no ha funcionado. Sea cual sea el trastorno para el que se usa, la terapia es aplicada en un hospital y requiere de anestesia general, lo cual significa que el paciente no nota nada.
Cabe decir que, aunque hoy en día sea mucho más leve y controlada que lo fue antaño no significa que no tenga efectos secundarios. Su principal riesgo es la pérdida de memoria a largo plazo, aunque es algo que ocurre en menos de un 1% de los casos.
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6. La estimulación magnética transcraneal
A pesar de que lleva aprobada desde 2008 en los Estados Unidos en el tratamiento de la depresión, la estimulación magnética transcraneal (EMT) sigue siendo el gran desconocido incluso dentro de la psiquiatría.
Partiendo de las perspectivas biologicistas, el cerebro de una persona con depresión tendría menor proporción de ciertos neurotransmisores (p. ej., serotonina), los cuales implican menor activación cerebral en según qué áreas, sobre todo las que se encargan del estado anímico.
Teniendo en cuenta esto, el objetivo de la EMT es conseguir que esas zonas se activen, hacer que formen más conexiones entre ellas y reducir así la sintomatología.
Las neuronas son células electroquímicas, lo cual implica que el uso de fármacos las estimula y hace crecer químicamente mientras que la estimulación magnética transcraneal lo hace eléctricamente.
En este tipo de estimulación se usan imanes, similares a cómo los que se usan en un MRI, para producir corrientes electromagnéticas para concentrar la energía en el área del cerebro que controla el sistema límbico, la parte de nuestro cerebro encargada de nuestras emociones.
En contraste, los fármacos, que entran en nuestro torrente sanguíneo y tienen la habilidad de producir efectos a lo largo de todo nuestro cuerpo, la EMT tiene la ventaja de que se aplica únicamente en la parte específica del cerebro responsable de la depresión. Gracias a ello, este tipo de terapia es una buena alternativa para casos en los que el uso de medicación puede ser preocupante, como sería el caso de los antidepresivos en mujeres embarazadas.
A diferencia de la antigua terapia electroconvulsiva, la TMS no requiere anestesia ni tampoco supone un riesgo para la memoria, puesto que las corrientes magnéticas que se aplican en esta terapia no alteran el hipocampo, la parte del cerebro que se cree que es responsable de la formación de nuevos recuerdos.
Además, a diferencia de otras terapias psiquiátricas, la TMS no es un tratamiento que se aplique de por vida, aunque sí es intensiva. Los pacientes a los que se les aplica deben acudir unos 5 días a terapia cada semana por un período de 4 a 6 semanas, habiendo mejoras significativas a partir de la tercera semana.
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7. ¿Por qué hay personas que abandonan su medicación?
Una de las preguntas qué más se escuchan en torno a los tratamientos farmacológicos propios de la psiquiatría es el por qué hay ciertas personas que abandonan su medicación. ¿Es que no quieren estar mejor? ¿Les sientan mal las medicinas? ¿Es un síntoma de su trastorno?
Si bien serían muchas las explicaciones detrás de ello, cada una diferente para cada tipo de paciente, lo cierto es que las podemos resumir en dos situaciones cotidianas.
Puede que esto que voy a decir le choque a muchos, pero no en todos los trastornos mentales la persona se siente “mal”. De hecho, puede sentirse tan “bien” que desee estar así para siempre. Un ejemplo lo tenemos en el trastorno bipolar, cuyo nombre usado en el pasado nos sugiere lo que les pasa a estos pacientes: depresión maníaca; hay momentos de subidón que es la fase de manía, y otros momentos de bajón que son la fase depresiva.
Por un lado, nadie quiere manifestar los síntomas negativos del trastorno bipolar como la depresión, los brotes psicóticos, la paranoia, las alucinaciones y la irritabilidad. Por otro lado, el paciente experimenta la fase maníaca, un período en el que siente que se va a comer el mundo. Se siente enérgico, poco fatigado, subiendo la colina de la montaña rusa emocional tan alto que cree que puede con absolutamente todo.
Es por los efectos de la fase maníaca, ese subidón emocional que experimenta el paciente, la persona pueden llegar a la sesgada conclusión que esos síntomas “positivos” superan los efectos indeseados de los negativos con creces, y por ello deciden abandonar la medicación. Cuando están en la fase maníaca sienten que pueden con todo, que podrán ser personas muy productivas y activas y que sabrán aprovechar lo que ellos creen que es una ventaja del trastorno.
Pero igualmente necesitan tomar la medicación, puesto que sus síntomas no son positivos se mire como se mire. Para empezar, en la fase maníaca pueden asumir comportamientos muy perjudiciales como consumir drogas, conducir temerariamente o perder el control sobre sí mismos.
Añadido a esto, la siguiente fase, la de la depresión, puede ser tan sumamente profunda y desesperante que el paciente acabe con su vida o, en los casos más leves, no haga absolutamente nada por un tiempo, incapaz de salir de la cama.
La otra explicación de por qué hay personas que abandonan la medicación tiene que ver con los efectos secundarios. No es ningún secreto que todos los medicamentos tienen efectos adversos, problemas que pueden dejar de manifestarse en el momento en que el paciente abandona los fármacos.
Esto hace que algunos pacientes decidan abandonar la medicación por miedo a experimentar los efectos secundarios, a pesar de que los efectos terapéuticos, es decir, los beneficios, superen los inconvenientes.
8. El Mindfulness y la psiquiatría
No es ningún secreto que el Mindfulness es especialmente valorado en psicología, popularizándose muchísimo en la última década.
La atención plena es una buena herramienta para ayudar a pacientes, especialmente personas con trastornos de ansiedad, a manejar su día a día. Sin embargo, a pesar de lo que uno pudiera pensar, este tipo de enfoque terapéutico ha ido ganándose un lugar en psiquiatría, cobrando tanta importancia que incluso hay psiquiatras que se plantean renunciar a los fármacos para tratar.
El Mindfulness se fundamenta en la autoconciencia y la meditación, técnicas que se sabe que les ha servido de mucho a millones de personas en Asia. Ahora, el mundo occidental va introduciéndolas en su práctica clínica y las aborda de forma científica, siendo prueba de ellos los muchos estudios que han apuntado los beneficios de las técnicas en las que se fundamenta el mindfulness.