¿Cómo perdonarse a uno mismo? 4 claves psicológicas
Algunas personas tienen facilidad para perdonar quien le ha hecho daño pero, irónicamente, son increíblemente críticas consigo mismas. No son capaces de perdonarse pequeños errores, de los que se arrepienten profundamente y les genera gran malestar.
La culpa es un sentimiento humano de gran importancia social dado que nos permite ir asimilando el código ético y moral a medida que crecemos, viendo qué cosas están bien y cuáles mal. Sin embargo, si no somos capaces de recuperarnos tras cometer una falta, tenemos un problema.
En este artículo vamos a ver cómo perdonarse a uno mismo, entendiendo la función de la culpa, las fases del perdón y las cosas que podemos hacer para alcanzar el autoperdón.
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¿Cómo perdonarse a uno mismo? Claves psicológicas
Perdonarse a uno mismo es algo fundamental para disfrutar de buena salud mental y paz interior. Es uno de los mejores regalos que nos podemos hacer, puesto que es fuente de estabilidad emocional, aunque, claro, no es tarea sencilla.
Requiere tener bien desarrollados aspectos como la humildad, la paciencia y la autoestima, aspectos que son factores muy relacionados con la personalidad que actúan como protección ante psicopatología.
Nadie es perfecto. Todos en algún momento hemos cometido errores, faltas que se repiten con eco en el interior de nuestra mente, martirizándonos acerca del daño que hemos hecho. Esto, en cierta manera, es normal, dado que entre los dones de los que dispone el ser humano, además de la inteligencia, está la buena memoria, capacidad que se pone, a veces, en contra nuestra. Esta memoria, combinada con una tendencia un tanto masoca, le gusta recordarnos una y otra vez algo malo que nos cuesta perdonarnos.
¿Es malo sentirse culpable?
El sentimiento de culpa es un mecanismo fundamental en nuestro aprendizaje. Es gracias a esta emoción que nuestra consciencia se va formando, estableciendo límites sobre si nuestras motivaciones y conductas son adecuadas o no.
De acuerdo con Erik Erikson la culpa sana es un sentimiento que se va desarrollando hacia los tres años, adquiriendo un papel muy importante en nuestra capacidad para relacionarnos con los demás, adquirir un comportamiento socialmente adecuado e interiorizar las normas sociales.
Cuando no se desarrolla adecuadamente esta emoción, surgen problemas para interiorizar el código ético y moral, dadas las dificultades relacionales que de esto se deriva. Es la ausencia de la culpa sana una de las principales características de los psicópatas. Tampoco debemos irnos al otro extremo. Sentir culpa por todo y ante todos es un comportamiento patológico, síntoma de un problema de personalidad grave, frustraciones varias y de urgente intervención psicológica.
Lo que nos debe quedar claro es que sentir culpa suele ser un buen indicador de que hemos actuado de forma errónea, o al menos, nos da la sensación de que hemos transgredido las normas éticas y morales de alguna forma.
Significa que somos conscientes de que algo mal debemos haber hecho y, sintiéndonos culpables, nos movemos para enmendar nuestros errores. Podemos intentar arreglar las cosas pidiendo disculpas o haciendo otras acciones para reducir el malestar y los remordimientos.
El problema es cuando la culpabilidad nos invade de forma extrema. Nos sentimos culpables por cosas que ya forman parte del pasado, dejando que nos atormente una y otra vez y entrando en un bucle infinito. Es este círculo vicioso el que no nos permite vivir plenamente nuestra vidas, atrapándonos en el pasado y no dejándonos progresar.
¿Qué significa perdonarse a uno mismo?
Debe quedar muy claro que perdonarse a uno mismo no es sinónimo de justificar una conducta inadecuada ni tampoco dejar de sentir remordimientos. Perdonarse implica, en primer lugar, reconocer las emociones negativas que un error cometido en el pasado nos produce y, aún así, decidir que pierdan fuerza en nuestro presente.
El perdón no es un proceso súbito. Requiere de todo un progreso, especialmente si el acto a perdonar es complejo. Es bastante probable que tardemos algunos años en sanar completamente las heridas que consideramos grave. En otras ocasiones, ya sea por las características del propio acto a perdonar o por cómo somos en términos de personalidad, nuestra capacidad para perdonarnos será más fácil.
Es muy importante que, para perdonarnos, cambiemos nuestra perspectiva de la situación vivida. Debemos darnos el permiso para avanzar y superar aquello que ocurrió, viviendo en el presente, intentando alcanzar la paz plena y abriéndonos a un futuro sin dolor. También significa superar la resistencia al cambio, algo que nunca es fácil.
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Las fases del autoperdón
Perdonarnos a nosotros mismos es un proceso complicado, muchas veces más difícil que perdonar a los demás. Este proceso implica las siguientes fases.
1. Reconocer la verdad
Lo primero que se debe hacer es reconocer la verdad. Es necesario que seamos honestos con nosotros mismos y, en caso de que sea cierto que hayamos hecho algo mal, no engañarnos. No nos podremos perdonar algo si no sabemos qué es lo que hay que perdonar.
2. Asumir lo sucedido
Toda acción tiene una reacción. Nuestros actos incorrectos conllevan consecuencias negativas, que son los verdaderos hechos de los que nos arrepentimos. Aquello malo que hicimos ha acabado pasando aquello de lo que nuestra conciencia no se puede desprender. Asumir la responsabilidad de lo sucedido es de valientes y debemos enfrentarnos a lo que ello conlleve.
3. Contactar con nuestras emociones
Debemos entrar en contacto con las emociones más profundas que motivaron ese comportamiento del que ahora nos arrepentimos. Para saber qué emociones influyeron en cómo nos comportamos es fundamental echar la mirada hacia atrás y hacernos preguntas del estilo:
- ¿Estábamos enfadados y dijimos algo feo a nuestros padres?
- ¿Estábamos cansados y no nos dio la gana limpiar la casa?
- ¿Estábamos tristes y arrasamos con la nevera?
Es normal que las acciones de las que nos arrepentimos después hayan estado marcadas por un elevado componente emocional, mayormente de tipo negativo. Nos comportamos de una forma que, cuando estamos emocionalmente estables, no hacemos.
4. Permitirnos sentir
Somos seres imperfectos. A veces estamos felices y otras tristes, lo cual influye en nuestra forma de comportarnos. Es esta emocionalidad la que nos dota de la característica más importante de nuestra existencia, nuestra humanidad.
La aceptación de nuestra imperfección, de que podemos sentir un amplio repertorio de emociones y que no siempre nos portaremos de la mejor manera es un aspecto clave para poder perdonarnos. La autocrítica debe dejar paso a la compasión hacia nosotros mismos.
¿Qué podemos hacer?
Son varias las estrategias de las que disponemos para perdonarnos a nosotros mismos. Todas ellas pueden ayudarnos a agilizar el proceso del autoperdón.
1. Disculparse
Resulta lógico que, para perdonarse, es necesario disculparse con aquella persona que hicimos daño, si es el caso. Las disculpas deben ser profundas y sentidas de corazón. También deben ser sin expectativas: si nos disculpamos y la otra persona se siente todavía herida, es normal que todavía no se atreva a darnos su perdón.
Cada uno puede vivir la situación y progresar a su propio ritmo, y debemos aceptarlo. Sea mucho o sea poco el tiempo que se demore en perdonarnos, el acto en sí va a ayudarnos a acelerar nuestro proceso de sanación y, seguramente, también el de la otra persona.
2. Hablar de ello
Compartir la experiencia es fundamental para ser consciente de lo que sucedió y relativizarlo. Hablar de ello nos permite ponerlo a debate con personas que, preferiblemente, deben de ser de nuestra confianza.
Podemos contárselo a un amigo que nos transmita confianza y compasión y, quizás, nos cuente que él también vivió una situación similar y cómo la superó
3. Acudir a terapia
Otra opción, muy recomendable, es acudir a terapia y hablar con un psicólogo. Este profesional abordará aquello que somos incapaces de perdonar desde una perspectiva más neutral e imparcial, además de seleccionar las estrategias clínicas más adecuadas para la situación en concreto y tratarlo.
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4. Escribir una carta de disculpa
Una estrategia muy útil es escribir una carta de disculpa, especialmente si aquello por lo que nos sentimos mal es algo que consideramos que no se puede arreglar. Esto es especialmente recomendable para casos en los que no podemos hablar con aquella persona a quien creemos que hicimos daño, como puede ser un familiar fallecido o alguien con quien hemos roto toda comunicación
Por ejemplo, es posible que, antes de que muriera nuestra madre nos peleáramos con ella. Al no habernos disculpado con ella en vida hace que nos sintamos mal y no seamos capaces de perdonarnos. No podemos hablar con ella, pero sí que podemos escribir la carta y pedirle perdón, hacer las paces de forma simbólica.
Esta técnica no sirve solo con los muertos y gente con quien ya no podremos hablar más. También se puede hacer con alguien que sí podemos entablar conversación fácilmente. La idea sería la misma, solo que tendremos la opción de decidir entregarle o no la carta a la persona a quien consideramos que defraudamos.
Reflexión final
Como en el perdón en general, perdonarse a uno mismo es un proceso que no es sencillo. Es un largo camino en el que vamos a tener nuestros altibajos, con marcada carga emocional pero que, de hacerse bien, nos ayudará a dejar atrás el dolor.
Perdonándonos a nosotros mismos nos liberamos de las pesadas cadenas del pasado y hacemos de nuestro presente y futuro algo liviano, más feliz y disfrutable, pues la vida trata de eso: poderla disfrutar.
Aceptar que hicimos algo malo, consciente o inconscientemente en su momento, es una acción saludable, madura y responsable. Las personas, a no ser que tengamos un problema, no nos comportamos de forma dañina para con los demás porque sí: siempre hay un motivo, ya sea por una emoción negativa o porque no sabíamos cómo comportarnos mejor.
Es descubriendo qué es lo que hicimos mal lo que nos hace crecer y evitar cometer el mismo error en el futuro. Perdonarnos a nosotros mismos es el paso que nos llevará a una buena salud mental y la paz interior.
Referencias bibliográficas:
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