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Los 15 valores de familia que puedes enseñar a tus hijos


Las personas vamos adquiriendo patrones de comportamiento a medida que vamos creciendo. Estos no se adquieren de forma mágica: es necesario que alguien nos los enseñe para poderlos asimilar en nuestro código moral.

Los valores son necesarios para que nuestros hijos, una vez sean adultos, sean personas socialmente adaptadas y puedan tener vidas felices y conseguir todo lo que se planteen.

A continuación veremos una selección de los 15 valores de familia que puedes enseñar a tus hijos, todos ellos fundamentales para criar a niños que se relacionen de forma sana con los demás.

Valores de familia en los que educar a tus hijos

Para que de adultos estén bien adaptados en la sociedad, los niños deben incorporar su crecimiento normas éticas que les ayuden a convivir y a formar su personalidad. Estas normas éticas no se adquieren únicamente como consecuencia natural de su desarrollo biológico: sus padres, como figuras sociales principales, son los adultos que deben inculcarles a los niños estas normas éticas. Es, sin lugar a dudas, la educación en valores de nuestros hijos una de las estrategias más importantes en su aprendizaje.

Sin embargo, ¿a qué nos referimos exactamente cuando hablamos de “valores”? Podríamos definirlos como aquellos principios que permiten orientar nuestro comportamiento con el objetivo de realizarnos como personas, que nos guían para formularnos y cumplir con metas y propósitos, tanto a nivel individual como social.

Los valores no se enseñan diciendo qué son, sino comportándose de forma coherente con ellos, es decir, los padres deben ser modelos de esas normas éticas para que sus hijos las puedan aprender. Es mucho más importante enseñar haciendo que diciendo y, por lo tanto, los padres deben mostrarlos en toda situación que sea una oportunidad para ponerlos en práctica.

Aunque podríamos mencionar cientos de valores que los más pequeños deberían adquirir, aquí vamos a descubrir los 15 valores de familias que puedes enseñar a tus hijos más importantes, que en toda casa no deberían faltar esfuerzos para que los más pequeños del hogar las acaben adquiriendo.

1. Responsabilidad

La responsabilidad es de los valores más importantes que deben aprender los niños desde bien pequeños. Implica adquirir conciencia de que sus actos tendrán unas consecuencias, tanto buenas como malas, y es por esto que se deben responsabilizar de sus acciones.

Una buena forma de transmitir este valor es que los padres cumplan con sus obligaciones, con lo que se espera de ellos, además de hacer que sus hijos participen en tales tareas.

La responsabilidad se enseña también por medio del castigo, siempre y cuando sea necesario y no haya otra opción. Si el niño no ha cumplido con una tarea o algo que había prometido hacer, para aprenda que sus actos tienen consecuencias, será necesario aplicarle algún tipo de penalización.

2. Generosidad

Todo padre, hermano, tío o familiar que tiene a algún niño en su familia sabe que los más pequeños tienden a ser egoístas. No quieren compartir sus juguetes, no dejan que su madre preste atención a sus otros hermanitos, no quieren darle la bolsa de caramelos a su primo... Son muchas las situaciones en que su egoísmo infantil se manifiesta. No es su culpa, son solo niños, y cierta falta de generosidad es aceptada a ciertas edades.

El problema es que si no se les inculca el valor de la generosidad, tarde o temprano se convertirán en niños extremadamente egoístas y egocéntricos, que de adultos no les importará nada las necesidades de los demás ni compartirán sus cosas. Enseñando a ser generosos se evitan conflictos de todo tipo, además de que hacer que los niños sean más propensos a comptartir sin esperar nada a cambio fomenta conductas prosociales, haciendo que los demás niños sean también generosos con ellos y se hagan más buenos amigos.

3. Compromiso

El compromiso es un valor muy relacionado con la responsabilidad, aunque no es exactamente lo mismo. Lo podríamos definir como marcarse unos objetivos e intentar llevarlos a cabo a largo plazo. Este valor es especialmente útil a nivel académico, dado que el niño hará todo lo posible para conseguir buenas notas, acabar los proyectos de clase o tener buenas relaciones con sus compañeros si así se ha comprometido con sus padres.

El compromiso también es importante en las relaciones sociales. Es necesario que en toda relación ambas partes se comprometan a respetarse, valorar a la otra parte y dar lo mejor de sí mismos. Así, los niños se comprometen con sus amigos a no dejarlos atrás si tienen un problema, a estar ahí pase lo que pase, a asistir a sus cumpleaños o a invitarles a echar un partido de fútbol. El compromiso es un valor claramente prosocial.

4. Tolerancia

Para bien o para mal nuestra sociedad está globalizada. Uno de los aspectos positivos de esta globalización es el contacto de multitud de etnias, culturas y religiones que intentan convivir en armonía en una misma sociedad. El contacto puede originar conflicto si es mal llevado, motivo por el cual la tolerancia se ha convertido en un valor fundamental en nuestros tiempos.

Aceptar que cada uno tiene su propia identidad, su lengua materna, su cultura, sus ideas, su orientación sexual, su género y demás aspectos totalmente válidos es una forma de reducir ese posible conflicto. Para poder crear una sociedad sin prejuicios y en la no se generen tensiones por cosas que no podemos cambiar, es un imperativo social enseñar la tolerancia a los más pequeños. Con ella, les hacemos ver que todo el mundo tiene una identidad, y que esas identidades son iguales en derechos y respeto.

5. Humildad

Antes de empezar la escuela, los niños pasan la mayor parte del día con sus padres o abuelos, recibiendo todo tipo de halagos por lo que hacen y dejan de hacer. No es de extrañar que en muchos casos se piensen que son los mejores, que nadie más se puede comparar con ellos. Sin embargo, nada más empezar el parvulario o la escuela, descubren que hay más niños como ellos en este mundo, y que a ellos también se les ha dicho que son los mejores. Su burbuja, en la que se creían los mejores, acaba de estallar.

Esto genera cierto conflicto, incluso se podría decir que pasan por una pequeña crisis de identidad, aunque se resuelve relativamente rápidamente. Los padres deben enseñar a sus hijos que tienen sus cosas buenas y sus cosas malas, que nadie es perfecto y que hay que ser humildes. Cada uno tiene sus fortalezas y, también, debilidades. Hay que estar orgulloso de aquello en lo que se destaca, y tratar de mejorar aquello que sea necesario. También hay que saber ver lo bueno de los demás, y valorarlo.

6. Gratitud

Las cosas, sean materiales o no, no son gratuitas. Todo tiene un coste, tanto en términos económicos como en tiempo y esfuerzo. El amor de un padre supone una verdadera inversión de muchos recursos y los niños deben saber valorarlo y estar agradecidos por ello. Deben apreciar los esfuerzos de los demás para que ellos tengan todo lo que tienen, de la misma manera que tanto los adultos como otros niños les deben agradecer aquellas cosas buenas que hagan por ellos.

La mejor forma de enseñar el valor de la gratitud en el hogar es que los padres y los hermanos más mayores lo pongan en práctica. Son muchos los pequeños gestos y acciones que se pueden hacer para demostrar gratitud, como por ejemplo agradecer a quien haya hecho la comida, darle una masaje a la madre después de trabajar, limpiar la casa como agradecimiento por haber ido a comprar...

7. Honestidad

La honestidad o sinceridad es uno de los valores más esenciales en nuestra sociedad. Está muy relacionado con la humildad, aunque la sinceridad es decir la verdad, no mentir ni cambiar los hechos tal y como son. Sin honestidad ninguna persona puede madurar ni comprender que nadie es perfecto, al igual que sucede con la humildad.

Si bien acabará siendo un valor aprendido con el tiempo, no es raro encontrar a personas adultas que no lo tienen muy interiorizado. Por esto es tan importante que los padres se encarguen de enseñárselo a los más pequeños, explicándoles por qué mentir está mal porque no únicamente se hace daño a los demás, sino que, además, ellos mismos corren el riesgo de resultar dañados por el efecto de sus propias mentiras.

8. Empatía

Cada uno tiene sus propios sentimientos, deseos, necesidades y metas a cumplir, una idea fundamental que, de no tenerse asimilada, no permitirá que convivamos en una sociedad. La empatía es un valor que se debe adquirir para poder entender esta realidad, aprendiendo que no se deben hacer cosas a los demás que a nosotros mismos no nos gustaría que nos hicieran.

Aunque es cierto que la empatía va desarrollándose a medida que uno crece, es necesario que el entorno más cercano del niño la fomente. Los padres la pueden demostrar prestándole atención a sus hijos cuando estén tristes o enfadados, preguntándoles qué les sucede y mostrando interés por su bienestar. Así, los niños verán que sus padres los escuchan y, con el paso del tiempo, desarrollarán la habilidad de la escucha activa, fundamental para el desarrollo de una buena empatía.

9. Autoestima

La humildad es un valor fundamental, que nos enseña que socialmente no somos los más perfectos ni los mejores de todo el mundo.

Ahora bien, una cosa es comprender que no somos los mejores en todo y otra es que pensemos que no nos merecemos respeto ni tampoco nos valoremos. Es por esto que para evitar que los niños caigan en este tan desagradable extremo se les enseñe el valor de la autoestima.

Los niños deben aprender a valorarse a sí mismos y no permitir que nadie los pisotee. Este valor sirve para educar la empatía, aprendiendo qué es lo que no les gusta que les hagan y qué no deben consentir bajo ningún contexto que les hagan.

El elogio es una buena herramienta para fomentar la autoestima, siempre y cuando sea usado de forma adecuada. No se debe abusar de los halagos, solo usarlos cuando el niño ha hecho algo extraordinario o muy bueno, como sacar un notable, compartir con los demás, lavar los platos...

10. Amistad

La amistad es fundamental a cualquier edad, pero crítica en la temprana infancia. Un niño que no consigue buenos amigos desde el parvulario o los primeros cursos de primaria puede ser un niño que acabe viviendo en aislamiento cuando crezca, especialmente en la adolescencia.

Tener amigos es fundamental para poder relacionarse adecuadamente, además de disponer de más apoyos aparte de la familia.

La amistad solo se puede desarrollar como valor de forma presencial, o al menos teniendo contacto continuado con otras personas. No se limita a agregar a un amigo en el Facebook o en el Instagram, sino que se trata de compartir experiencias, dar apoyo y ser apoyado, invitar a los cumpleaños, compartir y sentir que otro ser humano nos valora. Quien tiene un buen amigo tiene un tesoro.

11. Optimismo

La vida no es un camino de rosas, pero mirarla con buenos ojos puede ayudarnos a superarla adecuadamente. Enseñar a los más pequeños a vivir con entusiasmo y optimismo, tratando de buscar siempre el lado positivo de las cosas y superar los reveses es un valor fundamental para su desarrollo.

El optimismo es el combustible que alimenta a la superación, la autoestima, la felicidad y el éxito. Es lo que nos enseña que no siempre habrán buenos tiempos, pero que siempre se acabarán superando y que poniendo empeño y buena cara a las dificultades se consigue superarlas más rápido.

12. Paciencia

La paciencia es, quizás, el valor más difícil de enseñar a los niños. De peques deben aprender a diferir las gratificaciones, a entender que no es posible tener todo al momento y que en muchas ocasiones tendrán que esperar un poco para conseguir su tan ansiado premio. Esto se puede perfeccionar con el clásico experimento del malvavisco, aunque también se puede enseñar explicándoles que si son pacientes conseguirán más de lo que originalmente se habían planteado.

Por ejemplo, si nuestro niño quiere jugar todo este fin de semana a videojuegos, le podemos decir que solo lo conseguirá si durante la semana deja de lado la consola y se pone a estudiar. Si lo logra, le permitiremos pasarse todo el tiempo que quiera con sus juegos llegado el sábado, si no, el tiempo será limitado. Así el niño aprenderá a controlar sus ansias de jugar, aprendiendo que es mejor esperarse y conseguir el gran premio en vez de conseguir pequeñas satisfacciones inmediatas.

13. Esfuerzo

En tiempos en los que la inmediatez y lo fácil son lo más demandado, parece que la cultura del esfuerzo se esté extinguiendo. El esforzarse estará desapareciendo, pero la demanda de esforzarse no. El esfuerzo seguirá siendo un valor necesario para poder tener éxito en la vida.

Es por esto que debemos inculcarles a nuestros hijos la cultura del esfuerzo, aprender que las cosas no se conseguirán con el simple hecho de sentarse en una silla y esperar que las oportunidades caigan del cielo. Si quieren aprender un idioma, dominar un deporte o saber tocar un instrumento tendrán que echarle ganas y pasar muchas horas practicando. Deben ignorar eslóganes tan vistos en las redes como el de “aprenda a tocar la guitarra en una semana ¡sin esfuerzo!”. Sorpresa: no funcionan.

14. Carácter

Puede que nos sorprenda decir que el carácter es un valor. El carácter es algo que muchos creen que es inmutable y estático, el mismo a lo largo de toda la vida del niño. Está muy extendida la creencia de que es algo con lo que nos tenemos que conformar de nacimiento: si es bueno está muy bien y que si es malo, pues se siente. La personalidad y carácter puede cambiar, y con ellos los valores y el sistema de creencias.

Obviamente, los niños no son tabulas rasas. Tienen una personalidad, un carácter que toma características de su papá y de su mamá. La educación es la variable ambiental que permite moldear como es una persona, y por ello es tan importante. Por medio de la enseñanza de hábitos, repetírselos, evaluarlos y ver cómo de bien lo están haciendo podemos reforzar el carácter de los más pequeños.

15. Felicidad

La felicidad es el valor y sentimiento que se debe fomentar en todo niño. Al fin y al cabo, todo buen padre desea que sus hijos sean felices. La felicidad no se debe entender como sinónimo de alegría a todas horas, sino estar satisfecho por ser como somos, por lo que tenemos, por todo lo que hemos conseguido en nuestras vidas. Es decir, es un valor que alimenta y, a la vez, se alimenta de los demás valores que hemos explicado.

La felicidad es la consecuencia de haber estado poniendo nuestros esfuerzos en un proyecto, habernos comprometido con él, haber sido paciente y no haberse rendido nunca, poniendo siempre una buena cara. Es la consecuencia de tener un buen sistema de valores, de aplicarlos en nuestro día a día.

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