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Me cae mal mi familia: cómo unir lazos y comprender a los demás


‘Me cae mal mi familia’ es una de las quejas más frecuentes que se escuchan en las sesiones de psicoterapia. A veces, esto es el motivo de consulta, la causa por la que la persona ha acudido al psicólogo; a veces, es una de las consecuencias del problema comportamental por el que se va a terapia. Y a veces, es las dos cosas a la vez.

En cualquier caso, en muchos casos es posible hacer grandes progresos a la hora de superar esta clase de problemas, aunque muchos no lo crean. Es cierto que una vez se ha estado años experimentando una relación disfuncional con los padres y madres, la idea de que las cosas puedan ir de otra manera parece poco realista; pero es la verdad. Si los patrones de comportamiento de las personas ya son de por sí algo muy flexible y adaptable a las circunstancias, los patrones de conducta de varias personas en interacción pueden transformarse aún más, Y esto son buenas noticias en el mundo de la psicoterapia, porque con la ayuda de los psicólogos es posible identificar por primera vez problemas enquistados durante años y aplicar soluciones que nunca habían sido usadas antes.

Teniendo en cuenta esto, aquí veremos algunos de los principios psicológicos más usados en terapia para ayudar a las personas para unir lazos con la familia.

La pregunta inicial: una cuestión de todo o nada

Antes de plantearnos de qué manera podemos volver a conectar con nuestra familia (o conectar por primera vez, en algunos casos), es fundamental partir de una pregunta determinante. Una que está en la parte troncal de las sucesivas decisiones que tomaremos a continuación; está en el origen de todas ellas. Esta pregunta es la siguiente: ¿Atenta mi familia contra salud física y/o mental?

Si la respuesta es un “sí”, debemos tener claro que lo prioritario es ponernos a salvo cuanto antes. En los casos más extremos, en los que se dan verdaderos casos de maltrato constante y violencia doméstica, esto pasa por cortar la relación, por doloroso que esto pueda ser, al menos durante un tiempo. Tiempo que dedicaremos a reparar las heridas emocionales que nos han dejado y a desarrollar nuestra vida de manera independiente, ganando en autonomía; solo una vez hecho esto estaremos lejos del peligro de volver a caer en la dinámica de maltrato como víctimas y podremos pensar en dar segundas oportunidades.

Si la respuesta es “no”, nos podemos plantear establecer estrategias de fortalecimiento de esos lazos afectivos a corto plazo, pero igualmente es importante estar atentos a las señales de que el trato con la familia pueda estar pasándonos factura psicológicamente, para tener una referencia acerca de hasta dónde estamos dispuestos a sacrificar por llevar la iniciativa en ese “reencuentro” emocional.

Así pues, al principio de todo hay una cuestión de todo o nada: o nos proponemos estar dentro de la familia y llevar una vida en consecuencia de ello, o nos planteamos romper totalmente con ese ámbito social y relacional, o al menos con quienes nos han dañado y con quienes han colaborado en ello.

Me cae mal mi familia: estrategias para superar los conflictos y fortalecer los vínculos familiares

En psicoterapia siempre se aborda cada problema de manera individualizada, y desde luego, no hay soluciones que aseguren, de antemano, resolver un conflicto familiar que ha podido durar años o décadas. Sin embargo, estas ideas generales, muy usadas por los terapeutas, te pueden servir a modo de referencia.

1. Hay que combinar los momentos de intimidad y los de ida en común

Mantener este sano equilibrio hace posible que cada uno pueda estar cómodo aportando y recibiendo cosas de la familia y, a la vez, teniendo su propio espacio para desarrollar la vida como individuo.

2. La asertividad es la mejor herramienta de prevención

Ser personas asertivas hace posible que comuniquemos desacuerdos y opiniones disconformes en su debido momento, sin dejar que, a costa de no ser expresadas por miedo a generar incomodidad o discusiones, termine acumulándose el malestar hasta que este genere explosiones de frustración y enfado.

3. Es importante respetar las diferencias generacionales

Muchas personas, a fuerza de relacionarse solo con personas de su edad, terminan sin saber conectar con quienes pertenecen a otras generaciones, asumiendo que tienen intereses, gustos y posiciones políticas y morales inadecuadas.

Esto genera una brecha que dificulta una comunicación honesta y directa, lo cual da lugar, por ejemplo, a que muchos padres y madres terminen limitando sus conversaciones con los hijos a bombardear con preguntas acerca de hechos objetivos sobre su comportamiento: ¿Qué has hecho hoy? ¿Qué carrera elegirás? ¿Cuándo buscarás novio? Así no existe profundización en los sentimientos, las inquietudes o las prioridades de esa persona, y como consecuencia los jóvenes se ponen a la defensiva ante esa actitud que perciben como policial.

Conflictos familiares

Por eso, es importante tener conversaciones que no se limiten a hacer preguntas banales, y en las que cada uno no solo interrogue, sino que también aporte y esté dispuesto a aprender del otro.

4. Las críticas siempre deben ser hechas de manera directa y constructiva

Resulta muy dañino criticar a las espaldas del otro; no solo porque produce incomodidad en el interlocutor y no sirve para aportar soluciones, sino también porque genera un ambiente de desconfianza en la familia. Esto debe ser sustituido por la crítica constructiva o, si aquello que no nos gusta es un detalle sin mayor importancia, incluso por el silencio.

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Mi nombre es Javier Ares y soy psicólogo especializado en el ámbito de la psicología clínica. Trabajo atendiendo problemas como la baja autoestima, los conflictos familiares, el exceso de ansiedad y estrés, el estado de ánimo depresivo, y las crisis de pareja, entre otros. Puedes contar con mi asistencia tanto presencialmente como en el formato de terapia online por videollamada.