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¿Cómo es vivir con VIH en la actualidad?


El VIH se considera a día de hoy como un fantasma del pasado, pero sigue siendo un grave problema de salud, sobre todo en las regiones de bajo ingreso donde los pacientes no tienen acceso a la terapia antirretroviral (TAR). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a día de hoy el virus de la inmunodeficiencia humana se ha cobrado 33 millones de vidas y, en el año 2019, se contaban 38 millones de personas con la enfermedad activa.

Debido a los esfuerzos conjuntos de la OMS, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y otras entidades gubernamentales, se estima que el 68% de las personas adultas y el 53% de los niños con VIH están en tratamiento. Estos resultados son positivos hasta cierto punto, pues también implican que casi 1 de cada 3 personas con VIH no está bajo observación ni en manos de profesionales médicos. Un niño infectado vive una media de 2-3 años sin TAR.

Así pues, el VIH es una condición crónica pero enmascarable en los países de alto ingreso, mientras que en las regiones desfavorecidas sigue tratándose de un sinónimo de muerte. Con esta idea en mente, veamos cómo es vivir con VIH en la actualidad.

El VIH y el SIDA no son lo mismo

En primer lugar, es necesario dejar claro que el VIH y el SIDA no son lo mismo, a pesar de que ambos términos se utilicen de forma intercambiable en conversaciones anecdóticas. La infección por VIH corresponde a las dos primeras fases de la enfermedad (aguda y crónica), mientras que la cara más extrema y la que peor pronóstico reporta es el SIDA, la etapa final y más compleja de abordar.

El VIH es un virus de ARN y, como todos los virus, es incapaz de replicar por sí solo su información genética, pues no posee ribosomas, mitocondrias ni ninguna estructura metabólica a nivel celular. Por tanto, invade las células del hospedador (en este caso de forma casi exclusiva los linfocitos T CD4+), transforma su información genética de ARN en ADN (mediante transcripción inversa), lo integra en el núcleo de la célula y luego la maquinaria del hospedador genera copias del ARN viral. Al final, los nuevos virus se ensamblan y por gemación salen de la célula, matándola en el proceso.

Cuando una persona se infecta con el virus de la inmunodeficiencia humana, se produce un cuadro infeccioso agudo en hasta el 80% de los casos, aunque existen personas asintomáticas. Durante esta fase, vivir con el VIH es como tener gripe, pero un poco peor. Aparecen síntomas como fiebre, dolor de cabeza, picazón, sudoraciones, vómitos y náuseas. En la etapa aguda, la proporción de linfocitos T CD4 infectados es de 1/100.000 aproximadamente, pero el número de agentes virales circulantes en sangre es muy alto. Por esta razón, el hospedador es muy contagioso.

Tras este cuadro agudo, la enfermedad se estabiliza. Durante el período crónico de la enfermedad, el VIH continúa reproduciéndose y destruyendo a los linfocitos CD4, pero en proporciones mucho más bajas. Reciba terapia o no, el paciente puede sentirse completamente normal por un tiempo, hasta que el sistema inmunitario se vea suficientemente dañado. El tratamiento en este punto es crítico: una persona con VIH crónico sin tratamiento desarrollará SIDA en unos 10-15 años, mientras que la terapia antirretroviral permite la permanencia en esta fase durante varias décadas.

Un paciente pasa de la infección por VIH al SIDA cuando el conteo de linfocitos CD4 es menor a 200 unidades por milímetro cúbico de sangre, lo cual indica que el sistema inmunitario se ha visto gravemente afectado. En este punto, muchos microorganismos usualmente comensales se vuelven patógenos, como levaduras, hongos complejos y bacterias que forman parte de la microbiota del ser humano.

Uno de los primeros síntomas del SIDA son las infecciones orales y epidérmicas, sobre todo provocadas por Candida albicans y otros hongos. También pueden aparecer otros cuadros mucho más graves con el tiempo, como la aspergilosis pulmonar, neumonías, infecciones cardíacas y muchas otras cosas más. Al final, el paciente muere por las infecciones oportunistas, no por la acción del virus en sí mismo.

VIH

Es posible llevar una vida plena con VIH

Por catastrófico que pueda sonar lo descrito, a día de hoy es completamente viable llevar una vida normal, a pesar de estar infectado por el VIH. La terapia antirretroviral (TAR) bloquea la entrada del virus en los linfocitos CD4, así que le permite al organismo mantener su sistema inmunitario fuerte durante muchos años.

De todas formas, el virus muta y genera resistencias a los medicamentos dentro del organismo, de ahí que se suelan tomar tres o más medicinas anti-VIH combinadas y se vayan añadiendo unas y descartando otras con el tiempo.

Un paciente con VIH en fase crónica, con el tratamiento pertinente, puede llevar una vida totalmente normal. Se estima que la esperanza de vida de una persona infectada (detectada de forma temprana) es de unos 77-80 años, mientras que una sana roza los 86. La diferencia de 8 o 9 años en la esperanza de vida no es desdeñable, pero se trata de un panorama muchísimo más alentador que el observado hace 20 o 30 años.

Además, si el paciente toma los medicamentos de forma estricta y lleva todos los chequeos al día, será portador del VIH pero no podrá contagiar, debido a las cargas virales indetectables en sangre. Por esta razón, el estigma social que persigue a las personas con esta condición (sobre todo en ciertas comunidades) está completamente injustificado. Siempre es mejor utilizar preservativo que no hacerlo durante el sexo (por cualquier otra enfermedad, no solo el VIH), pero una persona infectada y tratada no contagia, ni con besos, ni compartiendo comida ni durante el sexo.

En la actualidad, un grupo español perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha presentado una vacuna contra el VIH, la MVA-B. Los resultados son extremadamente positivos, pues en la fase I experimental se ha demostrado que el 90% de los voluntarios vacunados han desarrollado una respuesta inmunitaria contra el virus y el 85% la han mantenido (durante al menos un año).

Poco a poco, el ser humano va entendiendo cada vez más el funcionamiento de virus y bacterias, lo que nos otorga la capacidad de luchar como sociedad contra algunos de los gigantes que han azotado a las poblaciones durante décadas.

De todas formas, no podemos olvidar a todas las personas que en su día visibilizaron la problemática de esta condición, las dinámicas excluyentes a las que se asociaba y la falta de medios y comprensión que, por desgracia, aún sigue provocando muertes. Mientras exista una sola persona infectada sin tratamiento en el mundo, la lucha contra el VIH sigue activa.

Y por supuesto, la psicoterapia y la asistencia psicológica es otro recurso útil para saber adaptarse a la vida con VIH gestionando del mejor modo las emociones y las relaciones personales y con uno mismo. Si buscas esta clase de servicios, contacta conmigo.