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Micromachismos: 4 muestras sutiles de machismo cotidiano


En varios artículos de Psicología y Mente hemos hablado de las distintas formas que adopta el machismo. En los distintos ámbitos de la vida (laboral, familiar, social…), las mujeres han sufrido, históricamente, una serie de discriminaciones palpables y que han relegado al sexo femenino a estereotipos y roles secundarios en la sociedad.

Micromachismos: ¿qué son? ¿cómo se manifiestan?

Los micromachismos son manifestaciones sutiles, que a menudo nos pasan totalmente inadvertidas, de machismo. Es un machismo subterráneo, que no hace saltar nuestras alarmas la mayor parte de las veces.

El sistema heteropatriarcal en que vivimos impregna la vida doméstica, la laboral y hasta la forma en que nos comunicamos. En el artículo de hoy nos hemos propuesto analizar los principales micromachismos que sufren las mujeres y algunos hombres que no cumplen con los roles de género heteropatriarcales.

1. Sexismo en el lenguaje

Una clásica demostración del machismo que se encierra en nuestro lenguaje cotidiano, en nuestro idioma, podría ser la preeminencia del género masculino sobre el femenino, entre otras cosas. Por ejemplo, veamos una conversación ficticia que lo ilustra:

- Señor maestro, ¿cómo puedo hacer que una palabra sea femenina?

- Partiendo de su fórmula masculina, y añadiendo una “a” en lugar de la “o” original.

- Entendido, maestro. Y el masculino, ¿cómo se forma?

- El masculino no se forma, el masculino existe.

Este diálogo fue escrito por Victoria Sau, y es una buena muestra del machismo sutil que alberga nuestro lenguaje cotidiano. Es un machismo que no asesina, que cuesta detectar, y que por tanto es comúnmente aceptado culturalmente.

2. Roles de género

Los micromachismos también salen a relucir en los medios de comunicación y en la publicidad. Como sabemos, los medios intentan generar impacto en nosotros, intentando vendernos ciertos contenidos y, también, ciertas nociones sobre cómo debemos comportarnos y qué debemos pensar.

Recientemente, la cadena de hipermercados Hipercor cometió un gazapo que revolucionó las redes sociales: puso a la venta dos camisetas para bebés, una en color azul y otra en rosa. En la azul, se podía leer: “Inteligente como papá”, y en las rosas, “Bonita como mamá”.

El caso saltó a los medios de comunicación e Hipercor tuvo que retirar esos artículos, puesto que ofendió no solo al colectivo feminista sino a cualquier persona con sentido común. Fue un micromachismo que por suerte no fue culturalmente tolerado, y que situaba a las mujeres dentro del estereotipo estético.

Sin salir de la actualidad, también fue un escándalo cuando El Corte Inglés ofrecía en sus instalaciones un producto señalado como “especial para ellas”, un pack que consistía en una escoba y un recogedor. La misma cadena vendía aspiradores bajo el lema: "Mamá, tú eres la mejor". Como si las aspiradoras fueran productos diseñados en exclusiva para las mujeres.

Más ejemplos de micromachismos relacionados con los roles de género: en la inmensa mayoría de lavabos públicos, el lugar destinado a cambiar a los bebés está situado en el baño de mujeres. Tal vez podamos asumir que esta es una tendencia que no reviste una gran importancia, pero lo cierto es que esto es precisamente un micromachismo: un rol que hemos asumido culturalmente como natural, incuestionable. Pero, ¿nos hemos parado a pensar en ello? Estos estereotipos de género son capaces de persistir generación tras generación precisamente por la naturalidad con la que los experimentamos.

3. Hipersexualización

Otro caso flagrante de sexismo ocurrió cuando Carrefour sacó al mercado un traje de baño para niñas de diez a catorce años de edad con relleno en la parte del sujetador. Es complicado imaginar que pudieran haber intentado vender bañadores slips con relleno para niños.

Por no hablar de la cantidad de veces en que la publicidad utiliza cuerpos femeninos para vender cualquier cosa: colonia, alcohol, videojuegos, ropa… El cuerpo femenino es más frecuentemente hipersexualizado y usado como reclamo para las grandes marcas en relación al cuerpo masculino.

Un micromachismo que está empezando a hacer saltar nuestras alarmas (y ya era hora) es el hecho de que se utilice a mujeres como reclamo sexual para atraer público hacia las discotecas. Ha habido casos sonados en este sentido, que por suerte han indignado a gran parte de la población, consiguiendo que varias campañas fueran retiradas y sus autores pidieran perdón.

4. Uso del espacio público

El machismo no afecta solo a cómo utilizamos el lenguaje, a cómo vendemos ciertos productos o a cómo ubicamos cada género dentro de unos ciertos roles y estereotipos. Muchas mujeres advierten también que el uso del espacio público encierra cierto sexismo.

Por ejemplo, se suele discutir abiertamente en los foros sobre la tendencia de los hombres a sentarse con las piernas muy abiertas en los asientos públicos, por ejemplo en el metro, impidiendo que las personas que se sientan a su lado puedan estar mínimamente cómodas, y vean su espacio invadido. Es algo que puede ser motivo de debate, puesto que tampoco está muy claro que solo sean hombres los que se sientan invadiendo espacio ajeno, y si fuese así, podría deberse a ciertas características anatómicas de los varones. Bien la tendencia podría ser explicada, simplemente, por una cuestión de mala educación. Es difícil de aclarar.

En cualquier caso, sí es posible que se den este tipo de fenómenos, en los que las mujeres son minusvaloradas y poco tenidas en cuenta en la vía pública. Por supuesto, no cabría dentro de la categoría de micromachismo el acoso constante que sufren las mujeres cuando pasean por la calle, los piropos y otras conductas que, en mi opinión, constituyen un machismo claro y, afortunadamente, son cada vez más reconocidas y repudiadas por la sociedad.

¿De dónde surge el concepto de ‘micromachismo’?

La historia del término micromachismo se remonta al año 1990, cuando el psicólogo argentino Luis Bonino lo usó para definir “aquellas conductas masculinas que sobreponen la autoridad de los hombres por encima de la de las mujeres”. En este sentido, Bonino señala que los micromachismos “son tiranías cotidianas, un tipo de violencia blanda e invisible, de baja intensidad”, que revisten la realidad de una forma imperceptible y que viajan paralelos a la lógica patriarcal de nuestra sociedad.

Precisamente es la facilidad con que se camuflan estos micromachismos donde reside su peligro, porque genera un daño invisible hacia el sexo femenino y hacia todo aquel que no se adecue al rol de género que socialmente se le ha asignado. En el caso de las mujeres, este rol suele ser el de cuidadoras, débiles, sumisas, secundarias...

Otra forma de clasificar los micromachismos

Luis Bonino y otros psicólogos han propuesto otro criterio para clasificar estos machismos del día a día:

1. Utilitarios

Se usan en el ámbito doméstico y hace referencia a que los hombres tienden a responsabilizar de las tareas de cuidado y tareas domésticas a las mujeres. Suelen hacerlo apelando a la “mayor capacidad” de ellas para planchar, lavar, cuidar de los mayores o cocinar.

Esto podría parecer un machismo claro, y no un micromachismo, pero puede darse bajo formas muy sutiles, como por ejemplo el marido que le dice a su mujer: “Espera, que te ayudo a tender la ropa” o “Me encanta cómo cocinas, prefiero que lo hagas tú porque te sale muy bien”

2. Sutilezas con sesgo machista

Son micromachismos especialmente sutiles, que persiguen imponer la ideología sexista y minusvalorar el papel de la mujer en la sociedad (ya sea en el ámbito laboral, en las relaciones, en el trabajo…).

Son sutilezas machistas los silencios, usar una comunicación paternalista o ignorar despectivamente a una mujer por el hecho de ser mujer. También lo es usar un humor denigrante hacia el género femenino.

3. Coercitivos

En este tipo de micromachismos, el hombre ejerce una presión moral, psicológica o económica para imponer su poder sobre el de la mujer.

Pueden observarse cuando el hombre se sienta en el mejor sillón del salón de casa, controla el mando del televisor u ocupa un mayor espacio en los lugares públicos (como por ejemplo en el metro, como ya hemos comentado).