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Los 4 efectos psicológicos que experimentan los astronautas en el espacio


Hace ya más de 50 años que el ser humano llegó a la Luna, y desde entonces tenemos el objetivo puesto en destinos mucho más lejanos.

Sin embargo, aunque muchos puedan pensar que los obstáculos para lograrlo son únicamente la distancia, el combustible, etc., uno de los mayores retos a los que se enfrentan las principales agencias espaciales es el de controlar los efectos psicológicos que experimentan los astronautas.

La importancia de los efectos psicológicos que viven los astronautas

Todos hemos oído hablar de lo exigentes que son los requisitos para ser astronauta. Tanto la NASA (la agencia espacial norteamericana), la ESA (la europea) o Rocosmos (la rusa), entre otras, exigen titulaciones de ingeniería o similares, una edad y una altura dentro de unas franjas determinadas y, sobre todo, un estado de forma físico adecuado, sin defectos de visión y que le permita al candidato superar las duras pruebas a las que se verá sometido.

Pero eso no es todo. De nada servirá tener un currículum brillante y una forma física de atleta si esa persona tiene además una personalidad inestable o al menos no lo suficientemente fuerte como para soportar las condiciones de estrés y aislamiento extremo a las que habrá de enfrentarse. De ahí la importancia de anticiparse a los efectos psicológicos que experimentan los astronautas.

Pensemos un momento en los astronautas a bordo del Apolo 13, Lowell, Swigert y Haise, cuyo viaje sufrió innumerables imprevistos. Estos hombres se enfrentaron a una de las situaciones de estrés más intensas vividas por ningún ser humano antes, pues se encontraban a cientos de miles de kilómetros de nuestro planeta, rodeados de vacío, en una nave averiada y perdiendo oxígeno.

Si cualquiera de ellos hubiera carecido de una extrema fortaleza mental, puede que hubieran sucumbido al pánico y probablemente no hubieran logrado superar todos los problemas que fueron surgiendo, trabajando como un equipo perfecto, y regresando finalmente a la Tierra, sanos y salvos, contra todo pronóstico. Las características psicológicas de los astronautas del Apolo 13 fueron, sin duda, una de las razones de su éxito.

Factores de desgaste psicológico en el espacio exterior

Idílicamente podemos pensar que viajar al espacio es una de las experiencias más emocionantes que un ser humano puede vivir. Y así es, pero eso no quita que también sea el medio más hostil al que nos podemos enfrentar. Se trata de un escenario totalmente diferente al medio terrestre al que estamos acostumbrados, y de condiciones extremas en todos los aspectos. Lógicamente, esas condiciones tienen un coste, y son los efectos psicológicos que experimentan los astronautas.

A continuación vamos a repasar algunas de las características más importantes de este medio y cuáles son las repercusiones en las condiciones psicológicas de los viajeros espaciales, que fundamentalmente se traducen en sintomatología de ansiedad y depresión.

1. Microgravedad

El primer factor y el más evidente es la ausencia de gravedad, característica conocida como microgravedad. Experimentar esta sensación puede parecer muy divertido e interesante al principio, pero en realidad muy pronto comenzamos a sentir sus consecuencias. El sistema cardiovascular es uno de los que más sufren, al tener que trabajar el doble para bombear la sangre a todo el cuerpo.

Esto, entre otras muchas cosas, produce una sensación de dolor de cabeza, una especie de jaqueca, al carecer del efecto de la gravedad terrestre para atraer la sangre hacia abajo y evitar que se quede retenida en la cabeza. A esto se suma que las partículas de polvo en el aire no pueden caer al suelo, y por lo tanto se respiran más frecuentemente, lo que aumenta las alergias y agrava el problema del dolor de cabeza.

A nivel psicológico, esta sensación tan molesta, no muy intensa pero sí constante, es una fuente de estrés y agotamiento mental para la que hay que estar debidamente preparado, pues si no puede afectar en el rendimiento de las diferentes actividades realizadas a bordo por los astronautas.

2. Aislamiento

Obviamente, otra de las principales características de las misiones espaciales es el aislamiento que estas suponen. Los astronautas a bordo de la Estación Espacial Internacional (la ISS) se encuentran a 408 kilómetros sobre la Tierra, rodeados únicamente de vacío. Las misiones tienen duraciones muy concretas, lo que quiere decir que una vez que se llega a la ISS, no hay opción de regresar hasta que se cumpla el plazo previsto.

Esto se traduce en que, una vez suben a bordo de la nave, son conscientes de que durante varios días, semanas, incluso en algunos casos, meses, no tendrán ninguna posibilidad de ver a sus seres queridos ni de moverse más allá de los angostos pasillos de una estructura metálica que flotará sin pausa sobre el planeta. Cualquier situación que allí ocurra habrá de ser resuelta por ellos y sus compañeros.

Lógicamente, no todo el mundo está preparado para una situación de aislamiento absoluto como esta. Todos los candidatos a astronauta deben tener perfiles psicológicos adecuados para ello y también para garantizar en la medida de lo posible una correcta gestión de las relaciones interpersonales con el resto de los compañeros, y es que este es un factor clave a tener en cuenta de cara a controlar los efectos psicológicos que experimentan los astronautas.

Esas personas van a ser los únicos seres humanos que va a ver durante un largo período, y además lo va a hacer bajo condiciones de trabajo realmente estresantes y en un entorno físico de características extremas. Es imprescindible lograr que exista una buena relación entre todos ellos, que cooperen y reine un clima positivo, y más teniendo en cuenta que se encontrarán con personas procedentes de regiones y culturas muy distintas.

Por ello, una de las características de la mayoría de los astronautas es la afabilidad y la facilidad para relacionarse con sus semejantes, pues ya hemos visto que es un factor imprescindible para asegurar una buena convivencia y garantizar de esa manera el buen desarrollo de las misiones. Pensemos que cualquier incidente interpersonal, cualquier pequeña discusión, puede resultar fatal para el clima vivido en la nave o en la estación.

3. Sueño

Los problemas de sueño son otro de los principales factores a tener en cuenta. En una nave espacial, los ciclos circadianos comienzan a experimentar problemas. El concepto de día y noche desaparece, pudiendo ver amanecer y atardecer cada pocos minutos, por lo que perdemos la referencia solar.

A esto se le suman los sonidos a altos decibelios que se escuchan constantemente en la estación espacial, así como a las tareas que han de realizarse a horas muy concretas, lo que implica que deben despertarse “de noche” habitualmente, si la misión lo requiere. Por lo general, los astronautas duermen dos horas menos en el espacio que en la Tierra.

El sueño es un elemento reparador primordial, y sin un descanso adecuado, los efectos tanto físicos como psicológicos hacen su aparición enseguida. Esto se traduce en fatiga, irritabilidad, y peor desempeño en las tareas. Por ello es habitual que los astronautas utilicen farmacología para ayudarles a conciliar el sueño y así disminuir en la medida de lo posible estos efectos.

4. Estrés

En realidad el estrés es una consecuencia de todos los demás y de otras muchas variables, pero es un factor tan importante que merece un punto aparte. La complejidad de las tareas que realiza un astronauta, así como las condiciones en las que han de realizarlas, no tienen parangón con el resto de actividades profesionales. Esto, por supuesto, es una fuente de estrés muy intensa.

Algunas misiones en estaciones como la Skylab o la MIR, o en la propia EEI (ISS) llegaron a durar varios meses. Tal cantidad de tiempo, trabajando al más alto nivel y en las condiciones espaciales, suponen un estrés que no es soportable por todo el mundo. Por eso la selección de candidatos ha de ser tan exigente, pues no todos los sujetos son capaces de soportar los efectos psicológicos que experimentan los astronautas.

El gran reto: Marte

Pero todas estas situaciones se han estudiado en las misiones tripuladas realizadas hasta el momento, siendo las más lejanas las del programa Apolo, que llegaron a la Luna (casi 400.000 km) y las más largas en el tiempo la del cosmonauta Valeri Polyakov (437 días) y la de la astronauta estadounidense Christina Koch (328 días). Pero estas cifras palidecen frente al gran reto que todos los programas espaciales tienen en el horizonte: el viaje a Marte.

Aparte del inmenso desafío tecnológico que esta odisea espacial supone, no se pueden obviar las implicaciones psicológicas que pueden tener en un ser humano el hecho de viajar en una cápsula de dimensiones bastante reducidas, a lo largo de entre 6 y 9 meses, contando solo la ida, realizar las misiones en la superficie del planeta rojo durante el tiempo estipulado, y lograr regresar de una pieza a la Tierra durante otro tanto periodo de tiempo.

Para poder anticiparse a los efectos psicológicos que experimentarían los astronautas en esta hipotética misión, los expertos estudian situaciones análogas de aislamiento, como las que se producen, salvando las distancias, en submarinos, o en instalaciones en el ártico preparadas a tal efecto, como la Neumayer III. La NASA incluso cuenta con un simulador en Houston, llamado Hera, donde también realizan estudios para comprobar dichos efectos.

Evidentemente todos estos elementos ayudan a anticiparse a muchas de las situaciones que pueden surgir en un viaje espacial de larga duración y a los efectos psicológicos derivados, pero hasta que no llegue el gran momento no llegaremos a conocer las auténticas repercusiones que el viaje interplanetario puede tener en la mente del ser humano.

Referencias bibliográficas:

  • Alonso, M.M. (2013). La Psicología Aeronáutica y su Contribución a la Seguridad Aeroespacial. Revista Argentina de Psicología.
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  • Suedfeld, P. (2005). Invulnerability, coping, salutogenesis, integration: four phases of space psychology. Aviation, Space, and Environmental Medicine.