Adherencia al tratamiento: por qué se abandona el programa
A la hora de implementar tratamientos psicológicos o farmacológicos, no todo depende de la experiencia y la fuerza de voluntad de los médicos o de los psicólogos. De hecho, existe un potencial problema capaz de hacer que todo el plan para llegar a la curación o a la remisión de los síntomas fracase: la falta de adherencia al tratamiento.
Lo cierto es que muchas veces la mejora de la salud de los pacientes se ve interrumpida (o no llega a iniciarse) porque estos deciden abandonar el programa de intervención, o solo lo cumplen parcialmente, por ejemplo, olvidándose de tomar sus pastillas muy a menudo o no practicando la técnica de la exposición en caso de que se quiera controlar una fobia.
Ahora bien… ¿qué sabemos acerca de la adherencia a los tratamientos y hasta qué punto se puede potenciar el no abandono de estos?
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Por qué es importante no abandonar el tratamiento
Ante ciertos problemas médicos es importante seguir de forma disciplinada el tratamiento si no se quiere caer en riesgo de sufrir daños severos para la salud, o incluso la muerte. Sin embargo, incluso si las consecuencias no tienen por qué ser graves, la falta de adherencia al tratamiento siempre produce consecuencias negativas. Las principales son las siguientes:
Subida del gasto sanitario
Los recursos, esfuerzos y el tiempo que se invierte en iniciar un tratamiento psicológico o médico son desperdiciados si se abandona el programa de mejora de salud.
Malestar subjetivo
Aunque algunas enfermedades y trastornos desaparecen o remiten sin necesidad de intervención, en muchas ocasiones la falta de adherencia genera directamente un aumento del malestar o, directamente, no llega a producirse una mejora.
Aparición de idea de ineficacia
Algunos pacientes interpretan el propio abandono del tratamiento como un fracaso de este, lo cual hace que las sensaciones negativas que experimentan luego a causa de la falta de medidas paliativas o curativas se perciban como ineficacia por parte del equipo sanitario.
¿Es común la falta de adherencia al tratamiento?
Por lo que se sabe a partir de las numerosas investigaciones realizadas acerca de este tema, la falta de adherencia a los tratamientos es uno de los graves problemas que debe afrontar cualquier sistema sanitario.
De hecho, alrededor de la mitad de las personas con trastornos y enfermedades crónicas decide interrumpir el tratamiento o bien se olvida de este. Además, casi tres cuartos de las personas deja de seguir programas preventivos, y casi un tercio de las personas con problemas de salud o psicológicos no crónicos hace lo mismo con las medidas diseñadas para mejorar su estado.
El perfil de las personas más propensas a abandonar el tratamiento es el de alguien con un problema crónico que debe introducir cambios significativos en su estilo de vida. Por ejemplo, alguien con Trastorno Bipolar a quien se le ha recomendado, entre otras cosas, que elabore un diario y que se plantee por las mañanas y por las tardes cómo puede gestionar mejor sus relaciones personales.
Ocurre lo contrario en aquellas personas que, ante un problema de salud agudo o una crisis psicológica puntual, debe asistir al clínico para que directamente le aplique el tratamiento. Esta tendencia a no dejar de colaborar con el programa de salud es mayor si la mejora de los síntomas se produce de forma rápida.
¿Cómo hacer que los pacientes se comprometan?
Estas son algunas medidas que se han mostrado eficaces para evitar la falta de adherencia al tratamiento:
1. Comunicación constante
El vínculo terapeuta-paciente debe ser fluido y basado en un buen rapport. Eso significa que cualquier duda debe ser resuelta y que hay que dejar espacio a que el paciente plantee sus preguntas y exprese sus inseguridades.
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2. Ofrecer un trato individualizado
Para prevenir problemas que puedan surgir, es necesario conocer aunque sea de un modo superficial cuál es la forma de vida de cada paciente, y sus creencias o nivel de conocimiento sobre su problema. Por ejemplo, si en su casa existen prejuicios contra los tratamientos basados en fármacos.
3. Iniciar el tratamiento junto a otro hábito deseable
Para hacer que el cambio sea percibido como algo positivo, es posible asociarlo a un estilo de vida mejor y más sano ante los ojos de cada paciente. Por ejemplo, el mismo día que se toma la primera pastilla, empezar con una dieta mucho más sana y pensada para mejorar el estado general de salud.
Esto, además, permite crear un mecanismo compensatorio. Por ejemplo, alguien que crea que tomar una cápsula por las mañanas no le producirá grandes efectos lo puede interpretar como parte de la rutina que supone empezar bebiendo un vaso de agua, o bien puede entender que es una propuesta de sanación que se combina con otra que se tolera mejor, cubriendo todos los frentes de intervención sanitaria. De este modo, se utiliza una mejoría global, sin dejar puntos ciegos.
4. Motivar mediante otros mecanismos
En ciertos contextos especiales es posible utilizar programas para reforzar la adherencia al tratamiento. Por ejemplo, el uso de la economía de fichas, que puede ser usada en casa, en centros educativos o en hospitales.