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¿Pueden los niños escuchar voces por alucinación?


Las alucinaciones son vivencias perceptivas anómalas. A menudo se describen como una sensación sin su correspondiente objeto: algo que se ve, se escucha, se huele, se saborea, se toca o se siente dentro; pero sin que exista un estímulo real que pueda explicarlo.

Si bien es cierto que muchas veces han sido enmarcadas en un contexto psicopatológico, y concretamente en trastornos tales como las psicosis, se trata de experiencias que pueden ocurrir en cualquier individuo sano bajo ciertas condiciones.

La mayor parte de la literatura científica sobre la cuestión se centra en población adulta, para la que se ha explorado con mayor énfasis la presencia del fenómeno, pero no sería justo soslayar otros periodos de la vida en los que también puede aparecer.

Por ello, en el presente artículo trataremos de dar respuesta a una única pregunta: ¿pueden los niños y niñas escuchar voces por alucinación? Para ello recurriremos a la evidencia científica sobre el asunto.

¿Pueden los niños escuchar voces por alucinación?

Existe la idea popular de que, por un motivo desconocido, los niños pequeños son capaces de percibir algunos matices de la realidad que se escapan al avezado ojo del hombre adulto. Esta creencia es común en múltiples culturas alrededor del mundo, y es muy sencillo hallar testimonios en los que se describe el aparente encuentro de un infante con un ser que solo él parece advertir, frente a la atónita mirada de quienes pudieran estar en la escena. Incluso hay vídeos virales sobre el tema, que se han popularizado en la red.

Las explicaciones que se han dado para este fenómeno han sido diversas. En un primer momento se recurrió a hipótesis de naturaleza paranormal, mediante las cual se enarbolaba una visión espiritual o trascendental sobre la niñez. Hoy en día, y gracias al desarrollo del conocimiento científico, podemos dotar de una mayor solidez empírica a este hecho concreto, trazando hipótesis operativas que se ajustan a explicaciones menos oscuras y más próximas a la realidad.

Antes de adentrarnos en mayor detalle en el fenómeno de la alucinación auditiva infantil, es fundamental transmitir calma sobre el asunto. Estas vivencias no suelen constituir un indicio de patología mental, e incluso hay autores que las consideran un hito intrínseco al desarrollo del sistema nervioso central. En estas líneas abordaremos el saber sobre el tópico a la luz de la evidencia científica.

¿Es frecuente?

Hoy en día disponemos de un conocimiento bastante preciso respecto a la prevalencia de alucinaciones auditivas en la totalidad de los periodos de edad.

Los estudios que abordan la cuestión revelan que durante la infancia (de los nueve a los doce años) el 17% de niños las experimenta, reduciéndose este porcentaje a menos de la mitad (7,5%) en adolescentes. En otros otras investigaciones se observan porcentajes más parejos, por lo que parecen existir ligeras discrepancias entre autores.

Se aprecia cierto consenso en la comunidad científica respecto a que la niñez es una etapa proclive a este tipo de experiencias, pero que es en la adultez cuando su presencia sugiere más claramente una posible alteración mental de base, pese a que el índice de prevalencia absoluta en este periodo de edad se reduzca dramáticamente. Este hecho respalda los modelos teóricos que ven en la alucinación un elemento normativo para el desarrollo del sistema nervioso central, pese a que aún no entendamos los mecanismos implicados.

Las propiedades "físicas" de estas formas de percepción se describen de un modo diverso. Hay niños que dicen escuchar sonidos muy sencillos, como golpeteos o similares, pero en ciertos casos cuentan experiencias de mayor complejidad (voces humanas que reclaman la atención o conversaciones entre dos o más "figuras invisibles"). A veces pueden generar emociones de miedo, promoviendo el calor de las figuras vinculares.

Se han descrito alucinaciones entre niños de hasta cinco años, e incluso menos, por lo que se ha llegado a acuñar el subtipo clasificatorio de “aparición temprana”.

¿Por qué ocurre?

Seguidamente abordaremos cinco de las causas más comunes de las alucinaciones en la infancia según el estado de la cuestión. Se incluirán factores vinculados a lo fisiológico, lo psicológico y lo social.

1. Amigos imaginarios

Un porcentaje muy alto de niños refieren tener (o haber tenido) amigos imaginarios en algún momento de su vida, y la literatura indica que en estos casos existe una mayor tendencia a referir alucinaciones visuales y auditivas. Este fenómeno, que no constituye ningún motivo de preocupación, persigue cinco fines: regular las emociones y resolver problemas, explorar los ideales, buscar a alguien con quien pasarlo bien, soportar la soledad y practicar conductas o roles sociales.

La mayor parte de los padres considera que no es una situación negativa, por lo que no se suelen preocupar en exceso ni consultarlo con su pediatra. En general, se considera uno de los contextos en los que la alucinación puede presentarse de manera benigna. En la misma línea, incluso existen testimonios que afirman que los compañeros imaginarios han apoyado al niño durante transiciones evolutivas, como el nacimiento de un hermano pequeño o el primer contacto con la escuela o la guardería (y la correspondiente ausencia de las figuras de apego).

Por último, casi la totalidad de los niños son capaces de reconocer a su amigo imaginario como una creación propia, que no existe más allá de su propia cabeza. Esta capacidad de “darse cuenta” es un factor de buen pronóstico para las alucinaciones infantiles en general, y no solo para el inocuo supuesto de los amigos imaginarios.

2. Sucesos adversos de la vida y malestar emocional

El malestar emocional, las distorsiones cognitivas y los hechos traumáticos constituyen una tríada que se ha asociado con la aparición de los síntomas positivos de la psicosis (alucinaciones y delirios), algo que se ha replicado también en la población infantil y adolescente.

Este factor de riesgo se vincularía de forma directa a la hipótesis de diátesis-estrés, y se enlazaría con factores genéticos de algún tipo. El modelo sugiere que se transmite de padres a hijos solo la vulnerabilidad para la psicosis, pero no el trastorno en sí mismo (a través de alteraciones específicas de la migración de las neuronas durante el desarrollo).

No obstante, la experiencia de estrés intenso sí actuaría como un elemento detonante, precipitando su expresión clínica definitiva (del genotipo al fenotipo).

No todos los niños que refieren alucinaciones han sufrido situaciones de carácter traumático, ni tampoco todos los que han transitado por este tipo de hechos acaban viviéndolas. Lo que sí ha podido corroborarse es que cuando este fenómeno se da en un niño sin evidencia de psicosis, como resultado de la adversidad que pueda estar viviendo, el síntoma tiende a diluirse de manera directamente proporcional a medida que la situación de conflicto se va resolviendo.

3. Privación del sueño

La privación del sueño se ha relacionado con alucinaciones en todos los periodos de edad, desde la vida adulta hasta la infancia. Existe evidencia de que la ausencia de sueño genera alteraciones cognitivas (en memoria, atención, etc.), cambios en el ánimo y distorsiones de la percepción. Todo ello sucede en niños sanos, sin diagnóstico de ningún trastorno psíquico, y también entre los adultos. Situaciones como el aislamiento sensorial extremo también pueden provocarlas, así como la fatiga intensa y la hipertermia.

4. La metacognición: distinción entre lo mental y lo real

La metacognición es la capacidad que tiene el ser humano para asumir conciencia de sus procesos internos, tales como pensamientos y emociones. Es una forma de pensar sobre lo que se piensa, o incluso de sentir sobre lo que se siente. Esta función superior es esencial para discriminar lo que se crea "dentro" de lo que se percibe fuera, y se ha postulado como un elemento clave para comprender por qué suceden las alucinaciones.

Las investigaciones sobre la metacognición ubican todas las funciones que se integran en ella (mnésicas, perceptivas, etc.) en la corteza prefrontal, precisamente la región del cerebro que más tarda en madurar (hasta bien entrada la segunda década de la vida). Quizá esta demora explicaría el gradiente etario para la prevalencia de la alucinación (más comunes en la primera infancia y progresivamente más infrecuentes). Así, a medida que este circuito alcanzara un mayor desarrollo, el sujeto sería más capaz de diferenciar correctamente entre sus pensamientos y los estímulos externos, con lo que las alucinaciones se diluirían de un modo definitivo.

Otros estudios señalan que las alucinaciones en la infancia son más comunes en los niños con dificultad para un desarrollo normativo de la teoría de la mente (theory of mind), esto es, de la capacidad para saberse como individuos separados de su entorno y de atribuir a los demás estados internos distintos a los propios. Pese a resultar muy interesantes, tanto esta teoría como la referente a la metacognición, necesitan más investigaciones en el futuro.

5. Neurofisiología

Los estudios de neuroimagen con niños que presentan alucinaciones auditivas señalan una alteración funcional en la Red Neuronal por Defecto, la cual es responsable de las cosas que pensamos y sentimos cuando la mente se encuentra en estado de reposo. Se trata de un conjunto de estructuras que se activan cuando en apariencia "no estamos haciendo nada", y que parecen tener el propósito de preparar al sistema nervioso central para activarse de manera espontánea en caso de necesidad.

Se ha descrito también que la corteza auditiva primaria/secundaria, las cuales responden a la percepción de un estímulo sonoro objetivo, se activarían en el mismo momento en el que los niños indican escuchar una alucinación.

Como conclusión, y recuperando la pregunta con la que abríamos este texto (¿pueden los niños escuchar voces por alucinación?), la respuesta sería que sí. Pese a ello, todavía quedan muchos interrogantes por responder en lo concerniente a las causas y los factores que determinan el pronóstico.

Complicaciones

Las alucinaciones en la infancia suelen ser un fenómeno benigno y pasajero, que tiende a su completa resolución a medida que progresa el tiempo. Aun con todo, en algunos casos es posible que surjan complicaciones a tener en cuenta, pues podrían requerir de un abordaje terapéutico específico.

Se ha observado que la experiencia alucinatoria en la infancia puede asociarse a un importante distrés afectivo y a la aparición de otros problemas emocionales de relevancia clínica. En la adolescencia se ha descrito una mayor frecuencia de ideas suicidas entre quienes refieren sufrir el síntoma, tras haber controlado problemas de salud concomitantes. Por ello, siempre y cuando el síntoma persista y genere algún sufrimiento a la persona, será necesario buscar ayuda profesional.

Referencias bibliográficas:

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