Las 5 señales de la envidia: cómo reconocerla en las personas
Hay algo que a menudo olvidamos: nuestra manera de conocernos a nosotros mismos pasa por comparar las vivencias que nos ocurren con aquellas que ocurren a nuestro alrededor. Vivir en sociedad es algo indispensable para formar aquello a lo que llamamos autoconcepto, que es el conjunto de ideas que asociamos al “Yo”. Para juzgar y valorar aquellas características en las que destacamos para bien o para mal, debemos ver cómo le va la vida al resto de personas.
Esto, para algunas cosas, es positivo, ya que permite que exijamos que se corrijan injusticias. Pero también tiene su lado malo, ya que favorece la aparición de envidias.
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Las 5 señales de la envidia
La envidia es lo que ocurre cuando aparece un estado de malestar causado por la comparación entre uno mismo y otros, y el resultado de esta operación mental no nos gusta. Es un fenómeno muy relacionado con la autoestima, porque aparece cuando esta se ve amenazada por nueva información acerca de terceros con los que consideramos que nos podemos comparar.
Sin embargo, la envidia no es algo negativo solo porque nos haga sentir mal. Además, lo es por cómo interfiere en la manera de relacionarnos. Por un lado, tal y como veremos, hace que se tenga un motivo por el que mostrar una cierta hostilidad a aquella persona a la que envidiamos. Por el otro, la envidia es algo socialmente mal visto, por lo cual quien lo experimenta trata de ocultar que se siente de esa manera, incluso aunque consiga hacer que su actitud pasivo-agresiva o directamente agresiva hacia el otro quede aparentemente justificada de manera racional.
Sin embargo, hay maneras de saber de manera aproximada cuándo una persona actúa por envidia. Quien se siente de este modo no es capaz de enmascarar del todo aquellas causas que la mueven a comportarse de una manera determinada, por diferentes motivos. En las siguientes líneas repasaremos varias señales que denotan envidia. El hecho de que una o dos de ellas estén presentes no significa que lo que esté ocurriendo sea justamente un problema de egos heridos, pero en general, ayudan a comprender lo que ocurre por probabilidades.
1. Animadversión mal justificada
Una de las características de la envidia, como hemos visto, es que surge de una autoestima en estado comprometido o dañado. Eso hace que el impacto emocional de estas comparaciones genere algo que en psicología es conocido como disonancia cognitiva.
Este fenómeno tiene que ver con el malestar que aparece cuando una pieza de información entra en contradicción con una creencia muy arraigada y cuya defensa nos define como personas. Paradójicamente, lo que suele ocurrir en estos casos no es que tratemos de reajustar nuestras ideas para tener una comprensión más realista acerca de lo que ocurre, sino que hacemos los cambios mínimos necesarios para asimilar esos datos.
En el caso de las envidias, una de las formas en las que se resuelve la disonancia cognitiva es asumiendo que la persona con la que uno se compara es alguien despreciable, de manera que lo que en un principio podía parecer una amenaza a nuestra autoestima termina siendo una muestra de vanidad, un engaño para tener buena imagen ante los demás, un truco, un uso ilegítimo de los esfuerzos de los demás para llevarse el crédito, etc.
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2. Uso de las bromas y del sarcasmo para atacar
Bajo los efectos de la envidia, la persona se siente en la disyuntiva de expresar su hostilidad a la vez que intenta mostrarse superior a la persona con la que ha surgido la comparación.
Esto significa que se utilizan maneras ambiguas de atacar, como por ejemplo a través de supuestas bromas y del sarcasmo, ya que permiten tener un rol dominante (aunque sea por unos segundos) sin que parezca que hay una cierta necesidad de satisfacer el propio ego para disminuir la disonancia cognitiva.
Así pues, lo que realmente es una manera de aliviar el malestar que se siente, es disfrazado de muestras de ingenio o incluso de afabilidad. Esta es una de las señales de envidia más frecuentes.
3. Estallidos de ira injustificados
Esto no es algo que se dé en todas las personas que sienten envidia, sino solo en algunas de carácter más impulsivo. Como los daños al autoestima dan motivos para sentir hostilidad por alguien, puede ocurrir que se busquen excusas para atacar a la persona que se considera mejor que uno mismo. En este sentido, algo que pueda ser interpretado como una manera de vanagloriarse de los propios méritos puede resultar casi inaguantable para alguien que esté pasando por una de esas “etapas envidiosas”.
4. Réplicas en presencia de más personas
En la envidia, el hecho de que haya más personas escuchando hace que aumente el malestar ante lo que es interpretado como muestras de superioridad del otro.
Esto ocurre especialmente si la característica personal en la que uno se siente atacado es algo relativamente único o poco común. Por ejemplo, si en una reunión hay dos poetas que son reconocidos por su talento, de los dos artistas el que se sienta más amenazado por las habilidades de otro tendrá más motivos para sentirse atacado, porque permanecer callado sería como ceder atención a la otra persona y hacer que pueda “venderse” ante los demás tal y como quiere.
5. La difamación
Es algo bastante típico, porque hablar mal de alguien a sus espaldas es visto como una manera fácil de menoscabar su imagen pública desde una relativa seguridad, sin darle la oportunidad de mostrar que en realidad lo único que se busca es causar daño para que sea más fácil pensar que esa persona no es “una competidora”, dado que nadie se la toma en serio.
Conclusión: los celos se curan en casa
Hay que tener claro que la base del problema de los celos tiene que ver básicamente con una autoestima herida. Es decir, que el problema es de uno mismo, y no del otro.
Es posible que una mentalidad muy centrada en la competitividad y en las comparaciones constantes nos haga más vulnerables a este fenómeno psicológico. Por eso, es bueno cambiar tanto el concepto que tenemos de nosotros mismos como nuestra filosofía de vida.