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¿Por qué evitamos asistir a psicoterapia?


Posiblemente hayas notado que el ser humano generalmente le teme a lo desconocido. Esto es un efecto nerubiológico primitivo que funciona en modo automático, diseñado para protegernos del peligro.

Cuando estamos ante una situación que nos coloca en riesgo, sentimos miedo. El miedo actúa como una alerta que si sabemos leer nos será útil, como una herramienta que nos movilizará para colocarnos a salvo, iniciando los mecanismos de defensa fisiológicos de lucha, huida o congelamiento. De este modo aprendemos a leer del ambiente ciertos patrones que nos hacen percibir lo que es cotidiano y normal y ante lo cual estamos a salvo porque los los riesgos existentes no revisten mayor alerta dado que ya hemos aprendido a defendernos de estos.

El caso contrario ocurre cuando surge algo nuevo, que está fuera del patrón. Frente a esto nuevo, no solo no sabemos qué es, no sabemos cómo enfrentarlo; por ende, consideramos que estamos ante un potencial riesgo, (emocional, físico, de vida y muchos más), y surge el miedo y con ello reaccionaremos de algún modo fisiológico de lucha o huida.

Cuando no conocemos algo, nuestra primera tendencia es a la alerta y surge el miedo

Este modo de protegernos opera en todos los ámbitos de nuestra vida. Por ejemplo, cuando nos ofrecen un nuevo cargo laboral, cuando llega un compañero nuevo, cuando iniciamos un nuevo trabajo o proyecto, cuando nos invitan a conocer nuevos amigos, cuando nace un hijo o hija, cuando vamos de viaje, cuando iniciamos una relación de pareja y cada vez que abordamos desafíos juntos, y por supuesto, ante la situación de pandemia por COVID-19, entre otros tantas posibilidades.

Y de igual modo pasa con nuestro mundo interior, con nuestra subjetividad. A muchas personas les pasa que les provoca mucho miedo e incluso rechazo mirar en su propio mundo interior. Realizar un proceso de terapia psicológica EMDR, implica verse, confrontarse con la vida interna, aprender a mirar y encontrar lo que molesta.

La sensación de miedo al impulsar el autoconocimiento en terapia

Es esperable que el miedo surja, ya que es desconocido. Usualmente nadie nos enseña, no aprendemos a relacionarnos con nosotros, solo con lo externo. Nos enseñan que cuando sentimos pena hay que hacer que se pase, "no llores", nos dijeron, "no es para tanto, sécate las lágrimas y ven a cenar, no hay para qué estar triste". Es decir, aprendemos a evitar nuestra actividad subjetiva. O aprendemos a negar lo que nos pasa, como cuando nos pasó: “papá, tengo un problema, todos los niños llevan una mochila verde y yo amarilla y se burlan de mí... eso no es un problema, problema es lo que yo tengo en el trabajo, anda a hacer tus tareas”.

Al animarnos a evitar, negar y además minimizar nuestras necesidades de niño, es esperable que nos sea difícil de adultos auto-cuidarnos, comprender qué nos pasa y solucionar nuestros estados emocionales.

Hay muchas personas que no se conocen a sí mismas, y me refiero más allá de las cualidades visibles o conductas, (es decir, soy inteligente, tengo creatividad, me gusta cantar, me enoja cuando me mienten o soy sociable...). Me refiero a observar nuestra mente y notar qué emociones surgen, qué se siente, cuál es el correlato corporal, cuáles son los pensamientos, las creencias positivas y negativas de mí, del mundo, la cosmovisión.

Lograr esto implica relacionarse con uno mismo, lo que ya es complejo si nunca se ha hecho. E intentar hacerlo abruma, ya que no se sabe cómo proceder; de hecho, algunas personas se sienten ridículas. Y está el "riesgo" de que se podría ver algo que uno no quiere ver, porque no sabría qué hacer con ello ni tolerarlo, lo que se traduce en algo desconocido. Recordemos que se teme a lo que no se conoce, lo que está fuera del patrón, porque nos pone fuera de la zona de confort.

El tema es que estamos abocados más al exterior, con un locus de control puesto en el otro, y cuando comienzan a surgir dificultades, siempre reparamos en lo que el otro nos hace o deja de hacer, los defectos del otro, “que el otro no me ama, no me escucha, no sabe lo que me hace feliz”, y le damos más control al resto de personas en nuestras vidas que a nosotros mismos. Esperamos que nos den soluciones o que el otro cambie para sentirnos amados, y como esto no ocurre, los malestares siguen y comienzan a hacerse más evidentes, abrumadores e inmanejables.

¿Qué hacer?

Para solucionar lo que nos ocurre tenemos que empezar por dejar de evitar, negar, minimizar nuestro mundo interior, nuestras reales necesidades de amor, a nuestras emociones y pensamientos, y empezar por relacionarnos con nosotros mismos, vincularnos, mirarnos, aunque no nos guste lo que veamos. Sólo así comprenderemos de fondo lo que nos pasa, las posibles y variadas causas, para con ello buscar soluciones y tomar decisiones más adecuadas.

Este es uno de los desafíos iniciales de la terapia psicológica EMDR, lograr que la persona aprenda a conocerse, dejar de evitar, identificar y atender sus necesidades de autocuidado. Quien logra dar el paso, mejora su calidad de vida interior y como consecuencia cambia la forma en que se arroja a la vida. Porque su paradigma de cómo percibe la sociedad, a las personas y las relaciones y cómo se percibe a si misma, cambia. Se regulan pensamientos y emociones, se deja de sentir tanto miedo, ansiedad, pena. Las creencias negativas del "Sí Mismo" se van adecuado con convicción, por un “yo soy amado/a”, “yo puedo lograrlo”, “estoy a salvo”, “puedo superar los desafíos”, entre otros, según sea el caso.