Bárbara Kanter: «Hay situaciones muy comunes capaces de generar un trauma»
Aunque no lo notemos, nuestro cerebro está cambiando constantemente dependiendo de las experiencias a las que nos exponemos durante el día a día. Incluso aquellas situaciones más banales son capaces de producir pequeñas transformaciones en el modo en el que nuestras neuronas se conectan entre sí, y con el paso del tiempo, estas modificaciones se van acumulando.
Es normal que así sea: este fenómeno es el que nos permite estar aprendiendo constantemente, tanto si nos damos cuenta de ello como si no. Pero este conjunto de mecanismos también hace posible que ciertas experiencias dejen en nosotros una marca emocional que da lugar a psicopatologías. Esto es lo que ocurre con los traumas, fenómenos capaces de dañarnos a nivel psicológico y que suelen tener como origen situaciones emocionalmente dolorosas. De ello hablamos con la entrevistada de hoy, la psicóloga Bárbara Kanter.
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Entrevista a Bárbara Kanter: comprendiendo el trauma psicológico
Bárbara Kanter es Psicóloga General Sanitaria experta en el tratamiento del trauma, y afincada en Barcelona, donde tiene su consulta. En esta entrevista nos habla acerca de la naturaleza de las psicopatologías asociadas a las experiencias traumáticas.
¿Cómo definir de una manera sencilla algo tan complejo como el trauma psicológico?
Creo que la mejor manera de comprender el trauma es con el ejemplo del kintsugi, es un ejemplo muy gráfico y sencillo. Las situaciones traumáticas se presentan en nuestra vida de manera disruptiva, abrupta. No nos las esperamos, pero sí que tienen una gran influencia en nosotros. Nos rompen. Rompen nuestros esquemas cognitivos, nuestro sistema de creencias, la confianza en nosotros y en el mundo que nos rodea, etc.
Este quiebre en nuestro sistema nos da la posibilidad de incorporar esta vivencia en nuestra manera de afrontar situaciones y nuestro bagaje de herramientas personales, y reparar esa grieta que se nos genera.
Algunos autores usan el ejemplo del terremoto, como un sacudón que modifica para siempre nuestra situación vital. Porque por más que no seamos capaces de captar a simple vista los efectos del terremoto, hay un desplazamiento y un nuevo equilibrio.
¿Qué tipo de experiencias son más capaces de dar lugar a estos traumas?
Las experiencias son muy diversas. De hecho, tenemos la tendencia a pensar que solo los grandes acontecimientos pueden generarnos un trauma, pero esto no es así. Hay situaciones muy comunes capaces de generar un trauma. Por ejemplo, alguien que se quede encerrado en un lavabo puede desarrollar un trauma que propicie un Trastorno de Ansiedad como la Claustrofobia.
Sin embargo, si debemos pensar en eventos vitales que puedan generar un Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT) o una interferencia, me decantaría por la victimización interpersonal (diversas formas de violencia psicológica, física, sexual, etc. aquí podríamos incluir conflictos armados y ser testigo de situaciones violentas también) o por todos los eventos más accidentales y/o naturales (huracanes, accidentes fatales, tsunamis, etc.).
De hecho, las teorías sobre el trauma tienen su inicio evaluando las presentaciones sintomáticas de los veteranos de guerra, quienes entre ellos mostraban afectaciones emocionales y cognitivas semejantes. De allí viene el TEPT.
¿Cómo se relaciona el trauma con el funcionamiento del cerebro y de su manera de dar lugar a los procesos de memoria y evocación de recuerdos?
Este es un tema francamente complejo, ya que el trauma interviene en diversos procesos mentales. Algunos estudios parecen demostrar que se produce una alteración en el circuito amigdalino, generando una activación constante de la amígdala cerebral. La cual explica recuerdos intrusivos, el estado de hiperalerta, etc.
A su vez, pueden darse bloqueos de memoria o emocionales, los primeros hacen referencia a cuando la persona no es capaz de recordar algunos elementos de la situación traumática, el recuerdo está entrecortado como cuando ponemos un disco rayado que nos perdemos partes de la canción; mientras que los segundos hacen referencia a que las emociones no concuerdan con los recuerdos de las experiencias, esto es sumamente común y se llama disociación, ayuda al sistema a tolerar mejor la información de lo que ha ocurrido. También puede pasar el polo opuesto, dado por la hiperactivación emocional ante estímulos que podrían tener algún tipo de nexo con el evento traumático, sea o no de manera clara, despertando una respuesta emocional exacerbada.
A su vez, puede haber recuerdos recurrentes e intrusivos, estos son partes de la situación traumática que constantemente aparecen en el día a día de la persona, ya sea en sueños o en actividades diurnas, dispersan a la persona de las actividades cotidianas, y generan mucha ansiedad porque se tiene la sensación de falta de control. Finalmente, los famosos flashbacks, que no están presenten en gran parte de la población afectada por trauma, pero sí en aquellos que han vividos situaciones muy violentas; están caracterizados por problemas perceptivos, como sentir o ver cosas que no están en ese momento presentes, pero que están vinculadas a la situación traumática.
Un poco enlazando con la pregunta anterior, pondremos un ejemplo de cómo puede afectar un acontecimiento al que no nos hemos visto expuestos, como atentados o eventos naturales (terremotos, huracanes, tsunamis, etc.) en el mundo. Estoy segura que hoy somos capaces de recordar qué estábamos haciendo y dónde estábamos cuando nos enteramos que derrumbaron las Torres Gemelas en New York City (USA), o cuando fue el atentado de Atocha en Madrid (España), o cuando fue el terremoto y tsunami en Fukushima (Japón), etc. Aunque no nos hayamos visto afectados de manera directa por estos acontecimientos, dejan una huella en nosotros porque alteran el discurrir habitual de nuestra vida y, por tanto, de nuestros procesos cognitivos y emocionales.
¿Las psicopatologías vinculadas al trauma afectan a muchas personas? ¿Hasta qué punto son frecuentes?
La prevalencia va a venir marcada según a qué población nos refiramos, en general es frecuente encontrar trauma en personas evaluadas por servicios de salud mental que siguen un tratamiento, y será menor en población general. Lo que no significa que no hayan vivido una situación traumática y tampoco que no tengan alguna consecuencia de la misma, sino simplemente que no se ha reconocido como tal. También cabe aclarar que los estudios que se realizan son sobre acontecimientos más plausibles de generar sintomatología de trauma (victimización interpersonal, desastres naturales, guerras, exposición a violencia, etc.), pero no se tienen en cuenta situaciones menos evidentes que también pueden generar malestar en la persona.
A nivel de cuadro clínico propiamente del trauma está el TEPT que nombraba antes. Sin embargo, sin necesidad de tener un cuadro de tal complejidad, muchas personas que viven con una situación de trauma tienen ansiedad, depresión, problemas de aprendizaje, ideación y conducta suicida, etc.
Si observamos el tipo de consecuencias que acarrea este tipo de situaciones, podemos observar que son muy diversas y que abarcan diversas etapas de la vida. Yo aquí solo he nombrado las mentales, pero también tenemos consecuencias físicas como mayor propensión a conductas de riesgo (conductas adictivas, enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados, etc.) así como también a enfermedades crónicas diversas (diabetes, cáncer, etc.). Evidentemente, algunas de las consecuencias nombradas pueden tener una gran influencia en la vida de la persona y generar consecuencias secundarias, como inestabilidad laboral, problemas en las relaciones interpersonales, dificultades para comprometerse con situaciones diversas, etc.
¿Cuáles son las formas de intervención psicoterapéutica más eficaces para ayudar a las personas con traumas?
Hay dos que tienen alta evidencia a favor, la Terapia Cognitivo-Conductual Focalizada en el Trauma (Trauma Focused Cognitive-Behavioral Therapy, TF-CBT) y la Desensibilización y Procesamiento por Movimientos oculares (Eyes Movement Desensitization and Reprocessing, EMDR).
Ambas trabajan el procesamiento traumático desde perspectivas y herramientas diferentes. La primera, la TF-CBT está especialmente pensada en casos de trauma infantil, trabaja con el entorno de la persona afectada favoreciendo una narrativa del trauma que permita su procesamiento desde la triada cognitiva (pensamiento, emoción y conducta); el EMDR se emplea fundamentalmente en adultos aunque también está valorada como segunda elección terapéutica en niños y se centra en el procesamiento del trauma mediante la coherencia y comunicación entre los recuerdos y las emociones, tiene un fundamento más biológico ya que apela a la interconexión de los hemisferios cerebrales.
Existen otro tipo de intervenciones que tienen demostrada su eficacia, aunque no son primeras elecciones terapéuticas como en los casos antes mencionados. Todas ellas se centran en la idea de procesamiento traumático, de unir los recuerdos a las emociones, favorecer la doble vía de expresión de la situación acontecida. Esto es importante tenerlo en cuenta ya que, como decía antes, uno de los principales déficits que se plantean son las amnesias traumáticas. Las cuales, cuando se desbloquean, pueden generar un malestar muy elevado.
Como psicóloga, ¿has notado que la manera en la que percibimos el trauma psicológico ha mejorado debido a la concienciación en temas de salud mental?
Lamentablemente no creo que estemos muy dispuestos a cambiar la mentalidad a nivel de salud mental. Para muestra, basta un botón… en las últimas semanas un parlamentario ha hablado del tema de salud mental y los efectos que la pandemia está dejando este terreno (cabe aclarar que la situación actual es plausible de ser considerada traumática) y ha sido blanco de críticas. Si puedo ser sincera, esto me preocupa mucho. Hay personas que no están bien, que lo están pasando mal y no se garantizan las asistencias necesarias.
El sistema está montado para que, en muchos ámbitos, se avale haber vivido una situación traumática cuando la persona no es capaz de llevar adelante sus actividades cotidianas, pero no se valora cuando la persona es funcional a pesar del malestar. De hecho, en algunos ámbitos, hay cierta estigmatización en relación a esta problemática. Por ejemplo, no se considera que una situación sea traumática salvo que sea una situación muy grotesca, cuando un trauma puede venir dado por cosas muy sencillas como “bromas” familiares que nos han hecho daño, por dificultades para entablar relaciones que hayan generado malestar, etc.