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​La teoría relativista de Protágoras


Puede que Platón sea uno de los filósofos griegos más famosos de la historia, pero su manera de pensar no representaba a todos los intelectuales atenienses que poblaron esa potencia mediterránea durante el siglo V a. C. Protágoras, el más conocido de los filósofos sofistas, encarna una manera de entender la realidad diametralmente opuesta a la que defendía el discípulo de Sócrates.

En este artículo veremos qué es lo que caracterizó a la filosofía de Protágoras y cómo era su manera de pensar basada en el relativismo.

¿Quién fue Protágoras?

Este conocido filósofo nació en Abdera, en el norte de Grecia, aunque vivió viajando mucho, algo que en típico de los hombres con un perfil intelectual que vivieron durante la era del esplendor helénico. En la época en el que Pericles dirigió la ciudad-estado de Atenas, Protágoras fue su asesor y consejero, e incluso, por petición del gobernador, redactó la constitución de una colonia griega.

Al haber vivido hace tanto tiempo, no se sabe demasiado acerca de los detalles personales de su vida. Sí se conocen sus posiciones intelectuales, dado que Platón dedicó bastante esfuerzo a rebatir sus argumentos en sus libros, tal y como veremos.

La teoría relativista de Protágoras

Los aspectos fundamentales y básicos de la teoría de Protágoras, basada en una manera de pensar explícitamente relativista, son los siguientes.

1. La función de la filosofía no es acceder a verdades absolutas

Protágoras creía que toda afirmación se ve condicionada por el contexto en el que es emitida. Eso hace que no pueda plasmar en palabras verdades universales, dado que siempre se ve limitada por el momento y el lugar en el que se ha generado, ya sea por la falta de información sobre algo o por la falta de objetividad de quien sostiene la afirmación, que muchas veces se ve involucrado personal y emocionalmente en el debate.

Del mismo modo, el contexto también afecta al modo en el que se interpreta la afirmación, y puede tener significados totalmente opuestos dependiendo de dónde se utilice.

2. Hay tantos puntos de vista como personas

Cada ser humano ve las cosas a su manera, dado que nuestro pasado y nuestras trayectorias vitales, únicas y claramente distinguibles del resto. Ante un mismo tema de discusión, siempre es posible encontrar a muchas personas que opinen de un modo diferente a todos los demás. Aunque nos parezcamos, tendemos a diferir en muchos aspectos.

3. Lo que es verdad lo decide cada uno

De lo anterior se deduce que existen muchas verdades, válidas para ciertas personas y no tanto para otras, y que eso no se puede evitar hagamos lo que hagamos.

4. La filosofía debe convencer

Dado que no podemos consensuar verdades absolutas, la tarea del filósofo es hacer que las ideas que defiende suenen convincentes, no que lo sean (dado que no podemos imaginar algo que sea universalmente válido, lo cual para Protágoras implicaría que es válido para todos.

Así pues, el intelectual debe pensar más en los efectos que produce lanzar una afirmación que en la veracidad de esa afirmación. Esto hará que el discurso que se defiende resulte seductor y atraiga las simpatías de muchas personas.

El papel de los filósofos sofistas

El anterior punto es algo que compartían un tipo de filósofos llamados sofistas. Los sofistas fueron asesores y consejeros que entrenaban a los hombres más influyentes de Grecia en el arte de la retórica, lo cual tenía mucho sentido en Atenas. En esta ciudad-estado la democracia consistía fundamentalmente en saber defender ciertas ideas en asamblea, por lo cual gran parte de la vida intelectual estaba orientada hacia la política.

Así pues, Protágoras y muchos otros sofistas se beneficiaban de esta forma de gobierno para enseñar las técnicas de discurso y prosodia más útiles, capaces de hacer que un mal argumento pareciese bueno a los ojos de los demás.

Esto fue muy criticado tanto por Sócrates como por su discípulo, Platón, pues ambos creían en la existencia de verdades universales. Las implicaciones del trabajo de Protágoras venían a decir que detrás de la realidad no hay una verdad universal estructuradora de todo lo que existen, solo ciertas formas de ordenar ideas y palabras para hacer que suenen bien y encajen con la manera de pensar de uno mismo. De ahí que esta postura intelectual se llame relativismo: todo es relativo y solo importan las opiniones (o, más exactamente, tanto las opiniones como quién las sostiene).

Actualmente el relativismo sigue existiendo, si bien los sofistas desaparecieron con la Antigua Grecia. Los defensores de esta corriente en el siglo XX y XXI son fundamentalmente defensores de la concepción posmoderna de la realidad, según los cuales hay que reconocer que existen diferentes relatos sobre lo que existe y estos deben convivir.