Educar en positivo: 15 ejemplos y estrategias prácticas
El objetivo de este artículo es ofrecer unas pautas que promuevan una educación en positivo, implicando a padres, profesores y cualquier profesional que trabaje con niños, brindando una educación basada en el establecimiento de normas, esclarecimiento de límites, afecto, preservando los derechos del niño y de los adultos.
Lo dividiré en 3 bloques: cómo favorecer conductas adecuadas, cómo disminuir conductas inadecuadas y cómo ayudarle a ser un niño positivo.
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Cómo reforzar conductas adecuadas o pro-sociales
Se trata de seleccionar las conductas deseadas o adecuadas a realizar por el menor (ejemplo: ponerse a hacer los deberes a una determinada hora, cepillarse los dientes, cuidar del hermano, dejar la ropa en el cesto…). Para ello empleamos dos técnicas:
1. Reforzamiento Positivo
Son halagos mientras realiza una conducta adecuada, premios sociales, verbales o lúdicos por realizar algo adecuado. Por ejemplo: si está tranquilamente en el sofá viendo la tele con su hermana pequeña decirle “me encanta que te portes así, eres un campeón”, mientras que le damos algún toque en el hombro.
Estos reforzamientos han de realizarse de manera inmediata, mientras lo esté realizando. Debemos emplearlo tanto con conductas que consideramos correctas y que realiza el niño (para favorecer el hecho de que lo siga haciendo), como con conductas nuevas no existentes en su repertorio conductual. Esto favorecerá el aumento de la frecuencia de una conducta ya existente aunque en tasa baja.
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2. Programa de puntos
Consiste en seleccionar las conductas que queremos que se incrementen (hacer los deberes, apuntar en la agenda, salir con amigos, cepillarse los dientes…). Una vez seleccionadas elegiremos un reforzador por cada una de ellas. Lo ideal es dedicar un tiempo a actividades agradables (ver la tele, ordenador, comer algo que le guste, jugar con el niño a algo que sabemos que le encanta…).
En un primer momento debe haber inmediatez entre la realización de la conducta deseada y el premio. Para ello podemos hacer una tabla que sea un horario de tareas. En las filas indicaríamos las conductas a realizar, en las columnas los días.
Cada vez que haga una de estas conductas debes ponerle un punto (puede ser con una pegatina, hacerle una cruz, colorearla…), si no la hace, esa casilla se queda en blanco (evitar las caras tristes, puntos negativos, rojos…).
Si se le olvida alguna de las tareas, puedes recordársela: “hay algo que podrías hacer para conseguir otro punto y se te ha olvidado, mira en el horario qué toca”. En caso de niños mayores, en vez de utilizar una tabla, podríamos redactarlo a modo de contrato, con la conducta a realizar y la correspondiente cláusula de bonificación (premio) y cláusula de sanción.
Mi consejo es que si el niño realiza la tarea reciba el premio y si no lo hace la sanción sea la privación de dicho premio. Por ejemplo: “si haces los deberes tendrás tiempo libre para jugar; si no los haces no lo tendrás”, “si comes en 30 minutos tendrás el postre que más te guste; si no comes en 30 minutos no habrá postre”.
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¿Cómo hacer disminuir la frecuencia de conductas inadecuadas?
A continuación puedes encontrar estrategias que tratan de minimizar o reducir toda aquella conducta disruptiva o disfuncional.
1. Extinción
Consiste en “ignorar” la conducta inadecuada del niño (rabieta, enfados, amenazas, insultos). Decirle “no lo hagas más”, “estate quieto”, “me voy a enfadar”… es una forma de prestarle atención, por lo que seguirá haciéndolo.
Debemos retirar la consecuencia reforzante (atención) a la emisión de la conducta inadecuada, de manera que el niño aprenda la asociación entre hacer algo inadecuado - no prestarle atención. Hay que ignorar este tipo verbalizaciones y conductas no cediendo en ningún momento ante ellas.
2. Tiempo Fuera
Consiste en retirar al niño físicamente del espacio actual para trasladarlo a su habitación u otro lugar, por un breve espacio de tiempo. También pueden ser los padres los que se retiran del lugar donde esté el niño en el caso de ser inviable lo que he dicho anteriormente.
Se hará de forma inmediata a la conducta disfuncional, para que el niño lo asocie directamente con dicha acción, con una actitud neutra, utilizando un tono de voz lo más objetivo posible, evitando toda actitud de enfado, sin regañar ni gritar.
Lo realizaremos sin establecer interacción social con él. En el caso de que el niño pregunte por qué le hacemos eso, le daremos una explicación concreta, y sin carga emocional, del motivo. Podemos sacar al niño de la situación reforzante (por ejemplo instigarle para que vaya a su habitación y abandone el salón donde está pegando a su hermano), o eliminar el estímulo que origina la mala conducta (por ejemplo si el niño comienza a lanzar con una cuchara la comida que no quiere comerse, quitarle la cuchara).
El tiempo de aplicación será de aproximadamente 5 minutos, nunca excederá de 10, y siempre con supervisión. El niño podrá regresar al sitio donde estaba, o nosotros volver al sitio donde se ha producido el conflicto cuando su comportamiento en el último minuto haya sido el adecuado, intentando no hacerlo mientras manifiesta comportamientos inadecuados tipo gritos, amenazas, golpes…
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3. Sobrecorrección
El niño “repone” el daño ocasionado. Debe practicar la manera correcta de realizar la tarea o lo que se le pida. Esta técnica se emplea ante conductas que supongan un daño o causen un deterioro (por ejemplo: derramar la leche intencionadamente sobre la mesa).
En estos casos debemos incentivar al niño a deshacer o reparar el daño mediante comportamientos positivos (en este caso recogiendo con un trapo la leche derramada). Puede que esto no resulte fácil, pero es esencial que el niño asuma su responsabilidad, reconociendo lo que ha hecho, solventándolo lo antes posible.
Si el niño se resiste a practicar, hay que ayudarle a realizar las acciones correctas con las manos (si no quiere recoger, tómele las manos y guíelas como si fueran las de un robot, recogiéndolos y depositándolos en el lugar correcto).
Se deben ignorar llantos, rabietas o resistencia, intentado mantenernos tranquilos pero firmes hasta que la tarea termine o el niño empiece a hacerlo solo. No nos olvidemos, una vez finalizada la tarea, elogiar y reforzar la obediencia.
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¿Cómo hacer para que el niño sea positivo?
¿Cómo decirle a un niño que haga algo? Las instrucciones han de ser breves, claras y específicas. Dar las órdenes de una en una, usando frases en positivo, de “hacer” (por ejemplo: “tira la basura antes de jugar a la Wii”, en lugar de “no has tirado la basura todavía, ¿verdad?”).
Se recomiendan frases del tipo “Si-entonces” en positivo. Por ejemplo: “si haces los deberes podrás salir a la calle”, “si recoges tu cuarto podrás ver la tele”. Si es posible daremos opciones para que pueda elegir (por ejemplo: si tiene que ducharse, puede elegir si hacerlo antes o después de estudiar, siempre y cuando lo cumpla).
Tenemos que alabar su obediencia y, como vamos viendo a lo largo del artículo, establecer consecuencias por ella. Resulta útil dar avisos y recordatorios útiles (por ejemplo: “cuando suene la canción del telediario ya sabes que te tienes que ir a la cama”). Los padres, profesores o adultos que rodeamos al niño debemos estar de acuerdo entre nosotros, evitando dar órdenes innecesarias o contradictorias, sin amenazar al niño (por ejemplo, una manera incorrecta sería: “Pablo, ¿cuándo vas a tirar la basura?”, “si no te comportas bien, tendré que castigarte”, “¿es tan difícil ordenar tu habitación?”…)
Utilizando las pautas vistas líneas anteriores podríamos decir algo como: “Pablo, vete a tirar la basura antes de jugar a la Wii”, “si juegas con tu hermana sin hacerle llorar, os llevaré al parque de los columpios”, “si ordenas tu habitación podrás coger la tablet”). Practiquemos el “donde dije coste digo premio” (por ejemplo: en lugar de “si se te olvida a ti cepillarte los dientes se me olvidará a mi darte golosinas”, diremos “si te cepillas los dientes después de comer, podrás comer golosinas esta tarde”).
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Cómo ayudarle a pensar en positivo
Los pensamientos negativos (“me va a salir mal”) producen una visión negativa del niño (“soy malo”). Por este motivo debemos intentar evitar generalizaciones (“esta vez no te ha salido tan bien como ayer” en lugar de “te ha salido mal”).
Cuando generalizamos (empleamos el todo, nunca, jamás, siempre…), creamos una etiqueta. La distorsión del pensamiento es una forma inadecuada de pensar que genera a los niños una visión distorsionada de quienes son impidiendo ver la realidad, afectando negativamente en su estado de ánimo y en una conducta desajustada.
Una forma de ayudarle es ofrecerle una alternativa en lugar de juzgar (por ejemplo: Si se equivoca en un juego, podríamos decirle “mira si lo haces así te saldrá mejor”, en lugar de decirle “lo has hecho mal”, y no darle opción de mejorar).
Cómo decirle lo que nos sienta mal
Implica emitir una expresión positiva antes y después de una expresión negativa, una queja, rechazo o una petición. Con ello, suavizamos la expresión negativa, y aumentamos la probabilidad de que el receptor escuche el mensaje negativo claramente y con una molestia menor.
Ejemplo: un alumno ha hecho un trabajo que está por debajo de su habitual rendimiento, y no te gustaría que bajara su buen ritmo. Según esta técnica podríamos decirle algo como: “la verdad es que estoy muy contento/a con todos tus trabajos, aunque este creo que ha salido algo flojo, ¡pero estoy seguro/a de que el próximo estará en la línea del resto de trabajos de todo el curso!
Los niños necesitan sentirse queridos, y también necesitan tener límites con el fin de interiorizar e instaurar normas previniendo el incumplimiento y futuras sanciones de estas. Ayudarles a que tengan una buena imagen de sí mismos será fuente de emociones positivas y actuaciones acorde a sus objetivos, por lo que debemos evitar las etiquetas negativas, concretando lo que haya podido hacer mal “esta vez” en lugar de “siempre” o “nunca”, aportándole una alternativa o posible solución, reforzando siempre aquello que haga bien.